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PRÓLOGO O PALABRAS DESDE LA CORDURA
El 11 de mayo del 2005 ingresé a Urgencias del Hospital Neuropsiquiátrico J. T. Borda de Buenos Aires. El primer dictamen fue que sufría de una alteración nerviosa y un grado alto de delirio con fuerte propensión a la violencia. Echaba saliva por la boca, gritaba obscenidades y me golpeaba contra las paredes.
Bastará decir que pasé irrecuperables años en ese lugar, saltando de psiquiatra en psiquiatra, con fuertes medicaciones que me mantenían dopado todo el día y hasta periodos de total ensimismamiento amarrado a una camilla o arrojado en un rincón con una camisa de fuerza.
Si hay algo difícil en la locura es salir ileso de ella. En marzo del año antepasado ingresó una psicóloga a hacer sus prácticas, la Dra. Dalzotto. Ella fue la primera que me sugirió escribir los “monólogos blancos”, como yo solía llamar a esas voces en mi mente. Me rehusé de forma tajante. Pasaron meses de terapia con ella, hasta que una vez me mostró un conjunto de hojas impresas tituladas “La sal de la locura”. Las miré con temor. Me confesó que me había grabado durante nuestras cortas sesiones y que en sus horas de descanso transcribió lo que le parecía más coherente. Mi primera reacción fue de ira y decepción. Luego abandoné la terapia por petición personal.
Pasaron varias estaciones hasta que una mañana, en mi habitación, indescriptiblemente, me vi, me sentí, me recordé. Leí una y otra vez los textos. Avergonzado, solicité de nuevo la cooperación de la Sta. Dalzotto, quien asistía a un taller de escritura con un reconocido poeta. Fue a ella a quien dicté la segunda parte de este libro: de memoria, sin vacilar en una palabra, en un sentimiento. Seiscientos ochenta y cinco poemas —creo que los puedo llamar así— escribimos en casi dos años. La selección de los textos que han sido suprimidos corrió por cuenta del poeta, a quien la Dra. Dalzotto pidió ayuda. Gracias al entusiasmo de él es que la Dra. Dalzotto ha impreso y enviado este legajo de poemas al Premio Macedonio Fernández.
Diré, finalmente, que si algo me ha ayudado a sobrevivir ha sido el acto humano y desesperado de salvarme; no la poesía, aunque el deseo de poner en orden los días y las cosas sea un acto poético.
Ahora, gracias al Servicio Social del hospital trabajo como mecánico de barcos, vivo en la Provincia de Tierra del Fuego y miro el mar tratando de escribir el sueño de un hombre normal.
Dedico a la Dra. Dalzotto este libro, que si tiene valor estético es por la ayuda de su mano, que si tiene valor espiritual es por la sal que extirpó de mi locura.
Ariel Müller
Agosto de 2010, Ushuaia, Argentina
HAY UN TERRIBLE ABISMO ENTRE PALABRA Y PALABRA, cuyo fondo es lo que no puedo nombrar. Ellas mienten como las sirvientas que ocultan el vaso quebrado del día. Ellas ocultan por ese miedo a desnudarse, a mostrarse en público con el rostro que no tienen. Las palabras trafican con el desencanto, me alejan del jardín exacto, de lo que aún no ha naufragado. Las palabras me vendan los ojos, me tientan a caminar en la oscuridad, me empujan por las escaleras. Creemos en ellas porque sólo entendemos el pequeño ensueño que arrojan de sus puños. Caen como un polvo en la noche. Suenan como un cuerpo desnudo contra el piso. La impotencia de inventar una palabra que me nombre. La felicidad está en lo que nunca dirán. Las palabras: sogas hechas a la medida de nadie, cordones que no alcanzan a atar, agua que no sacia. Ni la tortura ni la espera paciente ni el caso omiso las conmueve. Quisiera saber toda la sangre que corre por la palabra alma. Quisiera, por un instante, asomar la punta de la nariz al jardín de la palabra noche. Quisiera por un milagro y, entonces, decir de este dolor la verdad.
VOY POR EL MUNDO CON UN AGUJERO DE BALA en el pecho. El aire me atraviesa de frío. Los niños juegan a asomarse de un lado y otro. Por allí, la única mujer se me fugó y la única orquídea que sembré no quiso echar raíces.
