ESCRITORES COLOMBIANOS

ESTA AGRESTE NOSTALGIA | Poemas & Microrelatos de Luis Ignacio Muñoz

 

Foto |©Archivo particular

 

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Selección del libro
AQUELLOS AÑOS INÚTILES

MET | Dragón marino | madera y latón dorado | siglo XVII

 

I
Era detenernos en tantas canciones
que nos pintaban el mundo
tan propicio

Lentas palabras algunas veces
cada tarde
mientras soñábamos viejas ciudades
de Europa
con todas sus estaciones

Aprendimos el color del invierno
en postales de diciembre
y creíamos que el otoño
era apenas un anciano rojo
con singulares ojos de niño.

 

 

 

 

III
Sé que soy esos días
de hiriente cielo azul
que amasan un sol
de líquidos dorados

Soy las manos que destejen
unos días
que ya son otros
pero fijos
en la corteza del cedro

Zarzamora que enreda
y desenreda
mis propios pasos
en la voz de un instante

Quedan dentelladas
del tiempo corroído
en cada objeto.

 

 

 

 MET | Hércules y Achelous | marfíl | siglo XVII

 

 

IV
Una nostalgia recién adquirida
luminosa como ciertos diciembres
anida lentos espacios
en este rostro recién tallado
modelado a golpes de tiempo
y de intemperie

Una aérea nostalgia
de baladas recién cantadas
que se instala
es río
música
es los otros hombres
que intento cincelar
dentro de cada rebeldía.

 

 

 

 

VII

Fue el primer invierno
en nuestra espalda
de pájaros de vuelo sedentario
un gris menos opaco
en esa juventud que se deja
caminar bajo el aguacero

Intangible tiempo de niño
aún
sin la carga completa
de esta agreste nostalgia

Un invierno perfecto
para ver
cada silueta
de las irrepetibles muchachas
de regreso cada tarde.

 

 

 

 

IX
Estaba lo que llaman esperanza
disfrazada de ciertas mariposas
que solo puede ser
una voz de muchacha
un silencio como si el tiempo
estuviera hecho apenas
de las mañanas
un aroma de zarzas
nada amargo entonces
unas canciones que nos dibujaron
otro país
unas historias nuestras
en ese momento
que no lo eran ni lo serían
y los incansables muertos
los del vecino que llegó
los de la señora del otro vecino
los del otro los de los otros
en fin, mis muertos.

 

 

 

 

MET | Hércules y Achelous | marfíl | siglo XVII

 

 

TALLER DE LITERATURA

Tengo mis bolsillos llenos de palabras
que se atosigan
cuando mis manos
quieren quitar el frío

Cargo palabras en los bolsillos
para charlar con el café
de esta tarde

Decirle a la penumbra
una que otra ausencia
y contarme a mí mismo
alguna vieja historia

Tengo palabras que acaso
no puedan decirte
que el olvido también enferma.

 

 

 

Selección de
MICRORELATOS

MET | Dragón marino | madera y latón dorado | siglo XVII

LLUEVE

Temblamos como hojas a la deriva mientras el ruido de la tormenta arrecía en este refugio que no sirve de nada. Caen goterones de lluvia que parecen piedras y nos recogemos los cuatro pegando nuestros cuerpos. Temblamos con el bramido de los truenos al tiempo que los relámpagos iluminan en breves lamparazos el campo inundado. Nuestra madre se acerca y da vueltas alrededor del tronco en su desespero. Lanza fuertes maullidos al momento de llegar una corriente de agua que se aproxima a arrastrarnos sin piedad.

Es cuando aparece entre matorrales el hombre con una linterna y su impermeable.

 

 

 

 

LAS FLAUTAS ERAN DE HUESO

Estaba la prohibición y al mismo tiempo la tentación del secreto que no les era permitido conocer desde niñas. En la profundidad de las selvas estaban escondidas las flautas que no se les permitía mirar ni tocar. Era el miedo y a la vez la atracción por el misterio oculto y quebrantarlo. Sabía que en el fondo del viejo árbol hueco había algo más que unos sonidos que atraían el baile y la bebida y quería saberlo, le asaltaba esa inquietud siempre y cada día le era muy difícil de contener.

Y así lo hizo una tarde en que los hombres habían ido a cazar y nadie la vería desaparecer entre los matorrales. Llegó al gigante árbol hueco que quedaba a unos kilómetros de la maloca y subió por uno de sus gajos secos que daban entrada al fondo del tronco que era una especie de caverna. Allí estaba lo que llamaban flautas, en realidad un montón de huesos ennegrecidos como rezaba la leyenda, los restos del hijo Nacido de la fruta o el Enviado del sol, Yuruparí, que había sido sacrificado por los primeros habitantes de la tierra y al soplar a través de sus orificios producían una dulce melodía que se filtraba en cada poro de las rocas y los vegetales de la inmensa selva.

Recordó entonces el porqué de la prohibición, pues mirar las flautas y ejecutar el baile le significaba la muerte a ella y a las demás mujeres que se atrevieran a verlas. En tanto que la melodía iba generando un extraño conjuro se le revelaron las palabras del Chaman a través de bocanadas de humo de tabaco que se diluían en el aire enrarecido de la penumbra. Con gran sorpresa comprendió en ese momento que no era morir al contemplar de frente los viejos instrumentos prohibidos a ellas, hacía mil años, sino algo más terrible por lo que los hombres de la selva habían luchado siempre. Era algo más. Mientras iba danzando al son de la música que salía de la flauta, tras un leve soplo de su boca, supo que en los inicios de la humanidad el portador de aquellos artefactos y ejecutor de esta danza era también poseedor del poder absoluto sobre todas las cosas del mundo.

