ESCRITORES SALVADOREÑOS

MAÑANA DE INVIERNO SIN ELLA – Poemas de Carlos Ernesto García

 

©Archivo particular

 

 

 

CAÑONES OCIOSOS

Vagamos por el Mediterráneo
mientras el cielo
se incendia en el horizonte
dando paso a la oscuridad
que suave y callada
se impone en el firmamento.

Desde las orillas
los pueblos costeros
amables saludan
con sus millares de luciérnagas.

En las profundidades de este mar
pedazos de galeones descansan
con hermosos mascarones de proa.

Un inmenso y desolado cementerio
de soberbios destructores
de cañones ociosos.

Submarinos que guardan inmóvil
ya sólo el uniforme y los restos
del aguerrido soldado
en su puesto de combate.

El oleaje arrastra quizá
astillas de embarcaciones aqueas
que sucumbieron a la tormenta
o a la batalla.

 

 

 

PROHIBIDO AMOR

El neón golpea un cuerpo desnudo
que armonioso gira
alrededor de una barra.

Lascivas las miradas
la persiguen
queriéndola alcanzar
y devorarla.

Corren el ron y la cerveza.
Suenan Luis Miguel y Ricky Martin.

El liguero de la bailarina
se inunda en dólares.

Ella sonríe y piensa:
en la leche de sus hijos
en el alquiler que no ha pagado
en que ya es muy tarde
en que tiene sueño.

 

 

Federico García Lorca, Muchacha, 1927

 

 

PRIMER BESO

A una muchacha
cuyo nombre no recuerdo

Cuando te besé
(Fue en casa de una amiga tuya
que me gustaba)
era la primera vez que te besaban.

Sentí tu cuerpo temblar contra la tierra.
Nunca más volví a verte ni besarte
pero cuando te recuerdo
no sé por qué
aún siento tu cuerpo temblar contra la tierra.

 

 

 

VERANO DEL 80 Y CINCO

Apoyada contra la pared.
Una joven de falda corta
quieta espera.

La miro.
Toso.
Doy una bocanada al cigarrillo.
Formo una corona de humo
que circular se enreda entre sus piernas.
—Cierra sus ojos y suspira—.

El metro estacionado ya
abre sus puertas.
Subimos en distintos vagones
y nos dejamos llevar.

 

 

Federico García Lorca, Amor, 1929

 

 

MAÑANA DE INVIERNO SIN ELLA

Yo
el que guarda en la sonrisa
al asesino
dime qué hago con estos ojos
que nacieron para verte.

Con esta boca
que te nombra a cada instante
para espantar el silencio.

Con estas manos mías
que te saben de sobra.

Yo
el que guarda el puñal
bajo la almohada
dime qué puedo hacer
para borrar tu sangre
y tu recuerdo
antes de que golpeen a la puerta
los que vengan a buscarme.

 

 

 

ANACAPRI

Apoyo ligeramente mi cuerpo
en una esfinge de granito.

Una joya más
colocada en los jardines
de la excéntrica Villa de San Michele
desde donde se contempla a lo lejos
—entre la bruma de la mañana—
el Golfo de Nápoles.

Murmuran los lugareños
que en Anacapri Alex Munthe
fue un refinado anfitrión
del viejo Nietzsche
de Gorki y de Lenin.

Tres caballeros
como Emiliano Zapata
como Pancho Villa
de mirada felina
de atusado bigote.

 

 

 

Federico García Lorca, La careta que cae, 1928

 

 

 

 

HOMENAJE

El invierno en Budapest
tiene un gris añejo.

El Danubio como cuchillo
atraviesa el cuerpo de esta ciudad
que vio mil guerras.

Así lo atestigua
el monumento a los pescadores
que recibieron de Turquía sus flechas.

Desde ahí
la imaginación es capaz de cabalgar
sobre los siglos.

Si visitas Budapest en invierno
sentirás su sabor a luto.

Su sabor a sangre que tiene la tarde.

 

 

 

A QUEMARROPA EL AMOR

Guardo como pequeñas piedras de mar
días de nieve
regiones habitadas por el miedo
incendios de miradas devastando las calles
reinos de abejas y de hormigas
silvestres floraciones de palabras
atardeceres bajo oscuras arboledas
lápidas polvorientas
sobre historias personales
mesas de café
desde donde controlábamos las piernas
de una mujer que no nos hizo ni caso.

Alojo recuerdos como piedras de mar
y ninguno termina de hacer daño
en la palma de la mano
donde los aprieto con indecente esperanza.

Son recuerdos
como los de un gato jugando en el jardín
con una bala entre las patas
¿o será alguien cargando su revólver?

De un gato que llora en el jardín

¿O será mi madre
que no está en casa desde ayer?

El recuerdo de un hombre que salta la verja
y yo no tengo tiempo
ni ganas para recibirlo.
Los impactos rompen la puerta
mientras irrazonablemente
la luna se aburre allá arriba
y saltando el muro
caigo en un estanque dorado
a salvo de la ballena que arrasa.