Voy con esa música de violín perforada. Con ese delirio de insomnio.
Voy caminado por las calles con un agujero de bala en el pecho. Represento muy bien mi papel de muerto. La gente no se asombra de verme malherido y distante. Los hombres meten su dedo índice comprobando que no es un engaño. Creen meter el dedo en un sueño. Y la pérdida es que despierto y la herida sigue sangrando.
Es un sueño que me sostiene de los hilos del mundo.
Es un agujero de bala donde me cabe todo el mundo.
ES CLARO QUE DIOS SE ESCAPÓ DE MI CRÁNEO. Que se fue dejando una estela de sangre. Una gotita que un gorrión pisa y esparce sobre el piso blanco.
Escuchaba yo una llanura de carneros, los oía arrancar con sus quijadas las raíces. Ese ruido cuando arrancamos la hierba, ese mismo ruidito cuando arrancamos una rosa como un cabello.
Tal vez quise decir que escuchaba voces. Un susurro inesperado al cruzar la calle. Volteo y miro alrededor y no hay nadie, pero alguien que no está me mira desde la esquina. Solo. Inquietante.
Fue el viento, me digo.
Fue sólo el viento, me repito.
SIEMPRE QUE ESTOY SOLO SE ME OCURRE UN PERSONAJE. Es la misma escena desde hace unos meses. En realidad no sé si la he leído en alguna parte o la he imaginado. Hasta ahora no entiendo por qué no cambian los detalles. Se me ocurre que hay un hombre viejo encerrado en un cuarto. A través de una puerta pequeña le pasan los platos con comida. Los traga moderadamente. Masca un muslo de pollo y le parecen bellos los cantos de los gorriones. Luego pasa a través de la misma puerta el plato desocupado.
El mismo anciano con su cabello blanco en desorden se sienta frente a un piano. Oprime las teclas como si de verdad supiese interpretar el instrumento. Cierra los ojos como despojado por la música. Ladea la cabeza de un lado a otro como si viajara en la balsa de las notas. Pero ocurre que dentro del piano las cuerdas están cortadas con tijeras. Del piano no sale ningún sonido. Es en ese instante que el hombre se voltea, me mira por primera vez y me dice: “¿Escucha el silencio?”
Es complejo, muy raro, porque yo escucho la más bella sinfonía.
EL DIARIO INÉDITO DEL FILÓSOFO VIENÉS LUDWIG WITTGENSTEIN
(Fragmentos)
1
1. La realidad está limitada por la totalidad de la poesía. La poesía no tiene límites.
1.1. La poesía es un jardín: un jardín que habla de otros jardines.
1.11 Poesía, en una palabra, señor entrevistador, es requiem.
1.12 Pero la mejor definición de poesía es la siguiente proposición: Poesía no es ni lo uno ni lo otro; quizá tampoco lo tercero.
1.13 El lenguaje es la flor, dijo Mallarmé. Si esto es así, entonces, la poesía es la floración: encantamiento de la flor.
1.2 Under the Winter: quizá su madriguera más cálida, más productiva.
1.21 El único enemigo de la poesía es el poeta: allí, es él contra él mismo.
1.22 & ese silencio… ( ) Es el lenguaje que reclama su propia poesía.
1.3 El mundo siempre ha sido una colección de murallas, & el lenguaje no es más que una de esas inquisiciones del cielo. La poesía solo comete la osadía de saltarla.
1.31 La poesía es como el almendro: sus flores son perfumadas y sus frutos amargos.
1.32 Anudar una palabra a otra, con la esperanza de unir un hombre a otro.
1.33 La poesía que no extiende los brazos es una poesía mutilada.
1.4 Lo meta-poético son las arañas que se comen a su madre.
2
2.031 La blasfemia, el insulto: agrietan el aire.
2.0232 El desdentado está más cerca de la Libertad. No le pone obstáculos a lo que viene de adentro.
2.0233 Toda la mudez inexplicable es el recuerdo: el sintagma que se ha quedado anclado a la sal del pasado.
2.027 El pensar es numérico. Los números: imaginación enjaulada.
2.0271 Todos somos contadores de sí-la-bas. El que quiera el oficio del aire: tiene que contar sílabas; debe saber más del número que del sonido.
