Calles arriba viene el río rompiendo cementeras Atrapa casas, ganado, cultivos, hombres: Dios ha desnudado las intenciones.
La tierra se mece para seducir al humano dentro de su guarida El miedo por los abismos azules circula, avanza, circula Dentro de sonidos de horror y el desquite. La naturaleza sonríe. El hombre y la tierra han desgastado la paciencia de los elementos Cada vez que la luz de abajo precede a la de arriba Mientras circula, avanza, circula.
COMO EL CAMINANTE
He regresado a ti Como el caminante a las márgenes azules del peligro Crecido el pecho como el mar de leva Ansioso de lamentos y alegrías que salpican el alma.
He regresado desde el otro lado del sol Para contemplar la placidez oculta en las tardes del Río Grande Memoria exacta donde en las noches habita el frío Que muerde las entrañas del poeta Que aligera los vuelos placenteros De las palabras comprometidas con la nada.
SORPRENDIDO POR EL ROCE DEL MILAGRO
A lo largo de las fangosas aguas del río Se aproximan las grises sombras de la ceguera Escondidas entre grandes moles de arena y de cemento.
El hombre prepara el sacrificio diario a la tierra prometida Entierra los rayos de sol para animar la comedia Goza entre el delirio de la posesión Así el hermano mienta, asesine Sorprendido por el roce repentino del milagro. Del libro Receta para Llamar el Amor
WINSLOW HOMER | Black Bass de tamaño natural, 1904 | Acuarela | Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
LA CANCIÓN DE LAS LUCIÉRNAGAS
Olía a río malherido, algarabía de visitantes entre el Samán, Cantaban los muchachos historias difíciles de entender, imposibles de olvidar mientras la ciudad prestaba los recuerdos entre la confusión de las calles solitarias.
El agua se sometía a la historia de los árboles, como los cerros Huía a los embates de la soledad, a los golpes del silencio.
Todos lo sabían desde el nacimiento, como el breve paso de las luciérnagas Que enredadas en alas de amor, cegaban su canto para siempre.
Los hombres decían escuchar el canto del amor entre las piedras, Las luces reflejaban el juego de todos los días; El tallo del árbol encerraba el secreto del misterio tejido en la noche, Con largos hilos de savia, Olorosos a rezagos de concupiscencia.
Del libro Receta para llamar el Amor
LA VIDA EN FÁBULA
Juega a la claridad. El mar juega a que no importa el invierno y la sequía, El mar se mueve en las lejanías, lo que parece imposible, El mar sabe llegar a todas las orillas, Pero el mar no puede esquivar a la luna y sus desaires. El lomo del mar brilla bajo el imperio del sol, Todo es verde, A lo lejos azul, Piensa quitarse uno a uno los leños donados por corpulentos ríos. Antes solía guarecerse debajo de los armarios, Lo asustaron la borrasca y el desierto, Se movía creyendo que jugaba al fugitivo. Ha jugado el mar a cambiar de colores en la tarde, A que no importa la luna, A que el sol no duele; Pero continua abrasado por la sal Sin poder hacerse invisible porque siempre hay orillas Y se acaba su sabio vaivén Y se mecen los troncos en su lomo, Y se hace más fuerte la ida y el regreso Y cae atrapado en manos de dios.
Del libro De cuerpo entero
NO INSTALES NOMEOLVIDES EN EL FONDO DE LA CASA
No instales Nomeolvides en el fondo de la casa Los vientos del desierto se acercan, A despertar a las hormigas con su aliento de matorral.
Entre los escombros el deseo sube y se derrama, Como el río crecido azotado por la borrasca, En procura de la soledad del mar, para sembrar los silencios.
No instales Nomeolvides en el fondo de la casa, El hombre ha incendiado con sus latidos las luces de la tarde; Para atropellar una y otra vez el canto del amor.
Del libro En otra calle
CAMINABA POR EL CENTRO DE LA CALLE
Esa mujer ansiosa del asfalto, del ladrillo, del cemento, A quien le importaban poco los latidos del reloj, Las enseñanzas de los viejos, Los ladridos de los perros, Y las imágenes que le brindaba una mañana rebosante de alegría, La música de cuerdas y la danza de la nube virginal.
Esa mujer, por el centro de la calle, celular en mano, Soñaba con más datos, más aplicaciones; Con más tiempo para sumergirse en la web, Que genera las sombras de otro paraíso Donde no existe el hambre, el dolor y los compromisos.
La alegría del carnaval le rodeaba la cintura Ella sonreía y volvía a una realidad que le estropeaba el sueño, Por la negligencia de la batería número 112455, vacía Y con la marca descontinuada, Sometida a la galaxia más perfecta que existe.
WINSLOW HOMER | Breaking Storm, Costa de Maine, 1894 | Acuarela | Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
LLEGA EL VERANO, REGRESA LA ALEGRÍA
Cuando los soles se atreven a despertar las almas, Cuando las almas intentan desechar la humedad y el sacrificio, Regresan las playas, la música, la naturaleza en su concierto sin final.
Es la ebriedad de las lunas que se atreven a llamar por su nombre a las luces del día, para proteger huéspedes y arreboles, para apartar angustias y contingencias, hasta la otra ronda de los tiempos.
Es el milagro de la sal marina disolviéndose en las carnes, Para prometer sabores medianeros Entre el paladar y la mente que provoca.
Es la magia de los colores, animadores de cualquier desborde de fantasía, Saciando la sed del estar en un lugar ubicado no se sabe dónde.
Del libro Paisaje de memoria – Antioquia
EN LA MADRUGADA EL AMOR SE ABRE COMO LA RISA DE
LAS FLORES
En la madrugada el amor se abre como la risa de las flores Donde hacen nido los jóvenes de entrañas llenas.
Se escucha en la soledad de la hacienda una catarata de canciones de amor Que se estrellan lentas en el corazón de la hondonada.
Arriba, en la casa, el fuego retuerce el carbón de piedra, Las mujeres temblorosas el amor advierten; Se desgranan luego susurros en la alcoba, Perdidos entre la oración y el sacrilegio.
En la madrugada el amor se abre como la risa de las flores Para tentar a hombres y mujeres que en la profundidad de las cañadas Dicen hallar las claves para entrar al paraíso.
Del libro Ilusión
ÁFRICA
Si escuchas el romance del sol y la tierra Si sientes el llamado del sol canicular Imagina que alguien, algo, avanza, feliz; Para desafiar las voces, las leyes del destino. Un concierto de tambores hace el reclamo, Comunica las querellas del hombre, Tendido sobre los altos y bajos del camino, Escucha los ecos dormidos en la bóveda, En la casa.
África avanza, llama, se endereza, Levanta la cerviz y no calla, Soberbia, Imparable.
África sabe que si se acaban los ardores de la partida, Hay refugio seguro en los sonidos brasileros, En los sentidos que buscan siempre una explicación, Entre las luces de cada día.
WINSLOW HOMER | El abanico de agua, 1898/99 | Acuarela | Art Institute Chicago | CC0 Public Domain Designation
RAIZALES
En estas montañas profundas, En el apéndice del mundo, Nacimos, crecimos, correteamos, Hijos de negros, hijos de mestizos Y de cuanta criatura quiso dios tuviera existencia.
Sin creer en tantas historias escritas en las páginas olvidadas Nos dijeron estábamos abandonados a cualquier sueño, hasta la hora en que la mente pudiera medir los desastres.
Mentira, nadie nos habló del caos provocado por la necedad Cuando insiste con sus tentáculos apoderarse de otros silencios.
Ahora que la oscuridad ha partido Sabemos que el universo es más sabio Que el aire de esta deliciosa humedad.
LA ILUSIÓN
Como la roca que emerge del océano Limpia, sublime, Imponente, Mostré la cara al sol que estrellaba sus fauces en el acantilado.
Sólo un chapuzón de confianza Y la tierra engulló la arena Se llevó el agua Silenció al viandante.
En vano quise ser halcón Girar desde lo alto Irrespetar el vacío.
Del libro Fronteras
CUANDO CORRE EL VIENTO DESCOCIENDO EL AIRE
Suda la frente del árbol desnudo en medio del bosque sediento Al lado el lago y su mirada suave, indeleble.
Una nube de ramas retuerce los alientos Cuando corre el viento descociendo el aire Y los hombres soliviantados por la natura piden perdón: Calla la voz de la justicia. Cada fuente natural guarda las historias Donde las carreras y la alegría disimulan los amores Donde la barbarie sosegada disimula las afrentas.
En el celaje del relámpago hallé el camino de la infancia un corredor apacible un patio súbito de encantos el escondite secreto de esos días cantados en la algarabía de la tarde
Infancia ungida con hierbas y asombros en el filo de la luz con una ronda de pocas voces
Sólo éramos tres anudando miedos en el reclamo del trueno en la desolación de los espejos en los baúles y su abandono Sólo éramos tres en medio de la tarde en el corazón de la noche
Quibdó (Chocó), 5 de enero de 1948. Es poeta, novelista y cuentista. Licenciado en Filología y Topógrafo. Ha publicado los libros Lámparas de mi tierra (cuentos), 1983; Campeón de sueños (cuentos), 1984; Viaje a pie al Akasha (poemas), 1991; Crónica poética del Huila (compilación), 1998; Receta para llamar el amor (poemas), 2006; 7 y 45 (novela), 2007; Paisaje de Memoria – Antioquia (poemas); El toque del tiempo (poemas), 2009; Sambapalo (novela), 2011; Cuarto creciente (antología poética), 2010; Tiempo de gracia (novela), 2014; Ilusión (poemas), 2017.
