Puedo estar sin lentes ver borroso sí quiero ver sin lentes las cosas no entender todo desenfocar un rato
II
COLECCIONABLES
La gente dice: las cosas no son como antes
No, no lo son las cosas no vuelven a ser y atestiguar esto trae un poco de apego ala (sol) edad para así no acostumbrarse a nada para así abandonarlo todo y dejar que las cosas cambien (s)olas sin recuerdos cambiar con ellas e intercambiar las máscaras olvidar el mal gusto de perder
EDVARD MUNCH | Mujer joven, en la playa, 1896 | Agua tinta bruñida y punta seca en violeta, azul, gris y amarillo| Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
III
No entiendo este frío ni cómo sacarlo es como llevar la huella de un error sed, desproporcionada contención, que nadie nunca sanará
Tengo el interior florido de dulces pequeñeces demasiado tiernas para ser tocadas cualquier palabra mal dicha desata incendio
Corro, derramo en las colinas campos de mi infancia allí sé andar siempre sola nadie nada nunca entenderá mi temblor, formas vegetales animales, tropicales destructivas
Dolor es vivir callado espero a mis amigos que me aman y están lejos
IV
Todos los cubanos van a Miami terminan ahí, se reúnen los llevan las balsas de Mariel
Algunos dirían que haríamos lo mismo y que Miami sería el país que Castro soñó
Pero nadie quiso ir a Miami fue la fuerza silente de las cosas costumbre escuchar lo que tendría que ser hecho lo que tendría que pasar
Si fuese contable sabría de números pero sé de tierra y agua, sed por andar tanto en el aire he dejado la carne en el fuego, no se aprende sin poner el cuerpo así
Vivo mutilándome las manos, empecé a definir bien el contorno cortándome las garras para poder caer tranquila
EDVARD MUNCH | Chicos bañándose, 1896 | Aguatinta bruñida en color, entintada à la poupée, sobre papel verjurado | Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
V
A esta altura ya tendría que tenerlo robusto como gaviota, pelícano rematando peces sobre el agua picoteando firme en la orilla
Pero no. Sigo yendo a los bautizos con mi cara de sueño y ganas de beber vino barato. Escucho eco de risa satisfecha veo pétalos caer sobre las hojas
Esta letra tormentosa, vaga vibra. No está impresa en nada desnuda busca la noche, mañana susurra, repite, pide espacio Despacio, le digo
Balbuceo, lavo los dientes las manos, el pelo, los huesos repito lo que dice mientras ejercito el cuerpo como mantra doy forma danza bajo palmas firmes en el suelo: la casa es esta
EDVARD MUNCH | Dos mujeres en la orilla, 1898 | Grabado en madera | Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
Nació en Barquisimeto en 1985. Licenciada en Estudios Políticos por la Universidad Central de Venezuela (2007). Durante los últimos diez años ha vivido en las ciudades de Caracas, Buenos Aires y Nueva York, donde ha participado en proyectos de estímulo a la literatura de forma independiente y en conversación con instituciones tanto públicas como privadas; entre ellas Cultura Chacao, International School of Brooklyn y la Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Cursa el programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana y Crítica Cultural de la Universidad de San Andrés (Argentina). Obtuvo una mención en el I Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas 2016. Textos de su autoría han sido publicados en medios, revistas y antologías de Venezuela, España y Estados Unidos. Desde 2011 mantiene el blog literario experienceparoles. Trabaja con libros, configurando bibliotecas privadas y comerciales. Actualmente desarrolla un proyecto de investigación en relación al libro como vínculo entre Argentina y Venezuela llamado Afecto Impreso que cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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Las imágenes que acompañan los poemas son grabados y aguatintas del artista noruego EDVARD MUNCH, obras del Art Institute Chicago, catalogadas como de Dominio Público | CC0