2.0272 Es tan difícil llegar a la Nada. Es tan atlánticamente imposible dejar de nombrarse.
2.0277 Pero aún más difícil es decir el sueño: esa llanura de carneros misteriosos.
2.0279 ¿& qué hace tanta palabra, si no es luchar por el hombre, reverdecer al hombre?
2.02791 Porque uno tiene fe en las palabras, por eso es que creemos entendernos.
2.028 Cierro la boca: y me quedo solo.
3
3.2 Te veo, pero no sé decirte.
3.201 Alrededor de las hojas, a punto de quebrarse, vibraba tu voz.
3.202 Ahora que sé que estás del otro lado del sueño, temo soñar.
3.203 La libélula me visitaba con frecuencia & nunca trajo la visita.
3.2031 Soy la soledad a fondo. Soy la soledad a muerte.
3.2032 La poesía, como un arma, me defendía de mí.
3.2033 ¿Por qué lees este verso, en lugar de correr a salvarla?
3.204 No hay acción más trascendental que la del semen diluyéndose dentro de las palabras “entiérrate”, “vive”; en lo que se entiende cuando se dice “ser”, “estar aquí”.
3.2041 Desnudé una mujer. Entré en una mujer. Revolqué en todos los rincones. Te busqué sin desear hallarte.
3.2042 “Hoy ha desaparecido fulano de tal”, sueño que lees en el periódico, nada más como venganza, para ver si sufres lo que sufro, apareciendo & desapareciendo.
3.205 En un momento de desesperación, le rogué que me escribiera una carta. Me han llegado 3. No he sido capaz de rasgar el primer sobre. Toda ella era un vaso de agua temblando en mi sed.
3.2051 Escribe cartas el que no desea envenenarse consigo mismo.
3.207 ¿Cuántas mujeres caben en un hombre?
3.2071 ¡No digas tonterías!
4
4.0153 desnudo es la palabra más triste.
4.0155 Cuando no estoy buscándote, no danzo, no soy.
4.0157 Cierro los ojos & allí estás abriéndome los ojos.
4.016 Mi país camina atravesando el desierto: sin guía, con un pan mojado de sangre, sin tu Palabra.
4.0161 Señor, te diré la verdad: te hemos creado a nuestra imagen y semejanza, [no a la tuya], como a la radio, la guerra y la escritura.
4.017 Señor, sal de mí, invade mi oscuridad.
4.018 Si hay una proposición que exprese con precisión lo que pienso, es esta: Bueno es lo que Dios ordena.
4.019 Ha llegado Dios en el tren de las 5:15.
5
5.17 Orfandad, diosa del mal.
5.171 Mi orfandad es rotunda: estoy yo. Pero lo que me duele es él, la imagen mía, lejos de mí.
5.174 Dios, dime que estabas con ella, porque conmigo no estabas.
5.1741 Sólo cuando mueren los padres, se inicia el verdadero diálogo con la muerte.
5.175 Soy un huérfano, pero ¿de qué alma?
5.1751 La limitada noche del hambre, no encuentro otras palabras para nombrarte.
5.176 Vengo de morir. Vengo de nacer. El punto medio es una criatura sentada en el quicio de su puerta con un perro.
5.177 & te recuerdo, madre, como cuando la única luz era tu sombra.
5.1771 El cordón umbilical también es una cadena.
5.1772 ¿Si diseccionamos la palabra vientre encontraremos siempre la palabra centro?
5.1798 La orfandad es una noche indescifrable, donde un hombre enciende un fósforo.
6
6.5 Sólo vine a ver el jardín, leo en el famoso libro del diácono Charles Lutwidge Dodgson.
6.51 Los ancianos de Noruega sólo tienen dos sueños: desayunar en la cama con la muerte & no dejar morir las flores.
6.512 Las flores de Alexander no saben de las estaciones, no han leído literatura de invierno & les parece de mal gusto la poesía que habla de rosas. Las flores de Alexander sólo saben de la pobreza, del milagro de vivir, de los ojos del gato sobre la mariposa.
6.513 El cisne negro de cola blanca, que hace equilibrio con una pata, está perturbado: no sabe si es cisne o flor, las miradas de la gente lo tienen confundido.