Sus poemas fueron publicados en las antologías: Quién es quién en la poesía colombiana, 1995; Poetas de fin de siglo, 1999; 50 Poetas colombianos, 2010; Puentes de agua, 2017. Seleccionado en el Blog Poetas Colombianos, 2017; Antología Mundial de Poetas Siglo XXI, de Fernando Sabido, 2017. Hace parte del Estudio de Poetas Afrocolombianos, Universidad de Pensilvania 2010.
Participante en los Encuentros Mundiales de Poesía de Santiago de Cuba, 1995 y 1996. Poeta invitado al 28th. Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2018. Incluido en el Calendario Burdelianas Poetry 2021 | Un año de Arte y Poesía.
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Las imágenes que acompañan los poemas son del pintor estadounidense WINSLOW HOMER, obras del Art Institute Chicago, catalogadas como de Dominio Público | CC0
Registrar el universo por el respaldo, acumular todos los datos posibles de la harija y la pátina, preparar el informe de las imágenes que nunca existieron y pensar que se inventa.
Sortear la pena de no crear, producir siluetas enteramente echadas a perder, dejar que un texto muera sin lector inventado y soñar que el viento puede descifrar el amor.
Dejar versos en la espalda de un muerto, dejar caer una letra como si fuera una porcelana y sentir en un cuerpo dormido el calor de la ternura.
Vivir los días creciendo o casi consumiendo, acumularlos para la fecha festiva de las márgenes y oír que tienen nombre, que se van llenando de fantasmas.
Construir un propósito al levantarse para poder caminar seguro del suelo. Sospechar que hace falta algo para que sea completo el humano que dejamos de acicalar en el baño.
Concentrar entre los ojos una promesa, dar por sentada toda la experiencia y saber que está vacío, todavía, el gesto para sonreírle algún día a los recuerdos.
Escribir, escribir hasta que comencemos a aparecer entre las cosas.
LAS COSAS QUE APRENDÍ
Aprendí que siempre se muere solo y que la agonía es la intimidad más reveladora.
Aprendí, que a veces, es mejor sólo desaparecer, volverse un desconocido para que todos puedan estar bien.
Aprendí que la libertad sólo puede estar en la distancia y que sentirse insatisfecho es una condición feliz para poder encontrarse.
Aprendí que el nacimiento siempre es un golpe de azar que conlleva todas las entregas y que la mejor forma de ser responsable con la vida es intentando ser uno mismo.
Aprendí que hay muchas cosas que no valen absolutamente nada y que muchas de ellas, sólo sirven para perder el camino, pero por sobre todas las cosas, aprendí que se debe luchar, pero no hasta la muerte, sino hasta el momento oportuno para poder dejar una historia. Aprendí que las mejores historias, nunca terminan.
Mi poesía es la infancia, los caracoles dormidos escuchando la lluvia, las melancólicas crisálidas colgadas como hamacas en mitad de la noche.
Mi poesía es la infancia, escondida en los armarios, buscando refugio al dolor de estar vivo entre las balas.
Yo tengo una cara arrasada para decirle a los juegos de las maras y el barrilete que las cicatrices sanaron para dejar marcas de protesta ante el olvido.
Hay un inventario escondido entre la tierra y una pistola de fulminantes esperando a que regresen los indios.
Hay un juguete para nombrar todo el desconsuelo.
Yo he desenterrado muchas veces el milagro que temblaba en mi mano como un polluelo.
Mi poesía es la infancia, que mira lela los telegramas resplandecientes escritos por los fusiles.
Todo ese murmullo son los mitos que quedaron confundidos ante el horror.
Yo vuelvo a la infancia para decir silencio.
Yo hablo de unas manos encalambradas de tanto rezo entre los labios.
Yo vuelvo a la infancia, a casas con laberintos felices de comején y hormigas buscando las melcochas.
Yo vuelvo a la infancia para recobrar los juegos y el coraje.
En mis ojos, sigue un niño columpiándose entre los Poma Rosas, un niño que sabe del campo, de las sutiles lluvias del asombro.
DIENTE DE LEÓN
Copito de nieve le decíamos y soplábamos los sueños con nuestros labios niños.
Muchas de las cipselas planearon, lo mejor que pudieron, hasta encontrar la tierra: el mullido amor que llamamos barro y que sirve para medir nuestro destino.
Fuiste mota en la nariz de un elefante la mejor manera de anhelar un beso o esperar una historia.
Has crecido en los bordes olvidados, en los lugares que van tomando nombre de callejón, baldío, frontera. Te he visto florecer en los campos como una invasión y en las orillas de una alcantarilla como el último intento de la belleza. Mañana crecerás sobre mi tumba, cuando todos hayan muerto.
He aprendido, de algún modo, a arribar a la claridad. Soy bastante material, cuarzo, leño, hojarasca y lágrimas.
Me miro al espejo y presiento que algo va arder de un momento a otro entre mis grietas.
Bajo la condición más cercana a la lluvia, he confabulado otras palabras para rehacer mi origen.
Alguien, me dio el amor, y lo abracé con todas mis fuerzas para salvar el mundo mas, nada ha parecido legítimo y he tenido que entregar muchas cuentas a la desolación.
En las orillas he logrado mis más cándidos naufragios.
Sólo soy alguien, que ha intentado inventariar las largas distancias del silencio. He recorrido la existencia como si estuviera visitando un recuerdo y he ido de un lugar a otro colgando mi fantasma entre los huesos. Tengo el corazón encandilado.
Quizás llegué inadecuadamente.
Este revoltijo de amaneceres no era todavía para gastarlo, pero ya no hay salida vine a despertar entre las cosas.
LO QUE EL OJO DEJÓ ATRÁS
He destrozado todos los tributos, las formas amables del resguardo.
He vaciado el nombre que me otorgaron, las cruentas persistencias del afecto y todo lo que podía sostenerme entre los huesos.
He huido, atizado por un fuego lejano, por la avaricia de cierto furor fugitivo. He huido como la resaca, como un niño asustado y he impuesto un dolor, la inevitable forma de la angustia.
Ahora tengo una masa de días para aburrirme, para entablar una soledad, y en ella, la insistencia de buscar el intuido sabor de una libertad más concebida a mi medida.
El ejercicio del desalojo promueve el abatimiento, produce una úlcera que arde con cada recuerdo, es como la agonía de una chispa, como el abismo de una hoja. No tengo el artificio para dejar quietos los fantasmas. Todo me arrastra hacia los tiernos lugares del origen. He provocado mi destino y cuando he tenido que invocar un Dios no he dudado en la gratitud del amor, en la inmensa y salvaje forma que tiene una caricia.
He insistido en la más personal versión de mí mismo, sin embargo, cuánto duele, cuánto cuesta no dañar, partir sin dejar rastro. Ver hacia la tierra de la infancia y no soltar el llanto.
Lo que el ojo dejó atrás se parece mucho a la tristeza y camino como un vagabundo, tantas horas, tantas veces, entre la niebla y el silencio llevando a cuestas el fuego como si de un fugitivo farolero se tratara. No sé qué calle es la que hay que iluminar para terminar conmigo.
Era la biblioteca, los libros como piedras preciosas. Bajo la superficie de esos cristales silenciosos un niño aprendió la letra cursiva para cortejar la primera revelación. Nadie conoce de los colores que pude observar en las tardes trepado a un Pomarrosa y sin embargo, dejé tentáculos arribando como piezas de museo en la memoria. Cada letra y cada dibujo constituyen la forma más feliz de la soledad. Desde un rincón perdido, en la infancia, lograba las primeras versiones de la errancia. Ahora, cada vez que me sorprendo en el espejo, un animal me mira sin miedo luego desaparece, en lo más profundo, dejando una mancha oscura en el aire.
ELEGÍA PARA MIS CANICAS
Pocos tenían una canica de vidrio transparente, pero habíamos los de las maras cristal puro, fundido para cubrir, en el centro mismo, unas vetas, unos colores deslizándose, otorgándole belleza. Esferas sagradas, como talismanes escondidos en los bolsillos dando tanto poder al saco de oro; qué ambiciosos éramos entonces, qué piedras preciosas mostrábamos como joyas y nuestra canica, contra los balines, contra los negros yunques del desprecio. Pocos saben del serio asunto en que nos metíamos cuando de jugar boliche se trataba la Troya era una verdadera guerra y entonces, comprendíamos mejor a Homero con sus reliquias cantando. ¿Dónde estarán las canicas de la infancia, en qué mano alumbrarán como una estrella?