COLUMNA DE TRADUCCIÓN POÉTICA MARÍA DEL CASTILLO SUCERQUIA Barranquilla – Colombia | Noviembre 21 de 2020
I. UNA MUJER SIN CASA
Toda mi vida he vivido con miedo a ser echada de la casa, en la oscuridad de la noche, en los días dorados de agosto mis pechos crecían recogía mis vellos del fregadero me escondía de mi padre en el ático fumaba sus puros, empujaba a los polluelos desde los azulejos me quedaba arriba por un día o dos sólo bajaba cuando me quedaba sin provisiones él me encontraba en la puerta la sonrisa, extinguida en su cara vienes a mí de nuevo, ¿o no?, decía escuchaba el chirrido de la olla de pretzel en la cocina, llena de mortificación por la cama, el sueño superficial la cuchara y mi primer marido en cada pelea sabía decir ¡vete al diablo!, lloriquea con otros y después de siete años de matrimonio volví a mi padre otra vez atravesé los caminos vacíos de este país con la cabeza gacha mi padre me preguntó ¿cuánto tiempo te quedarás? poco después, me separé de mi padre de nuevo mi segundo esposo cuidaba el pasto de los cementerios. La gente dice que está loco, se burlan de él por eso llegaba a casa malhumorado y no miraba a nuestro hijo siempre me hostigaba porque los terciopelos del balcón se veían desgastados pero no era así me arrastró de la cabeza como a una hilera de felpa y me arrastró hasta la entrada empujé la puerta con los pies tan sólo no me eches haré lo que me pidas, le rogué sin embargo, ya había visto el camino conocía el desempleo el naufragio se repitió otra vez.
PAUL GAUGUIN | Arlésiennes (Mistral), 1888 | Óleo sobre lienzo de yute | Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
II. REVELACIÓN
El primer día de otoño el amigo de mi padre descubrió, por accidente, una vieja tumba en su patio era femenina, no tenía nombre luna y estrellas talladas en piedra blanca abajo, a poca profundidad del suelo encontró algunos huesos omóplatos, partes de la rodilla
miré a mi padre, subía un envase de crema agria en la mesa, bajo la vid estaba sucio de tierra. Lo tomé removí la manchas con la yema de los dedos tallitos secos de maíz
tembló, el sol se ocultó en las nubes una sombra se precipitaba sobre el jardín cuanto más limpiaba el envase, más oscuro se hacía. El viento sopló
se me ocurrió que esta mujer desconocida cuyos huesos estaban apilados en un bote no quería estar con nosotros mientras con descuido, comíamos uvas
deja el bote, o ensuciarás tu vestido, dijo mi padre cuando miré mi vestido, la suciedad ya estaba allí adherida a cada pliegue inferior sacudí mi vestido y soplé en el cubo antes de ponerlo sobre la mesa
el sol volvió a brillar sobre el jardín se detuvo el viento los gatos se aferraron a mis piernas todo había terminado desde hace tiempo.
III. EL VERANO EN SU APOGEO
Cuando era niña mi abuelo me contaba sobre las mujeres que venían a buscar a sus maridos muertos en nuestras colinas
¿cómo sabían que debían buscarlos? se preguntaba el abuelo pues nadie escapó de nuestras colinas
es verano, paseo en bicicleta por el río muy lejos de las colinas
una anciana se acuclilla en la carretera la hiedra crece en su cabeza llora con ella, se limpia la nariz con el borde del negro pañuelo
los cerdos rompieron las tablas del gallinero, ¡ay! todas las noches el zorro se lleva una gallina
maldita vida, ¡ay!
no es maldición si tienes un par de uñas, digo y ella tiene uñas, en alguna parte las tiene pero no hay martillo
fue dichosa por cincuenta años su marido siempre estaba a su lado, en la casa en el jardín… La soledad era llevadera
todo se ha ido, el porvenir es misterio si tan sólo su padre hubiera muerto en esa colina mirando el firmamento, como los demás hombres del pueblo no estaría aquí, prisionera del campo
hablando una lengua que no comprende
años y años de rotas costillas quise abrazarla su tristeza fue un paredón me senté en mi bicicleta otro sofoco se precipitó.