6.514 Le susurro al cactus que no esté lejos, que no le rasgue los vestidos al viento, que por dentro un largo manantial le corre.
6.515 La sombra de un vikingo muerto hace mil años. El musgo abrazado a la roca.
6.516 Viéndolo de escorzo: el seco árbol de cedro parece un desesperado brazo con sus dedos en actitud suplicante. Tal vez desea la frente de la estudiante, tal vez ruega la mirada del cielo.
6.517 Lo que el dibujante de flores no sabe, es que la azucena blanca también lo está retratando.
7
7 De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca.
(Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2012)
CARTA DE LAS MUJERES DE ESTE PAÍS
Aquí estamos, con la espuma en la mano frente a los trastos,
escuchando el sonido de la sangre. A través de la ventana, la luz de la luna ilumina
los metales y las pompas de jabón. Estamos ya viejas y recordamos cosas frágiles.
Todas nosotras estábamos allí. Nos dejaron vivas para que pudiésemos
decir las manzanas podridas. También para que susurremos
mientras gotean nuestros dedos: “No nos arrebataron el amor”.
Quisiese que el dolor se fuese como se va la grasa por el sifón.
Pero el dolor está ahí como un hijo creciendo adentro nuestro.
El dolor nos dice: “Hijas mías, mirad cómo han mudado de alas”.
Hay brillo en las cucharas y los tenedores, pero el recuerdo, el dolor,
el apellido de nuestros hombres aún sigue latiendo entre las manos.
Mientras lavamos una olla, un sartén, un colador, hay una que imagina
bañar y acariciar el pecho, las manos, los pies de su hombre.
Son otros los que hacen la guerra, pero somos nosotras las que cargamos
las carretillas de lodo de un cuarto al otro.
Entre nosotras y el grifo de agua, la luna y nuestros difuntos cantando.
No nos marcharemos sin más. Vamos a lo profundo del misterio.
Buscamos en el humilde jarro de nuestro pozo las palabras más sencillas
para decir con exactitud la costilla rota, su mano tronchada, sus ojos abiertos y quietos.
Cuánta pena hay en esta tarea diaria de lavar los platos, los vasos, nuestras sílabas.
La guerra tiene el nombre de un varón, pero la memoria,
las vocales temblorosas de una mujer.
Nadie mejor que nosotras lo sabemos: “Todos somos culpables en la pesadilla”.
Y no hablar, lo creemos casi doblando las rodillas, es morir frente a los hijos.
Ninguna se oculte en la casa limpia, ninguna diga nunca, ninguna deje de desollar el alma.
Aquí estamos las mujeres de este país sacándole brillo a nuestros muertos.
Aquí estamos las mujeres de este país edificando con espuma
el amor. Aquí estamos las mujeres de este país
con la luna entre las manos.
Del libro Carta de las mujeres de este país (Nueva York, 2019)
* * *
NOTA BIOGRÁFICA
Nació en Bogotá, Colombia en 1979. Escritor, poeta y activista de Derechos Humanos. Después de un viaje de seis meses por Suramérica en 2008, se radicó en Buenos Aires, Argentina. Tiene publicado los libros de poesía: La sal de la locura, (Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández, Buenos Aires, 2010), El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein (Buenos Aires, 2012), Carta de las mujeres de este país (Ed. Bilingüe español-inglés, Nueva York, 2019) que fue Mención de Poesía en el Premio Literario Casa de las Américas 2017, La Habana, Cuba, y la antología La orilla de los heterónimos (Bogotá, 2020). Como investigador literario escribió los estudios Párrafos de aire: Primera antología del poema en prosa colombiano (Editorial de la Universidad de Antioquia, Medellín, 2010), La risa del ahorcado: antología poética de Henry Luque Muñoz (Editorial Universidad Javeriana, Bogotá, 2015) y en coautoría Yo vengo a ofrecer mi poema. Antología de Resistencia (Editorial Escarabajo, Bogotá, 2021). Es licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad de La Salle y profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido profesor de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional Tres de Febrero, UNTREF, Argentina. Codirige actualmente Abisinia Editorial y la revista de literatura Abisinia Review.