POEMA PARA RECORDAR A UN HOMBRE QUE EVOCABA EL FUTURO
Debajo de las cinco de la tarde cuando los eucaliptos del viejo camino de la choza comenzaban a recoger sus golondrinas los dos calderos alquímicos de sus ojos salían a atisbar la piedra filosofal de la tarde. La mirada ágata empezaba a alargarse hasta herir el lomo de las nubes y el ocaso, desangrándose en un anaranjado violento hurtaba todos los colores al bosque.
La madera, a veces, aún cruje cuando siente llegar la brisa, que escurridiza, se desflora por entre los sueños de los bueyes dormidos: presiente la sombra del agorero a través del corredor, su respiración buscando el mutismo ansioso de los niños.
Siempre había delante de la terraza un silbido siniestro que daba la bienvenida a su voz de patriarca. Los mechones ahumados de sus cejas y sus barbas resplandecían como un lengua de fuego en la fogata. Todos buscábamos, sentados en el suelo, el calor tierno de la noche y los ojos nos brillaban como rubíes asustados, encandelillados por sorpresa ante su presencia.
Las sombras danzaban o cruzaban sobre el espíritu de las yeguas que estaban pariendo en el establo y un escalofrió color silencio nos bañaba la piel hasta convertirnos en un muñón de nervios abrazados. Su rostro perdía la humana sensación de la vida y entre las palabras parecía buscar de nuevo el regreso hasta su infancia.
Alguna vez dijo que en el solar estaba enterrada la calavera de un animal mitológico: un esqueleto que le había dado por enterrarse debajo de la fragancia de los seres que sólo él había recobrado del olvido.
La anciana bruja de la cocina nos decía, mientras salaba los pescados, que las cicatrices en las palmas de las manos se las había hecho un hojarasquín del monte y desde entonces nadie podía negar su poder de bestia obsesionada por la siembra. Muchos en la taberna del pueblo solían brindar por el abuelo levantaban sus botellas repletas de cerveza e imitando el vuelo de las luciérnagas escupían a las moscas dormidas en el mostrador creyendo que de veraz alcanzaban a figurar con inocencia un poco de la silueta pasada del anciano.
Nadie supo nunca de dónde vino, mas pronto se enamoraron de su ancha espalda con la cual podía echarse el pueblo a cuestas.
Siempre cargaba un pincel y toda la gente lo buscaba para que dejara la sombra de sus ancestros conversando para siempre en las salas de las casas.
Cuando hablaba de su pasado, solía callar y silbar y los años parecían, de pronto, ante su sola figura escabullirse como animales asustados. Cojeaba Como si pisoteara ángeles rebeldes y sus gestos le transformaban el semblante hasta convertirle los labios en oscuridad y aullido, pero a la luz de la acuclillada fogata nuestro viejo era más amable y su sombrero parecía una vieja lechuza descansando en su cabeza.
Sus palabras nos llevaban a navegar sobre lomos de cebúes que habían logrado aprender el lenguaje de las garzas. Miles de patrias fueron descritas con su palabra que, en los inviernos, engendraba el arrullo y el beso en nuestra frente.
A nuestro lado su sonrisa parecía señalarnos el día en que seriamos hombres: esa impecable entrada del juego nos presagiaba el final de una historia y a la vez, nos preparaba para toda su estatura. Su ancho poncho jugueteaba entre nosotros como un fantasma poseído por la risa y el viejo con sus manos de Dios nos alzaba hasta sus hombros para mostrarnos desde allí la inmensidad de la tiniebla.
Su ronca voz acallaba el bosque y todas sus criaturas y los niños pronto sabíamos que era hora de ir a soñar con el recuerdo de su credo.
Siempre se percataba de que todo quedara en orden: la casa, la anciana bruja de la cocina, los niños, el bosque y nuestro sueño, y como si algo le faltara, atizaba de nuevo el fuego en la fogata, y comenzaba con sueño a buscarse entre sus cuentos.
Yo que tengo por costumbre esta manía, esta verborrea pegada como cuero roto entre los labios, yo que grito y berreo hasta ponerme hinchado el corazón y los puños morados de tanto darle a nada y resentido.
Yo que me levanto a veces con cierta repugnancia arrinconada y susurrando, tengo que decir, que no es veneno lo que pasa sino un sabor originario que a veces nos pone a todos de luto hasta los sueños.
Esto de tener que vivir como saliendo a escena (como porfiando viento, muecas de fastidio entre los ojos), es apenas un motivo para echarle fuego hasta la sombra.
La vaina sencilla de levantarme con fastidio, de saber que vuelvo al ruedo aniquilando quejas tiene cierta insistencia de aguja punzado la carne o cualquier cosa que posibilite un grito.
Es que crecer, de pronto, con el olor de la sangre a ras de aliento es como ponerse a recordar lo echado a perder entre los sueños.
Que lo serio es esto; ponerse a vivir como si fuera cierto.
Llevar del pescuezo y a rastras, la sonrisa de hipócrita al trabajo, ponerse a hacer familia; abultar con cansancio las rutinas, llegar como despierto hasta un domingo; ponerse a mirar los días como si fueran diplomas colgados en el pecho y llorar, hasta reventar la sombra como pompa de jabón entre los dedos.
Es que gritar así no lleva a cuento sino a meras certezas de cuchillo. Es esa rasquiña, esa esquirla poniendo rojo el desespero.
Yo tengo esta manía, este desagrado hacia el reloj de las esquinas, esta gana de bajarme del mundo para siempre, de ponerle tarjeta de vencido a la mueca de amor que me vendieron.
Es que cargar de pronto con tanto lío de silencios perpetrando ciertas decepciones, con el capricho de saludar amigos y encontrar sorpresas como si fueran rostros, le vuelve arisca el alma a uno, le carga con fastidio las cobijas. Yo tengo desgarrado algo que se me sale, a veces, a maldecir los días; la sensación de no hallarme, la negación del tiempo haciendo estragos en mis huesos.
Es que uno, a veces, se levanta muerto rajado a la mitad, apenas floreciendo monotonías y bostezando hastíos.
Es que uno, a veces, se echa a podrirse encima de contritos desalientos, se nos eriza el compungido o una gana de rompernos las entrañas nos pone a mirar cualquier soledad con odio hasta estallar lamentos.
Es que a veces, yo, como cualquiera, enervado con ciertas cosas que le sacan filo a la tristeza me pongo en el oficio de desollar el llanto.
Escribir muy despacio para tener conciencia de la palabra que palpita.
Ser testigo de una hoja convirtiéndose en hojarasca.
Admirar la trasparencia que hace posible el color entre las cosas.
Resumir todos los versos y dejar solo la palabra inevitable.
¿Por qué sufro? hay tantos escombros y rostros en pánico, tantos patios donde siempre está el caracol y el lirio de lluvia.
Solares con muros de adobe y niños acuclillados buscando el silencio, es un óleo que jamás he logrado mirar desde el fondo; como la mujer asomada a la ventana o el acordeón presagiando la agonía.
Yo sufro y es amable este dolor de no hallarme, de buscarme o verme, de reflejar la cara estupefacta, enardecida y repleta de cansancio.
Me seduce el terror que sale como enredadera de los ojos, el mutismo con que reto el cristal y la presencia misma que abisma.
Hay otro en mi pupila un pozo, una profunda salida que no logro. Y estoy huyendo siempre.
Puentes colgantes que van de mi desolación hasta la habitación de la infancia. La fotografía de un niño sabiéndose recuerdo. Un ojo asustado, esa es la metáfora moderna.
Hablo de los años cuando el hombre encendía el fuego para contar historias. Digo que todo es penumbra, miedo a las sombras, a los espectros que nacen de la duda y la inocencia. Lo mejor era estallar. Besar el rostro de alguien entregando la presencia de la fe como algo natural que ocurre entre dos estrellas que pasan cada una hacia el olvido.
Yo me rompo, me agrieto hasta ser pedazo de barro reseco o pútrido desierto. Pero a veces se posa en mi resequedad una mariposa; de esas terribles cosas hablo. Días poéticos como pestañas entornando el tiempo y las ganas del cariño.
Quiero un detalle del pabellón de mi oreja, tener mi espalda de frente entre mis manos, llegar a los lugares imprecisos e imposibles de mi cuerpo; ese territorio que me basta para decir que no se conoce nada.
Y yo que tengo una apariencia, un racimo de necesidades como cascabeles colgando en una cuna vacía.
Quiero empacar mis pensamientos al vacío y en este verso escribir un espacio para decir que callo.
Hay relojes que no marcan nada y otros que insisten en ver algo que le hace falta a alguien para morir tranquilo.
Uno a veces marca vidas como si se tratara de dejar testigos de la desolación y son seres que llevan el desplazamiento palpable en la tristeza y esperan a la entrada de los cafés como si atisbaran una ausencia.
Es que todo, a veces, pareciera resumirse en aguardar las despedidas.