PAUL GAUGUIN | La Orana Maria (Ave María) 1891 | Óleo sobre lienzo de yute | Metropolitan Museum of Art | CC0 Public Domain Designation
IV. MELANCOLÍA DE OTOÑO
El tres de noviembre herí a un gato
saltó frente a mi auto cerré los ojos su cuerpo rodaba bajo las ruedas
no conducía rápido nunca conduzco rápido como los furiosos en el asiento de atrás estaba mi hijo jugaba en su teléfono — ¿qué pasó? — fue un roca
miré por el espejo retrovisor el gato convulsionaba en el aire agonizaba, mas continué mi camino
no era oportuno que mi hijo presenciara tanto dolor deseaba olvidar lo ocurrido
llegamos a casa llamé a mi hermano — atropellé a un gato, ¿puedes ver si está muerto? no dijo nada y colgó
me preparé un café muy cargado lo sabía, no dormiría busqué experiencias similares en internet hallé tantas. Algunos habían perdido la cuenta de los animales que atropellaron:
perros, gatos, palomas, ciervos, conejos caracoles, ardillas, erizos, pájaros jabalíes, gaviotas cientos de manchas en el camino
mi hermano llamó — no encuentro al gato — ¿hay sangre? — está oscuro, no veo nada
recordé a mi madre, si ella estuviera aquí exclamaría ¡¿por qué carajos lloras por un gato?!
miré por la ventana la noche derramada sobre los puentes infranqueables lucía más vivo que nunca.
PAUL GAUGUIN | La siesta, 1892-1894 | Óleo sobre lienzo | Metropolitan Museum of Art | CC0 Public Domain Designation
V. BAJO EL CEREZO JAPONÉS
Bajo el cerezo japonés que florece junto a la carretera murió un viejo perro un criollo que echaron a patadas al que arrojaron piedras y colillas a cada paso que daba
eran las tres de la tarde venía del supermercado llevaba una bolsa sobre mi hombro y lo encontré echado las menudencias no revivieron su instinto lo empujé con un suave puntapiés
su pelo gris estaba cubierto de pétalos y algo más invisible
el cerezo se mecía despreocupado
pasaron niños que lamían su helado damas con colas de caballo padres muy queridos
entonces, me acosté bajo el cerezo japonés esperé mi turno en su calma.
Nació en Doboj, Bosnia y Herzegovina (1984). Es una poeta, editora, doctora en filosofía y profesora universitaria de literatura. Ha publicado seis poemarios y, con su obra, ha participado en numerosas revistas y antologías en todo el mundo. Es columnista de Publishers Weekly en Sharjah, EAU. Es miembro activo del Centro para el Desarrollo de la Sociedad Civil en Bosnia y Herzegovina, donde ha participado en varios proyectos destinados a promover la paz en Bosnia y Herzegovina. También es autora del documental “Los hombres y la montaña” y ha publicado más de 30 artículos científicos.
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Las versiones de estos poemas al español son de MARÍA DEL CASTILLO SUCERQUIA (Barranquilla,Colombia, 1997). Es una poeta bilingüe, escritora, tutora, médica oriental (Neijing, España) y traductora (francés, inglés, italiano, ruso, portugués, griego, árabe, español y alemán)l, con experiencia en radio y actuación (teatro y cine). Ha participado en numerosos festivales de poesía, recitales, foros, conferencias y encuentros culturales. Sus poemas han sido publicados en diversas antologías, revistas, periódicos y sitios web nacionales e internacionales (Filogicus, Libresta, María Mulata, Bharatha Vision, Alaraby Aljadid, Azahar, Atunis Poetry, El Heraldo, Muelle Caribe, Crisol, Uttor Kota, Sol y Luna, Protikotha, entre otros). Y traducidos al canarés, árabe, urdu, bengalí, griego, rumano e inglés. Es traductora y columnista de las revistas Vive Afro (Colombia), Altazor (Chile), Cronopio (Colombia), El Golem (México), Cardenal (México), Poesía UC (Venezuela), Revista Digital de Artistas (Argentina), Palabrerías (México). Contacto: lacabramontes@outlook.com +57 301 4520375