Foto / ©Mike Rojo
Hellman Pardo (Bogotá, 1978). Poeta y narrador. Ha ganado varios premios de poesía entre los cuales se encuentran: Eduardo Carranza en 2010; Casa Silva en 2011, Premio del Festival Internacioal de Poesía de Medellín en 2014 y el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2018. En la 31 Feria internacional del libro de Bogotá lanzó su primera novela «Lecciones de violín para sonámbulas» (Ibáñez Editores, 2018).
De su libro Reino de peregrinaciones
Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2018
AMÍLKAR ESPITIA, HERRERO
Labrar el hierro es mirar con dureza las estaciones.
He levantado con lingotes sólidos
la viga que soporta el campanario de Catalpa.
Forjo en el yunque de la misericordia
las herraduras de caballos tristes
en cuyo lomo cabalgan el fuego,
la nostalgia, los pétalos del amor.
El fuego
es un metal pesado que construye señales en la sombra.
La nostalgia
es la niña muerta del recuerdo.
Los pétalos del amor
son las semillas perdidas en el pico de un colibrí.
Labrar el hierro es cargar un martillo en el hombro
y mirar con dureza la luz apolillándose a sí misma.
LA LLORONA
En las Guerras del llanto
solo persiste la sal en la lágrima.
Toda aldea conserva sus espantos,
su manera de preguntarse
si lo irreal es también posible.
En Catalpa, por ejemplo,
se oye el torpe rastro de La Llorona,
un ronroneo en los matorrales prohibidos de lo lejano.
Por su espalda
desciende el cabello como cascada de árboles,
tálamos de siemprevivas que agitan los ángulos del río.
Un escapulario ampara sus huesos húmedos.
Sumida en la vergüenza,
se envuelve con la túnica del arrepentimiento.
La Llorona tiende a chapolear el agua,
a enlodarla con su grito culpable.
Cuando la medianoche se enmusga en el tiempo,
el llanto salta la planicie,
sus altas quejas profanando el tímpano de los durmientes.
Sjtu/ Pixabay
PABLO CEPEDA, CREADOR DE INSOMNIOS
No es la inmovilidad del sueño,
es la movilidad de las alucinaciones.
Guardo en vasijas de arena
la ilusión del ciego:
imaginarse la resonancia de la luz
cuando extiende su amanecer entre bosques talados.
Dejo que sienta la redondez de su fruto,
su opacidad más blanca.
Solo allí puede contemplar el silabeo del pájaro caminero,
el desprendimiento de todos los soles
en el sol noctámbulo.
Para el ángel llevo en mis alforjas
las alas perdidas del último cernícalo
que consumió la madriguera del insomnio.
Forjador de espejismos,
cargo en la sombra las pesadillas del general Santander
tras su largo exilio por los jardines de Vauxhall.
De la niebla
formo el escalofrío que logra aferrarse al ciego,
al ángel, al general que aún se encandila
con los vestigios rotos de la Ibáñez.
Para los demás mortales
viejos cántaros donde se recoge, en reposo,
la vigilia.
MATILDA HIGUERA, COCINERA
Antes de talar el pecho de cualquier cebolla,
extiendo una oración al santo patrono
de las especias.
Pocos saben que la cebolla también llora
cuando la cortan en rodajas.
Su crujido al fuego es una ráfaga
que fecunda la nariz de los que sueñan.
En la cacerola, junto a ella,
conviven el ajo, la zanahoria,
el cilantro.
La gran cuchara del alma
revuelve el aroma que ha de fundirse con el lado abofeteado de su mejilla.
La sopa humea los escondrijos de Catalpa,
ensaliva el paladar de la aldea.
Lars Nissen/ Pixabay
ISRAEL MENUNGA, PANADERO
El trigo
debe recogerse antes que lo acaricie la levadura del alba.
Cada semilla con su pulmón abonable,
con el latido picapedrero de su médula.