EPITAFIO
Porque quise la libertad, el aire, la misma muerte. Porque no me avergonzó ser un hombre, porque tuve el amor y los sueños y la soledad entre mis manos. Porque estuve vivo y dormí. Porque sentí el mundo con su historia insepulta. Porque el tiempo me fue llenando la memoria de recuerdos y de sensaciones inolvidables. Porque fui testigo de un arco iris y una luna llena. Porque comprendí el silencio tierno de los animales y jugué con las nubes. Porque observé el milagro de una crisálida y sentí el latir del corazón de un colibrí. Porque di nombre a las cosas y llené de dicha el alma de una mujer con caricias. Porque creí en Dios y en el Diablo y sin embargo, esperé siempre la nada. Porque lloré y reí y tuve orgasmos y sentí el presentimiento de develar un misterio. Porque fui feliz simplemente, por eso, porque mi tumba es un árbol y su aroma es el sándalo.
Bogotá, 1981. Licenciado en Psicología y Pedagogía con énfasis en Educación Comunitaria de la Universidad Pedagógica Nacional y experto en Lectura competente, de la Fundación Alberto Merani. Ha publicado los libros de poesía Las cosas que aprendí (Seshat ediciones, 2016; sello Uniediciones, 2018 y Seshat editorial, 2019); de ensayo; Razones de sobra (Uniediciones 2018), Murmullos de la intimidad (Uniediciones 2018) y la antología Depredación. Antología inusual de cuento colombiano contemporáneo (Seshat ediciones, 2017, Uniediciones, 2018). Sus artículos y colaboraciones en revistas nacionales e internacionales son: Fabulistas de la intimidad, revista Quimera, España, número especial de Navidad, 325; Mitológicas, revista Asterión No XLII y Raúl Gómez Jattin: la poesía como necesidad, revista Rara-Avis, Universidad Pedagógica Nacional, Nº 7-8, enero-diciembre de 2006. Ha sido catalogado en el centro virtual de la biblioteca University Harward y en el centro virtual de la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI). Su diatriba contra Rilke fue dada a conocer en el portal Renata del Ministerio de Cultura de Bogotá en el 2010. Una pequeña muestra de su obra poética fue publicada en la antología Nueva visión de autores cundinamarqueses (Editorial Gobernación de Cundinamarca, 2001). Su estudio Fabulistas de la Intimidad; Los Auténticos Extraviados, se publicó en la página virtual About, poesía en español de Nueva York y la colección de poemas Aridez en la revista Magazine Entremares de Alemania. Muchos de sus cuentos y ensayos han aparecido en varios sitios web de literatura como La raíz invertida, El cráneo de Pangea, Poetas del siglo XXI, Letralia, Claroscuro, Palabras esenciales, Revista Corónica, Macondo literario, Magazín del Espectador, Centro cultural Tina Modotti, entre otros.
Es el director, editor, diagramador y diseñador del Proyecto-Taller Seshat Editorial, además creó y dirigió la colección Textos Cautivos de autores nacionales e internacionales que apareció en el sello Uniediciones durante el año 2018; la colección Obra abierta de poesía en lengua castellana que recoge a una gran muestra de autores hispanoamericanos en el sello Proyecto-taller Seshat editorial y la colección Lector in fábula de autores inéditos.
Dirige el taller Muyquyta en Bogotá desde el año 2017. En el panorama nacional como gestor cultural es reconocido por ser director de: La voz del poeta, programa de entrevistas; El poeta tiene la palabra, reuniones con escritores; Debatiendo, exposiciones de temas culturales; Cine club Goya, cine-foros independientes; Anábasis, conversatorios culturales; Argo, conferencias; La gruta de las palabras, colecciones de poemas de autores latinoamericanos; Entrevistas especiales e Historias de Jazz y blues, programas radiales; y Léeme un cuento, historias del mundo entero para niños.
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Las Ilustraciones que acompañan los poemas son del artista plástico tunjano Jaime Forero. Alberto Motta Marroquín dice de él:
ENCUENTROS
El pensamiento artístico de Forero permanentemente asocia, y su espíritu futurista se reconoce a través de la intuición. Duda de las afirmaciones plásticas de ayer y se apoya en los niños, los poetas y los primitivos. Jaime Forero es un explorador del interior en lo exterior y la autoexpresion ilumina la atmósfera actual de ansiedad y desencanto; las vivencias anímicas de Jaime Forero dan origen a una creación plástica que invade al espectador con una energía que despierta la imaginación y acrecienta la sensibilidad. Aún compañero con el que tímidamente encontramos y elaboramos para otros y otras imágenes fijas y en movimiento. Amigo que ataca la envidia y el odio con versos, nubes, cacharros, y ternura.
Un largo, un oscuro salón tal vez la infancia Aurelio Arturo
En el celaje del relámpago hallé el camino de la infancia un corredor apacible un patio súbito de encantos el escondite secreto de esos días cantados en la algarabía de la tarde
Infancia ungida con hierbas y asombros en el filo de la luz con una ronda de pocas voces
Sólo éramos tres anudando miedos en el reclamo del trueno en la desolación de los espejos en los baúles y su abandono Sólo éramos tres en medio de la tarde en el corazón de la noche
MEMORIA DEL VUELO
Con los últimos pájaros viaja la tarde buscamos en el ocaso vestigio de otras alas rutas desconocidas del viento Una roca nos muestra la caverna los dioses nos regalaron el fuego la memoria del vuelo Hoy buscamos entre huellas indecisas un manojo de plumas su renuncia que nos duele el eco triste del canto que perdimos.
Un silencio sostenido despierta los pasos del abuelo Tránsito del tiempo en esta casa que me habita
SIN REGRESO
Como ave que cruza la noche y aloja en la oscuridad su canto la sombra vaga de espaldas a la luna con sigilo desanda las esquinas danza entre cuerdas que amenazan una horca probable Seducidos por la niebla guiados por luciérnagas acuden los sonámbulos al patíbulo.
ITINERARIO
Transcurren los días el polvo y la sed de los caminos Buscamos con afán en el barro y en la espiga madura nuestra esencia y sus orígenes
Asumimos el instante como nacimiento de un itinerario sin retorno posamos con premura la fatiga en el rastro de la sombra en la epifanía del milagro Mientras un dios nos reinventa bebemos el temblor de la lluvia desciframos el diálogo de la brisa en los bambúes y el secreto silencio de sabernos solos en la revelación del misterio en la certeza de estar vivos muriendo.
Señor Me daría igual un trino el canto del gallo el grito empedrado de una carreta para romper el hilo de esta noche que tiene sabor a miedo y a orígenes permíteme encontrar un puñado de cenizas que me revelen para qué esta errancia de orillas inciertas sin rincones probables para soñar sin estaciones para la risa y la cosecha sin rutas para que la soledad cabalgue y arrase a este ejército ciego de ángeles que somos
Señor en la terquedad de mi rastro te ofrezco lo que hallé al final de esta noche un manojo de olores moribundos un desvelo alucinado por la lluvia que hiere su cuenco infinito y esta espera larga y confesada al ángel que ha de colocar en mis manos un poco de aquella ceniza que siéndome conocida insiste en negarme
Vivir no es otra cosa que arder en preguntas Antonin Artaud
Bajo la lluvia de la tarde un niño traduce la transparencia suspendida un repentino milagro el arcoíris Pinta en los alares en el paraguas de la abuela plumas de un canto triste turpial herido en el relámpago Confiesa a la rama estremecida el secreto de la brisa la memoria de otra edad el color del miedo de un tiempo en la cicatriz y su dolor no resuelto Echa a navegar en el temblor del agua su botella de náufrago sus preguntas Tal vez alcance la otra orilla naufrague en el horizonte contemplado aviste la tierra prometida el espejismo acaso un dios rescate para el sueño del hombre la respuesta del viento ¿Quién nos vigila desde el revés de los espejos? ¿Por qué nos reclama en la sombra la luz presentida? ¿Cuándo será revelado en los baúles el abandono de nuestro retrato? ¿En qué paraje del bosque seremos rescatados del cosmos y su intemperie? ¿Desde qué orilla nos confesarán el destino de sed de este barro inconcluso?
CREO EN LA LUZ Y EN LOS ASOMBROS
Detuve mi partida por creerle a la luz y confirmó mis asombros El murmullo de la eternidad aprisiona el caracol Voces se hacen huella en la edad de la tierra resplandor que bebió la luciérnaga para lanzarlo como fulgor a los cerezos y posarlo en la manga de mi camisa
Descifro los hilos del tiempo en el nido de los pájaros los enigmas del cosmos en sus cantos en el temblor del agua tus miedos milenarios Mis sombras desandan la noche los orígenes que se escurren como agua de acequia
Fragilidad del barro en la hierba y el árbol declinan en las urgencias que aniquilan y nos prolongan Sobre este instante altísimo todo lo entiendo Somos mar somos sangre galopando y un grito que zozobra.
PRIMICIA DE LA SOMBRA
Luz presentida en la orilla del milagro el rastro del miedo un llanto legítimo que apaga esta cuota de cenizas.