 

 

 

 

 MET | Máscara colgante de la reina madre: Iyoba | marfíl, hierro y cobre | siglo XVI

 

 

 

 

AMENAZA CONSTANTE

Salimos en el carro con Elena y los niños rumbo a cualquier lugar del campo que no se pareciera a la ciudad. Sin embargo, al salir a la autopista comprendimos que ya estaba congestionada. Multitud de personas hacían lo mismo que nosotros y ya no sabíamos si íbamos a lograr por lo menos alejarnos un par de kilómetros. Tantos automóviles en la avenida parecían una larga fila de hormigas luminosas que iban a velocidad de tortuga. Ya eran miles y después millones intentando abrirse paso a empujones sobre el pavimento. Elena y yo nos miramos durante largos instantes al advertir que aquella hilera infernal no se movía un milímetro.

Así permanecimos un rato más hasta que nuestros hijos en el asiento posterior dejaron de juguetear y empezaban a dormirse. Esta vez ella me preguntó si sería posible que alcanzáramos a dejar atrás la urbe antes que desapareciera tragada por la catástrofe definitiva y mi respuesta quedó colgada de la misma incertidumbre que me producía contemplar en la distancia las luces poblando el horizonte mientras empezaba a anochecer.

 

 

 

 

LA LÍNEA DEL FÍN

Como fuera que hubiese ocurrido sentía que despertaba de algo semejante a un letargo pesado y embrutecedor que no le permitía recordar por qué estaba allí. Se hallaba sentado en una playa solitaria acompañado apenas del sonido de las olas que se estrellaba contra las envejecidas rocas y por momentos retornaba a la tranquilidad. Solo un leve dolor de cabeza martillaba por dentro y se agudizaba con el ruido del oleaje y volvía a la extrañeza del momento inicial. Se trataba sin duda del lugar más extraño. Al frente tenía un mar inmenso que no le daba sino una aterradora incertidumbre en sus movimientos rizados. Al volver la espalda sus ojos se encontraron con otro incierto paisaje de inmensas extensiones de arena con rizos estáticos parecidos al murmullo del agua en serena quietud a esa hora. Se encontraba pisando el borde de aquella extraña línea que dividía el desierto del mar. En la inmensidad del horizonte no había ningún vestigio de vida. Era lo único que quedaba del recién aniquilado mundo, pero no sabía cuánto tiempo iba a demorar en saberlo.

 

 

 

 

MET | Figura sentada | cerámica, pigmento | siglos XII-IX a. C.

 

 

 

 

R-EVOLUCIÓN

La palabra sentía algo extraño que le molestaba sin acertar a saber con exactitud de que se trataba. Salía a la calle con cierta incomodidad. Realizaba viajes llevando a cuestas el mismo peso incierto. En casa por las noches a la hora del descanso soportaba con disgusto sin entender qué le pasaba. Así ocurrió siempre y comprendía ahora que en el pasado su nombre había sido pretexto para cometer desmanes e injusticias. Esta preocupación en el tiempo la puso a reflexionar sobre su incomodidad constante hasta concluir que era verdad, algo le pesaba y siempre había estado allí, sin duda la primera letra de su nombre. La R. Se la quitó sin dificultad y la lanzó al vacío. Hasta ese momento se percató del verdadero sentido de su existencia que ahora lograba asumir en su plenitud.

 

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Derechos reservados
©Luis Ignacio Muñoz 

NOTA BIOGRÁFICA

(Zipaquirá, Cundinamarca, 1965). Escritor y profesor de literatura. Ha participado en talleres de literatura en la Universidad de los Andes 1990, 1995, Taller de escritores Universidad Central de Bogotá y Escuela de Poesía de Medellín. Ha sido realizador de programas de radio cultural regionales, integrante del Consejo departamental de cultura, jurado en varios concursos de cuentería y narración oral. Ha publicado poemas y cuentos en las revistas Maguaré, Universidad Nacional, Revista Trans-Fugas de Bogotá, Hojas Sueltas de Neiva y 7LUNE de Venecia, un poema traducido al italiano por Silvia Favareto, Italia, 2015. En el año 2006 se publica el libro de poesía Reloj de aire, en 2014 Cuentos para rato y en 2016 Inocencia de la noche. Participó en el 2014 en el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ha hecho parte de las publicaciones Espiralipse, de Zipaquirá, 2009 y en la recopilación de leyendas e historias de la Tradición oral de Nemocón, Contaban nuestros abuelos, 2015. Algunos poemas han sido incluidos en tres antologías de autores cundinamarqueses. Premio departamental de narrativas, 2016 por parte de la Gobernación de Cundinamarca y el IDECUT. En el 2018 y 2019 ha sido publicado en las revistas internacionales de carácter virtual Brevilla, E-Kuoreo, Piedra y Nido, Letras de Chile, Ikaro, Delatripa, Los raros, Fantastique, En pequeño formato, Plesiosaurio, Mentekupa.

 

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Las imágenes que acompañan los textos corresponden a figuras y objetos procedentes de distintas culturas, las cuales se conservan en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York – MET, catalogadas como de Dominio Público | CC0

 

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