La molienda es dulce y arroja el aroma del cereal
en cántaros que amparan su reposo.
Para que su aliento alcance el punto preciso de la madurez,
ha de mezclarse
el almidón con el agua de lluvia
que solo se encuentra en los párpados
de una mañana desvencijada.
Nace el pan en la tierna espiga de la comunión,
en mis manos
que siempre buscan amasar la melancolía.
THELONIUS MONK
En la tarde en que los paraguas relamieron la humedad estancada
de Catalpa,
un forastero visitó la posada de Lorenzo Cercas.
Decía llamarse Thelonius Monk.
Pasaba por allí buscando estribillos de guerra,
viejas partituras de gorjeos impelidos
por algún pájaro hechicero.
Sostenía
un clavicémbalo en cuya asonancia
se empozaba el aire con luminosa fugacidad.
Alguna vez
en la plaza Isaura
tres ejes estallaron de improviso.
Sin conmoverse,
Thelonius extrajo de su sombrero las llaves del desamparo
y ajustó los ejes
que ya pendían de un tallo de olivo.
La música es hija de la fatalidad,
dijo,
y continuó pulsando las clavijas.
ISAÍAS RONDEROS, EL SASTRE
Trazar la línea de la solapa uniéndola al cuello
y por la extensión de los botones,
desprender el hilo en dos cabezas para crear un ojal
entre la aguja y el pasado.
Hacer crujir las tijeras en la sábana infiel
que envolverá los cuerpos abatidos de mañana.
Voy por la Singer
remendando la membrana ciega de la transparencia,
el lienzo zurcido en los telares de la escritura.
Mabel Amber / Pixabay
EL COJO BARRIOS, GUARDAGUJAS
El comisario de caminos dice que soy el empleado
que ajusta los desvíos del ferrocarril.
La afirmación es vaga.
Es cierto que enlazo las bifurcaciones del día,
las cargas que arrastran la ceniza de los torturados,
sin embargo,
prefiero que las buenas gentes me recuerden
como un anacoreta del olvido.
Lo destruido se ahúma en cada aguja removida.
Encarrilo los compartimentos que temen inclinarse
por el peso de carbones recién extraídos en la desgracia.
Es tarde. El tren dejó de anunciarse hace cinco meses.
Aún espero sus vagones sonámbulos
en la línea que traza la distancia.
EL MARISCAL VICTORIO
En las tácticas de combate
es permitido montar el potro de la expiación.
Recuerdo huir montado en su lomo izquierdo por la colina
perseguido por falsos héroes.
Asomaban los fusiles de polvorera
para amedrentar a mi ejército.
Ya no tengo ejército.
Todos han muerto.
Pero un mariscal siempre será un mariscal,
aunque en su pecho cargue una lágrima o un falso héroe
o las espuelas en el potro al lado izquierdo de su lomo.
Por eso todos los días a media noche
la vieja carabina escopetea topacios para salvar de la muerte
al ejército que descansa en mi pecho.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA
(Bogotá, 1978). Graduado de ingeniería electrónica, carrera que ejerció por más de siete años. Entre sus premios literarios se encuentran: Eduardo Carranza en 2010; Casa Silva en 2011 y el Premio del Festival Internacioal de Poesía de Medellín en 2014. En 2011 el Ministerio de Cultura le concede la Beca a la Circulación Internacional de Creadores en New York. Ha publicado La tentación inconclusa (Común Presencia Editores, 2008); Anatomía de la soledad (Gamar Editores, 2013); El falso llanto del granizo (El Ángel Editor, 2014); Los días derrotados (Cuadernos negros, 2016), y Reino de Peregrinaciones (Gobernación de Norte de Santander, 2018). Miembro fundador de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida. Pertenece a los consejos editoriales de las revistas Ulrika de Colombia y La Otra, de México. En 2018 recibe el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus por su libro Reino de peregrinaciones.
⊂Ο⊃