Se me antoja cantar el abandono en la víspera del miedo en el insoportable filo del enigma Anunciar un dolor legítimo en la orilla del invierno y su relámpago terrible cuando clama un pedazo de noche para su naufragio en el espejo Descubrir el abrazo de infinito en el último grito de mi sangre su presagio en los límites del exilio Deshojar la perplejidad que canta el asombro de encontrarme negado en la soledad de la muerte en la impunidad del olvido
PARA OTROS VIENTOS
¿Qué haré? Cuando la mañana ocurra lenta de palomas cuando la brisa no sea más que un presagio en el celofán de la libélula y las mariposas y su danza sólo sean una ilusión solariega cuando en el alar de la casa se detengan las sombras y el tiempo se ahorque en el eco del silencio cuando mi madre decida recoger el viento en sus faldas y sus pasos sean niebla en la orilla blanca de los heliotropos cuando la lluvia no bañe mis predios y naufrague la luna en el aljibe de siempre cuando alejes tu vuelo de mi cielo y le prestes alas a otros vientos ¿qué haré?
INFANCIA
En un barco de papel naufragan mis sueños y la noche
Arjona, Bolívar, Colombia, 1960. Licenciado en Ciencias de la Educación / Biología Química de la Universidad del Atlántico. Ganador del Concurso de poesía Casa Silva en Cartagena, 1993. Premio de poesía Jorge Luis Borges (Universidad del Magdalena, 1995). Premio de poesía del Caribe Colombiano (Universidad del Magdalena, 1998). Primera mención Concurso Nacional de poesía Gustavo Ibarra Merlano, 2005. Autor de los poemarios: De luna y piel en otro ámbito, Secretaría de Educación Distrital Cartagena (1996). Estación del instante, Colección los conjurados, Común Presencia Editores, Bogotá (2007). Cofundador del taller literario Encuentro con la Palabra. Aparece, entre otras en las Antologías de poesía colombiana Nuevas voces de fin de siglo, de Gustavo Revelo, 1999. Poesía Colombiana, de Iván Beltrán Castillo, Fundación editorial el perro y la rana, Caracas Venezuela (2008). Cincuenta poetas Colombianos y una antología Ediciones Caza de libros, Ibagué Colombia 2010.
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Las imágenes que acompañan los poemas son obra de BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ (Pitalito, Colombia, 1946), novelista, cuentista, poeta y artista plástico. Cuentos suyos han sido traducidos al francés, al alemán, al italiano y al inglés. En la actualidad vive en Ibagué. Es columnista del diario El Nuevo Día. Puede ver obra suya y leer algunos de sus poemas AQUÍ.
Las palabras que escribo se me esparcen en la hoja
Como si igual fueran dobladas por el viento o por una mano.
Voy por la mitad del poema, mientras ella camina por la mitad del sembrado.
Ocurre que, a los ojos de mi hija en el sueño, desaparecen los surcos,
Mientras tanto yo borro un párrafo de versos largos.
Ella sueña y yo escribo.
Yo escribo lo que ella sueña.
Ella sueña lo que yo escribo, o algo así.
Es todo un suceso.
En el sueño ella me ve sentado sobre la hierba
Con mis manos ocupadas sacudiendo espigas
Y decide no distraerme.
De repente, la imagen de mi hija se me aparece en el poema
Cruzando frente a mí, como un reflejo, mas no levanto la cabeza.
Hija, despierta, que mi poema ya casi acaba,
La ventana de mi cuarto empieza a iluminarse,
El día ruge como un animal enjaulado
Tumbando la puerta para echarse a andar,
Hasta que por fin despierta y me dice:
—Gracias, padre, por tu poema logrado,
Yo le respondo:
—Gracias, hija, por tu sueño perfecto.
ΜΕΤΑΛΛΑΓΜΕΝΟΙ
Η κόρη μου κοιμάται, ονειρεύεται ότι εγώ γράφω.
Πρόκειται για μεγάλο γεγονός. Περνά από ένα ξέφωτο
Και λυγίζει στάχυα με τα χέρια της.
Οι λέξεις που γράφω μου είναι διάσπαρτες στο φύλλο
Σαν να ήταν λυγισμένες από τον άνεμο ή από ένα χέρι.
Περνάω μέσα από το ποίημα, ενώ εκείνη περπατά μέσα από τον αγρό.
Συμβαίνει, στα μάτια της κόρης μου στο όνειρο, να εξαφανίζονται τ’ αυλάκια,
Στο μεταξύ ομοίως διαγράφω μια παράγραφο μεγάλων στίχων.
Εκείνη ονειρεύεται κι εγώ γράφω.
Γράφω ό, τι εκείνη ονειρεύεται.
Ονειρεύεται αυτό που γράφω ή κάτι τέτοιο.
Πρόκειται για μεγάλο γεγονός.
Στο όνειρο με βλέπει να κάθομαι στο χορτάρι
Με τα πολυάσχολα χέρια μου σείοντας στάχυα
Και αποφασίζει να μην μου αποσπάσει την προσοχή.
Ξαφνικά, η εικόνα της κόρης μου μου εμφανίζεται στο ποίημα
Περνώντας μπροστά μου, σαν μια αντανάκλαση, μα δεν σηκώνω το κεφάλι μου.
Κόρη, ξύπνα, το ποίημά μου σχεδόν τελειώνει,
Το παράθυρο του δωματίου μου αρχίζει να φωτίζει,
Η μέρα βρυχάται σαν ζώο στο κλουβί
Γκρεμίζοντας την πόρτα για να ξεκινήσει να περπατά,
Μέχρι που τελικά ξυπνά και μου λέει:
—Ευχαριστώ, πατέρα, για το ολοκληρωμένο ποίημά σου,
Εγώ απαντώ:
—Ευχαριστώ, κόρη, για το τέλειο όνειρό σου.
THE MET │ Bronze horse 8th century B.C. / Greek
LECCIÓN DE CULINARIA
Este ha sido el infierno para una mujer: pelar una cebolla. Las hojas en las manos se multiplican delgadísimas. Hijos, en el corazón de la cebolla está Dios, decía mi madre para darse consuelo y consolarnos. Ella no hacía uso del cuchillo, pues temía herirle el corazón a Dios. Por tanto, el hambre en la casa era la eternidad. Mi madre no veía la hora en que un ángel aleteara entre sus manos, por el momento de esa carne comeríamos. Tiempos en que los ángeles, nuestros guardianes, se transformaban bondadosamente en aves de corral. Pero los tiempos cambian y eso ya no ocurre, así que un día las cosas empeoraron: nos volvimos transparentes como las mismas hojas de la cebolla. Fue hermoso, porque a través de mi hermano veía a mi madre en el punto más lejano del universo pelando sin descanso esa maldita cebolla. Hasta que llegó al punto oculto del centro donde están las regiones superiores. Pero por desgracia, Dios había salido un rato del centro de la cebolla. Pobre sirvienta de Dios, mi madre, en los misterios de la cocina. Lo cierto es que nunca pudimos comer en el Reino. Yo no sabía que mi madre de tanto pelar cebollas se había convertido en una envoltura de cielos transparentes; algo así como un cielo dentro de otro cielo, y éste dentro de otro. Recuerdo que no comimos, pero tampoco vimos a Dios. Ahora entiendo que la demasiada religión es la peor de las culinarias. Por fin quiero vengarme de todo esto derribando el Araboth, árbol del cielo.
ΜΑΘΗΜΑ ΜΑΓΕΙΡΙΚΗΣ
Αυτή ήταν η κόλαση για μια γυναίκα: να ξεφλουδίζει ένα κρεμμύδι. Τα φύλλα στα χέρια πολλαπλασιάζονται λεπτότατα. Παιδιά, στην καρδιά του κρεμμυδιού είναι ο Θεός, έλεγε η μητέρα μου για να παρηγορηθεί και να μας παρηγορήσει. Δεν χρησιμοποιούσε το μαχαίρι, επειδή φοβόταν μην πληγώσει την καρδιά του Θεού. Έτσι, η πείνα στο σπίτι ήταν η αιωνιότητα. Η μητέρα μου δεν έβλεπε την ώρα που ένας άγγελος θα φτερούγιζε στα χέρια της, για τη στιγμή που θα τρώγαμε εκείνο το κρέας. Καιροί που οι άγγελοι, οι φύλακές μας, μετατρέπονταν ευγενικά σε πουλερικά. Αλλά οι χρόνοι αλλάζουν και αυτό δεν συμβαίνει πια, έτσι που μια μέρα τα πράγματα έγιναν χειρότερα: γίναμε διαφανείς σαν τα ίδια τα φύλλα του κρεμμυδιού. Ήταν ωραία, γιατί μέσα από τον αδελφό μου έβλεπα τη μητέρα μου στο απώτατο σημείο του σύμπαντος να ξεφλουδίζει το καταραμένο κρεμμύδι χωρίς ανάπαυση. Μέχρι που έφτασε στο κρυφό κεντρικό σημείο όπου βρίσκονται οι ανώτερες περιοχές. Αλλά, δυστυχώς, ο Θεός είχε φύγει για λίγο από το κέντρο του κρεμμυδιού. Φτωχός υπηρέτης του Θεού, η μητέρα μου, στα μυστήρια της κουζίνας. Η αλήθεια είναι ότι ποτέ δεν μπορέσαμε να φάμε στο Βασίλειο. Δεν ήξερα ότι η μητέρα μου από το τόσο ξεφλούδισμα των κρεμμυδιών είχε μετατραπεί σε ένα περίβλημα διάφανων ουρανών∙ κάτι σαν ένας ουρανός μέσα σε έναν άλλο ουρανό, κι αυτός μέσα σε έναν άλλο. Θυμάμαι ότι δεν φάγαμε, αλλά ούτε είδαμε και τον Θεό. Τώρα καταλαβαίνω ότι η υπερβολική θρησκεία είναι η χειρότερη μαγειρική. Τέλος, θέλω να πάρω εκδίκηση για όλα αυτά καταστρέφοντας το Araboth, δέντρο του ουρανού.