 

 

 

Federico García Lorca, Marinero, 1929 / 1930

 

 

 


UN PLAÑIDERO ADIÓS

En las entrañas
del elegante barrio de Carrasco
aún sigue en pie el hotel casino
que nos recuerda las glorias
de un Montevideo que ya no existe.

Entre sus paredes el poeta granadino
escribió parte de sus Bodas de Sangre.

Los croupiers colocados en sus mesas
intentan disimular el remendado uniforme.

Un jugador lanza un escupitajo
sobre la alfombra en que apaga
la colilla del cigarro.

Sus amplios salones
del más puro art nouveau
y las lámparas que majestuosas
cuelgan del techo
fueron testigos silenciosos
del asalto tupamaro.

Afuera
ruge con bravura el rumor del mar.

Un mar
que hace muchos años
dejó de dar la alegre bienvenida
para decir un plañidero adiós
al derrotado descendiente
de los emigrantes.

 

 

 

SILENCIOSO PARÍS

El silencio se apaga
por un caminar que asoma
rompiendo la quietud
en los pasillos.

Podría ser cualquiera
de sus viejos clientes.

Por ejemplo: Robespierre
Victor Hugo o Voltaire
El Marqués de Sade o Baudelaire
Oliverio Girondo o Molière
pero me pregunto ¿y por qué no?
algún otro estudiante rebelde
del Louis-Le-Grand
caído en la guerra.

Si uno se asoma
por la rue Saint Jacques
su nombre seguramente
pueda encontrarlo inscrito
en la interminable lista
a la entrada del Liceo.

Pero esta noche
tras la pared de la estancia
que de prestado habito
sólo imagino a un Sartre
que entre el humo de su pipa
contempla de brazos cruzados
la cúpula del Panteón de París
acariciada tiernamente por la luna.

 

 

Federico García Lorca, Pespectiva urbana con autorretrato, 1929 / 1931

 

 

ALGUIEN

Esta noche supongo.
Alguien
sin amigos
dormirá aburrido frente a su televisor
a la espera de una llamada telefónica.

Alguien
nombrará cosas inciertas.

Alguien
se detendrá frente a la puerta
de una casa donde nadie le espera.

Alguien
intentará traspasar
su propia memoria.

Alguien
dejará caer los pedazos rotos
de una fotografía
como si aquello constituyese una venganza.

Alguien
gritará desesperado.

Alguien
volverá los ojos
que ya no quieren ver las mismas cosas.

Alguien
llegará tarde al trabajo
por culpa de esas palabras necesarias
después del amor a la persona amada.

Alguien
que no se ha dado cuenta
aún de su propia muerte
caerá en una calle céntrica
en New York
Hong Kong
Berlín
o Londres
con un enorme agujero en la frente.

Alguien
posiblemente como tú o como yo
se levantará de su cama
pensando quizá
que nada
nada de lo que suceda afuera
es más importante
que su pequeño
y miserable mundo.

 

 

 

LA PASIÓN

Existe bajo el follaje
de tu luz de amanecer.

Se aloja sobre el canto
de una nota wagneriana.

Se esconde tras una muralla
de hojas de jazmín.

Se baña con plumas exóticas
en una playa de África.

Se sumerge en tu pupila
y en el frío de tu piel
que no duerme conmigo
desde hace siglos.

 


* * *
Derechos reservados
©Carlos Ernesto García

NOTA BIOGRÁFICA

Carlos Ernesto García nació en Santa Tecla, El Salvador, en 1960. Poeta, escritor y corresponsal de prensa salvadoreño. Autor de los libros de poesía, Hasta la cólera se pudre, editado en Nueva York, en versión bilingüe inglés/español, bajo el título Even rage will rot; A quemarropa el amor; La maleta en el desván y, de la antología personal, Unë nuk kam shtëpi (Yo no tengo casa) Albania, 2010. También publicó el libro en tono novelado, El Sueño del Dragón, que narra su travesía por el río Yantsè (China) y otro de reportajes titulado Bajo la Sombra de Sandino, basado en una serie de entrevistas a destacados ex comandantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Ha sido invitado, por diversas instituciones académicas y culturales de Europa, Asia, América Latina y Estados Unidos. Su obra poética ha sido traducida a varias lenguas, entre las que destacan el inglés, albanés, árabe, chino y francés. Su poesía fue ha llevada a los escenarios por la compañía de teatro neoyorquina, Guacamolink Performing Arts; vertida al lienzo por el pintor belga Marck Debroux y musicalizada por el reconocido grupo nicaragüense Los de Palacagüina y el salvadoreño Grupo Trova (hoy Grupo La Cayetana). Su poesía ha sido incluida en antologías nacionales y extranjeras. Está considerado por la prensa extranjera como el padre de la crónica poética. Desde finales de 1980 vive en Barcelona.

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