λεωφόρους και καταστήματα διακοσμημένα μ’αγγέλους φιλντισένιους
όπου εμπορευόντουσαν το όνομά ΤΟΥ,
μα σε κανένα από αυτά τα μέρη δεν τον βρήκα.
Κενός —απάτης συνεργός—
διάνυσα τη σκοτεινή πλευρά
πήγα μέχρι το όρος του Σισύφου,
ξανά και ξανά
δίχως να συγκεντρώσω το κουράγιο που απαιτεί η άβυσσος.
Όταν πια η αναζήτησή μου είχε σταματήσει,
και οι μέρες της ζωής μου ήταν βοσκή της απελπισίας
ήρθες εσύ
με το χαμόγελό σου που είναι ίσο με χίλιους ήλιους
μ’ εκείνη την ελιά που περιβάλλει τα χείλη σου και σε κάνει ιδιοκτήτρια του παντός
με τα μαλλιά σου που κρατούν το πιο αγνό μαύρο της νύχτας
με την πλάτη σου που είναι αντίγραφο του αστερισμού του Ωρίωνα και όπου κατοικούν νυχτερίδες και άλλα ουράνια όντα
με τα μάτια σου που απαιτούν ένα νέο όνομα για την ομορφιά
με το σώμα σου, κανελόδεντρο που δεν ζητά άδεια στην ευτυχία.
Ήρθες εσύ,
και μου έδειξες το πρόσωπό ΤΟΥ.
BITÁCORA DEL FIN
Entonces el océano reveló su grandeza. Henri Michaux
Todo en este viaje, es ajeno.
Yo, Ulises, permanezco atado al mástil de mi barco pero no escucho el canto de las sirenas. No hay sirenas, no hay barco.
Nada ha sido mío.
Las mujeres que amé y que me amaron, amor espurio que se fatiga hoy en otro lecho. En el televisor de una tienda de barrio, el Titanic naufraga otra vez.
Afuera el invierno se va y los árboles estrenan nuevas hojas. Sobre la mesa de noche permanece un libro que habla de viajes. Un cielo que no conozco se agita en esas páginas gastadas. Un pájaro azul.
Sé que tuve dos hijas que en la noche de año nuevo le daban la vuelta a la manzana cargando una maleta llena de girasoles. Sé que el viento ha extraviado sus postales. Recuerdo un patio, un triciclo, la sombra de un gato amarillo que todavía duerme a los pies de mi cama. Recuerdo el arcoíris que nacía en la olla de oro de un duende.
Nada ha sido mío.
Una anciana le reza a un judío muerto. «Los comedores de patatas» de Vincent Van Gogh interrumpen su cena y la miran con desdén. ¿Quién es esa niña que durante todos estos años ha ocultado su rostro? Quisiera rezarle a algún dios, pero ya ninguno quiere tratos conmigo.
Viví en una ciudad fría de calles inclinadas que con sus diecisiete campanarios, durante siglos, ha esclavizado a sus fieles. Viví en un pueblo en donde en lugar de molinos había gigantes; allí, todos los domingos, el Crucificado bajaba de su madero y comía masato y galletas con los niños que salían de misa.
Recuerdo la sonrisa de mi mamá, sus manos que a diario recomponían una casa habitada por fantasmas. Recuerdo los lirios del campo que brotaban de sus dedos como si fueran maleza. El ruido de una guadaña cruza la tarde como un río y un cardumen de pequeños peces alados atraviesa mis ojos.
Nada ha sido mío.
Sé de un poeta centenario que fue olvidado por la Muerte y que transita por las calles de una ciudad que no lo reconoce. Sé de uno que se baña en las aguas oscuras del crimen y amanece limpio como un niño que va a su primer día de escuela. Sé que el poeta y el niño son el mismo.
Las ruinas de una fiesta se han anclado en mi ventana. Una guitarra. Unas voces ásperas que hablan de Nueva York. El humo púrpura de un tabaco huye de los labios de una mujer joven que entona una canción triste. Sé que ella tiene el nombre de un bebé tatuado en su vientre.
Yo, Ulises, permanezco atrapado en una habitación acosada por las termitas, paredes de alquiler en donde aguardo el fin del mundo.
ΗΜΕΡΟΛΟΓΙΟ ΤΟΥ ΤΕΛΟΥΣ
Τότε ο ωκεανός αποκάλυψε το μεγαλείο του. Ανρί Μισώ
Όλα σε αυτό το ταξίδι είναι ξένα.
Εγώ, ο Οδυσσέας, παραμένω δεμένος στο κατάρτι του πλοίου μου, αλλά δεν ακούω το τραγούδι των Σειρήνων. Δεν υπάρχουν Σειρήνες, δεν υπάρχει πλοίο.
Τίποτα δεν ήταν δικό μου.
Οι γυναίκες που αγάπησα και που με αγάπησαν, ψεύτικη αγάπη που κουράζεται σήμερα σε άλλο κρεβάτι. Στην τηλεόραση ενός καταστήματος της γειτονιάς, ο Τιτανικός ναυαγεί και πάλι.
Έξω ο χειμώνας φεύγει και τα δέντρα φορούν καινούργια φύλλα. Στο κομοδίνο παραμένει ένα βιβλίο που μιλά για ταξίδια. Ένας ουρανός που δεν γνωρίζω αναδεύεται σε αυτές τις φθαρμένες σελίδες. Ένα γαλάζιο πουλί
Ξέρω ότι είχα δύο κόρες που την παραμονή της Πρωτοχρονιάς τριγύριζαν στο τετράγωνο κουβαλώντας μια βαλίτσα γεμάτη ηλιοτρόπια. Ξέρω ότι ο άνεμος έχει χάσει τις ταχυδρομικές θυρίδες του. Θυμάμαι ένα αίθριο, ένα τρίκυκλο, τη σκιά ενός κίτρινου γάτου που κοιμάται ακόμα στα πόδια του κρεβατιού μου. Θυμάμαι το ουράνιο τόξο που γεννήθηκε στο χρυσό τσουκάλι ενός ξωτικού.
Τίποτα δεν ήταν δικό μου.
Μια γριά προσεύχεται σε έναν νεκρό Εβραίο. Οι «Πατατοφάγοι» του Βίνσεντ Φαν Γκογκ διακόπτουν το δείπνο τους και την κοιτάζουν με περιφρόνηση. Ποιο είναι αυτό το κορίτσι που έχει κρυμμένο το πρόσωπό του όλα αυτά τα χρόνια; Θα ήθελα να προσευχηθώ σε κάποιον θεό, αλλά κανείς πια δεν θέλει δοσοληψίες μαζί μου.
Έζησα σε μια κρύα πόλη με απότομους δρόμους που με τα δεκαεπτά καμπαναριά της, για αιώνες, έχει υποδουλώσει τους πιστούς της. Έζησα σε ένα χωριό όπου αντί για μύλους υπήρχαν γίγαντες. Εκεί, κάθε Κυριακή, ο Εσταυρωμένος κατέβαινε από το ξύλο του και έτρωγε μασάτο και μπισκότα με τα παιδιά που έφυγαν από τη λειτουργία.
Θυμάμαι το χαμόγελο της μητέρας μου, τα χέρια της που καθημερινά ανασυνέθεταν ένα σπίτι κατοικημένο από φαντάσματα. Θυμάμαι τα κρίνα της πεδιάδας που ξεφύτρωναν από τα δάχτυλά της σαν να ήταν ζιζάνια. Ο θόρυβος ενός δρεπανιού διασχίζει το απόγευμα σαν ποτάμι και ένα κοπάδι μικρών φτερωτών ψαριών διαπερνά τα μάτια μου.
Τίποτα δεν ήταν δικό μου.
Γνωρίζω έναν εκατονταετή ποιητή που ξεχάστηκε από τον Θάνατο και ταξιδεύει στους δρόμους μιας πόλης που δεν τον αναγνωρίζει. Ξέρω για κάποιον που λούζεται στα σκοτεινά νερά του εγκλήματος και αναδύεται καθαρός σαν παιδί που πηγαίνει στην πρώτη του μέρα στο σχολείο. Ξέρω ότι ο ποιητής και το παιδί είναι το ίδιο.
Τα απομεινάρια μιας γιορτής έχουν αγκυροβολήσει στο παράθυρό μου. Μια κιθάρα. Σκληρές φωνές που μιλάνε για τη Νέα Υόρκη. Ο πορφυρός καπνός ενός ταμπάκου φεύγει από τα χείλη μιας νεαρής γυναίκας που τραγουδά ένα θλιμμένο τραγούδι. Ξέρω ότι έχει τατουάζ το όνομα ενός μωρού στην κοιλιά της.
Εγώ, ο Οδυσσέας, παραμένω παγιδευμένος σε ένα δωμάτιο βασανισμένο απ’ τους τερμίτες, μισθωμένοι τοίχοι όπου περιμένω το τέλος του κόσμου.
OMAR ORTIZ FORERO (Bogotá, 1950). Edita y dirige desde 1987 la revista de poesía Luna Nueva. Ha publicado 13 libros de poesía de los cuales destacamos: “Las muchachas del circo”, “Diez regiones”, “Un jardín para Milena”, “El libro de las cosas”, (Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, 1995) “La luna en el espejo”, “Diario de los seres anónimos”, “Cequíagrande” y la primera edición en España de “Diario de los seres anónimos” que, ampliada y corregida, publica la editorial “La Mirada Malva” en 2015.
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EUGENIA SÁNCHEZ NIETO(Bogotá, 1954). Título de Filosofía, Universidad Nacional, 1987. Especialista en Administración y Planeación del Desarrollo Regional Universidad de los Andes, 1993. Dirigió el programa Página Impar de la Unión Nacional de Escritores, que se transmitió por la Radiodifusora Nacional de Colombia, (1990-1997). Libros publicados: Que venga el tiempo que nos prenda (Ulrika, 1985), Con la venia de los heliotropos (Ulrika, 1990), Las puertas de lo invisible (Centro Colombo Americano,1993), Visibles ademanes (Colección Viernes de Poesía, 2004), Dominios cruzados (Caza de Libros, 2010), Visibles ademanes – Antología (Colección Un libro por centavos, 2013), Lo inasible – Poesía reunida (Uniediciones, 2017).
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RÓMULO BUSTOS AGUIRRE (Santa Catalina de Alejandría, 1954). Doctor en Ciencias de las religiones por la Universidad Complutense de Madrid. Magister en literatura hispanoamericana por el Instituto Caro y Cuervo. En 1993 recibe el Premio Nacional de Poesía, concedido por el Instituto Colombiana de Cultura. En 2019 recibe el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Colombia.
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NELSON ROMERO GUZMÁN (Ataco, Tolima, 1962). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás y Magíster en Literatura, Universidad Tecnológica de Pereira en convenio con la Universidad del Tolima. Premio Nacional de Poesía “Fernando Mejía Mejía” por su libro Rumbos (1992; XIV Premio Nacional de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia, por el libro Surgidos de la Luz (2000); Premio Nacional de Poesía Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá por Obras de mampostería (2007); 56 Premio Internacional de Poesía Casa de las Américas 2015, otorgado en la Habana a su libro Bajo el brillo de la luna y PremioNacional de Poesía Ministerio de Cultura de Colombia 2015 por su libro Música lenta.
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CARLOS CASTILLO QUINTERO (Miraflores, Boyacá, 1966). Ha publicado las novelas Peces de nieve (2018), Gente rara en el balcón (2016) y Alicia Cocaine (2016); los libros de cuento Dalila Dreaming (2015), Espiral al Sur (2013), Carroñera (2007), y Los inmortales (2000), además de cinco poemarios. Ha sido incluido en antologías y revistas literarias de Colombia, Venezuela, Argentina, México, Puerto Rico, Estados Unidos, Francia y España. Cuentos, poemas, y textos suyos sobre escritura creativa han sido traducidos al inglés, francés, italiano, griego y portugués.
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CLAUDIA R. NIÑO (Tunja, 1966). Escritora, artista plástica y orfebre. Estudió platería en la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo de Bogotá. Ha sido docente de arte contemporáneo y directora de talleres de escritura creativa. Cuentos y poemas suyos se han traducido al inglés y al griego. Ha publicado en las revistas Circe (UN), Fahrenheit 451, La Tierra baldía, Poetas colombianos, BPoetry, Raíz Invertida, entre otras.
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LUCÍA ESTRADA (Medellín,1980). Ha publicado los libros de poesía Fuegos nocturnos (Medellín, 1997), Noche líquida(Coleccióndel Ministerio de Cultura, San José de Costa Rica, 2000), Maiastra (Ed. El Tambor Arlequín.Medellín, 2004), Las hijas del espino (1º Edición: Cobalto Ediciones, 2006 / 2ºEdición: Hombre Nuevo Editores, 2008), El ojo de Circe (Antología – Colección Un libro porcentavos de la Universidad Externado de Colombia, 2006), El círculo de la memoria (Selección de poemas, Lima, 2008; San José de Costa Rica, 2008),La noche en el espejo (Fundación Gilberto Alzate Avendaño, Bogotá, 2010),Cenizas de Pasolini (Editorial Pequeña Alejandría,Medellín, 2012), Cuaderno del ángel (Sílaba Editores, Medellín 2012),Continuidad del jardín / Selección personal (Colección Palabras Rodantes, Metro de Medellín-Comfama, 2014; Editorial Valparaíso, Granada, España, 2015), entre otros.
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HENRY ALEXÁNDER GÓMEZ (Bogotá, 1982). Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Ha recibido diferentes distinciones, entre ellas, el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz de España por el libro Tratado del alba (2016).
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Las imágenes que acompañan a los poemas son tomadas de la colección de uso libre del Museo Metropolitano de Arte (Metropolitan Museum of Art o simplemente Met) de la ciudad de Nueva York.
Santa Catalina de Alejandría, 1954. Doctor en Ciencias de las religiones por la Universidad Complutense de Madrid. Magister en literatura hispanoamericana por el Instituto Caro y Cuervo. En 1993 recibe el Premio Nacional de Poesía, concedido por el Instituto Colombiana de Cultura. En 2019 recibe el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Colombia.
Su obra está recogida en Palabra que golpea un color imaginario (Universidad Internacional de Andalucía, 1996), Oración del impuro (Universidad Nacional de Colombia, 2004), Obra poética (Ministerio de Cultura de Colombia, 2010), La pupila incesante / Obra poética 1988-2013 (Fondo de Cultura Económica, 2016). Últimas publicaciones: De moscas y de ángeles (Antología, Pontificia Universidad Javeriana, 2018), Casa en el aire (Pretextos, 2017), y el ensayo Muerte de Dios y poesía moderna en Colombia (Universidad de Cartagena, 2017) estudio sobre tres clásicos de la poesía colombiana moderna: Héctor Rojas Herazo, Jorge Gaitán Durán y Álvaro Mutis. Actualmente es profesor de literatura en la Universidad de Cartagena (Colombia).
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ΡΌΜΟΥΛΟ ΜΠΟΎΣΤΟΣ ΑΓΙΡΕ. Διδάκτωρ Θεολογίας από το Πανεπιστήμιο Κομπλουτένσε της Μαδρίτης. Μάστερ στη Λατινοαμερικανική Λογοτεχνία από το Ινστιτούτο Caro y Cuervo. Το 1993 του απονέμεται το Εθνικό Βραβείο Ποίησης από το Κολομβιανό Ινστιτούτο Πολιτισμού. Το 2019 λαμβάνει το Εθνικό Βραβείο Ποίησης του Υπουργείου Πολιτισμού της Κολομβίας.
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Las imágenes que acompañan a los poemas son de la ilustradora y artista plástica colombiana Yulith Martínez. Ella se describe así: Nací en la localidad de Usme, según mi madre, con un lápiz debajo del brazo. Desde entonces, entre líneas, colores y letras, el arte ha integrado en mí una personalidad diversa y creativa. Gracias al contacto con la cultura viva y la comunidad que hace parte de mis procesos evolutivos, he dado forma a experiencias artísticas y culturales enriquecedoras, potenciando en niños y jóvenes su capacidad creativa y visibilizando su obra en el territorio a través del intercambio cultural y patrimonial. Trabajo como creadora pedagógica, mediadora de lectura, promotora cultural y artística en contextos periféricos, especialmente con poblaciones en condición de vulnerabilidad. Más de su trabajo AQUÍ.
EZIS es el segundo libro publicado por Julio Medrano; el primero fue Las buganvillas del cadáver (Premio Alejandría de Novela, 2016). Dividido en tres partes, EZIS reúne 15 cuentos breves que conservan unidad en su tono y en su temática. Tunja, ciudad natal del autor, emerge de la niebla y deambula por las páginas del libro impregnando a sus personajes de la fatalidad psicodélica que habita en estas calles. La publicación estuvo a cargo de FALLIDOS EDITORES, proyecto editorial que acoge a nuevos escritores.
Bajo el paradero de bus, un vendedor con la mercancía en una caja atada al cuello, espera a que la ciudad se despeje de la lluvia para proveer de cigarrillos a los náufragos. Paola le compra un cigarrillo mentolado y una caja de chicles. Él le prende el cigarro, recibe el pago; ella aspira el mentol y se sienta en la banca helada a esperar el bus. Las motos pasan fugaces. Dos chicos juegan en la acera del frente, chapotean en el andén hasta enlodar completamente los uniformes escolares. Paola fuma, se sumerge en un anuncio de neón que late en letras violeta: Encuentra tu ser.
—¿Ixchel me estará esperando? —¿Me habla, señorita? —pregunta el vendedor. —No —espira el humo del cigarrillo—, pensaba en mi gato. No le gusta cuando truena. —¿A quién le gusta?
El bus asoma a lo lejos. Ella ve que el cigarro apenas va a la mitad, aspira una última y larga bocanada de humo y, lo catapulta con sus dedos hacia la alcantarilla. Alista las monedas para pagar el pasaje, bota el mentol por la nariz, destapa la cajetilla de chicles y se embute las dos gomas sabor a canela.
El bus agiliza la marcha, ella se levanta de la banca y agita la mano. Pero el monstruo de metal rojo sigue veloz sin hacer caso de la seña de pare, los salpica de agua encharcada.
Nubes como ballenas infladas de lluvia, esconden a los edificios tras cascadas y relámpagos, truenan sus cantos entre los ecos de la mal formada vida. Las calles se inundan. La ciudad desaparece. Los dos chicos nadan bajo las negras aguas hacia sus hogares. Paola y el vendedor treparon al techo del paradero de bus para escapar del riachuelo.
—¡Eso pasa cuando bota las colillas de cigarro a la alcantarilla! Todas se tapan e inundan las calles —dice con vehemencia y fatiga el vendedor. —¿Entonces guardo la colilla y la llevo a mi casa? —Buena idea, sí.
Paola lo mira con dureza.
La avenida se ha convertido en un río. Las casas se derrumban sobre sí, los edificios colapsan, uno a uno se quiebran en el baile acuático-apocalíptico, todo se aparta para darle paso a la luna de mármol en el horizonte.
El río oscuro gana fuerza.
Paola cierra los ojos, masca impaciente, piensa en su gato que la espera con la lata de comida «Ixchel se exalta en el sueño». Estallan los transformadores de energía creando minúsculas estrellas, partículas que enceguecen al vendedor y lo hacen caer de su asiento de primera fila. Los gritos de la gente de toda la ciudad componen una cacofonía siniestra, mientras cadáveres de personas son arrastrados en el caudal hasta apilarse en un cementerio de chatarra y carne.
La Tierra, satisfecha por el sacrificio, aparta las nubes del cielo y deja que las aves gobiernen el vasto imperio que el hombre hurtó para dar fe a un dios sin alas. La Tierra comienza a vegetar en cada viso que queda de la ciudad, florece en ausencia de cualquier desafío humano.
Gigantescas ramas de ayahuasca brotan al borde del río, reptiles retoman posesión de las rocas y los árboles, los gatos y perros de la ciudad se apoderan de las antiguas calles, se han liberado de ser el retrato que quiso imponer el hombre de sí mismo. El agua se va con los restos de asfalto, cemento y acero.
Sobre el retorcido paradero de bus, Paola acurrucada sostiene su cabeza entre las piernas, ya no tiembla porque los gritos de la gente han cesado, porque el viento es ahora más cálido y ligero, apenas le levanta el larguísimo pelo negro. Piensa en su gato Ixchel y se da valor para elevar la cabeza y abrir los ojos. Mira impávida la destrucción, aquel sitio antes rodeado de luces de neón y motos centellantes, es ahora un valle, un vergel colmado de hiedras, lirios, gerberas y otras plantas que no reconoce. La luna es más grande, como solo la había visto en su niñez en el pueblo de los abuelos. Piensa en escupir el chicle pero prefiere tragarlo. Ve a lo lejos una montaña de autos, motos, ciclas, máquinas de escribir, piernas humanas, computadoras, campanas, libros, colchones, brazos, celulares, sillas, zapatos, cabezas de hombres y mujeres, armas, manteles, copas, microondas, postes y cientos de otras cosas que ahora le parecen diminutas, y que habían hastiado a la naturaleza. Solo se escucha el soplar del viento.
Ixchel ronronea, ha dejado de temblar. Mientras come de su lata nueva, Paola le pasa la mano sobre el lomo y le repite el nombre con voz curativa.
Se enamoró por unas horas de un sonámbulo. Roberto Bolaño
1
Cuando recuperé mi libro, después de dos meses que duró con él, encontré apuntes con bolígrafo a los costados de las páginas. Con color azul subrayados los adjetivos y, con negro, párrafos enteros; encerrados en círculos verdes los verbos.
Al final de cada capítulo, las palabras repetidas estaban en una lista con el número de página y párrafo donde se localizaban.
No acostumbro rayar los libros. De hecho, muchos quedaron vírgenes de tachones para cuando mi exesposo los tiró por la ventana. Por ejemplo, recuerdo que en La casa verde de Llosa, solo subrayé una línea para utilizarla como epígrafe en algún texto para mis alumnos de la universidad.
Debo ser sincera, compré esa nueva copia del libro un sábado en la tarde. Caminaba hacia el supermercado y pensé: Diablos, debo comprar un libro antes de acabar con todo el dinero en comida y cigarrillos. Entré a la librería Galara, pregunté por Los detectives salvajes de Bolaño. Sé de quién es, dijo el vendedor con mirada templada y puso a la bestia indómita sobre el mostrador. Bueno, lo empezaré de nuevo, qué más da, me dije y lo pagué. Al volver a mi apartamento desempaqué los víveres y mi libro. Comí una mandarina mientras calentaba el café que tenía preparado en la olleta hacía dos días. Me senté en una butaca, que fue lo único que saqué de casa después de mi divorcio, ni un solo libro quedó conmigo. Serví la taza de café.
Encendí un cigarrillo Pielroja y comencé a leer. No podía dejar de pasar las páginas con la necesidad de terminarlo una vez más. Leí. Fumé. Hasta que por la ventana, una brisa se entregó a mi sala y me hizo crujir de escalofrío. Agarré el celular, eran las tres de la madrugada del domingo. Sobre el cenicero estaban tirados los gajos de mandarina y las colillas de cigarrillo manchadas de color naranja, la ceniza profundamente negra como un fétido pozo. ¿Quién diablos puede leer tanto tiempo sentado en una butaca?, pensé. Me levanté de la dura silla. Preparé más café. Miré el libro, ansiosa. Puse mi culo adormecido en el sofá de cuero, abrí mi libro y en él aré los párrafos y fui sembrando el tiempo. Debo ser sincera, el domingo no hice nada además de leer, fumar, comer mandarinas y levantarme para ir al baño. Creo que llovió en la mañana, olvidé sacar mi planta de primaveras al alféizar de la ventana. Cayó la tarde y los edificios surgieron con sus luces pequeñitas entre la niebla. Más café, cigarrillos sin filtro, mandarinas, la compasión de Bolaño con el lector, el grito largamente consumado entre esos párrafos y su muerte. Escupí las cenizas y las pepas en el cenicero. No quise soltar el libro, la angustia acrecentaba con cada final de página, las historias me imantaban con un ritmo tan fulminante que apenas podía recuperar el aliento para dar otra chupada al cigarrillo. A las dos de la madrugada del lunes tuve que ir al lavabo para enjuagar mi rostro, debo terminarlo, recuerdo que me dije al espejo. Volví al sofá.
Llegué a la universidad a eso de las nueve y un cuarto de la mañana. El placer de terminar de leer el libro me había costado horas de sueño, me había dejado el cuerpo adolorido y un pálido rostro que mostraba dos cuencas púrpuras. Al llegar al salón, mis estudiantes me saludaron duramente porque los había hecho esperar. No tuve tiempo para preparar clases, no sabía qué tema nos tocaba en el esquema semestral. Como llevaba el libro de Bolaño conmigo, pensé en relacionarlo a mi cátedra de humanidades. ¿Qué más humano que un escritor develando sus laberintos hacia la muerte?, dije a mis alumnos. Señalé fragmentos con cintas de colores y les pedí que sacaran copias, por supuesto. Al día siguiente, me llamó el profesor de literatura y me pidió que le prestara el libro para compartirlo con sus alumnos. Solo por una clase y te lo devuelvo, dijo. Debo ser sincera, me reí en su enorme cara de berenjena. No presto libros, dije. Lo devuelvo en la tarde, por favor, dijo. Ante la insistencia de mi compañero y la mirada de los demás profesores, no vi alternativa. Le presté mi libro de Los detectives salvajes.
La primera semana no nos cruzamos por los pasillos de la universidad. La segunda semana no me contestó el celular. No quería involucrar a mis compañeros profesores en el asunto, pero en la tercera semana tuve que pedirles que intercedieran por mí, y supliqué que quien lo viera, le pidiera mi libro así tuviera que amenazarlo de muerte, bromeé, cosa que a la magister de lingüística no le vino en gracia. La planta de primaveras marchitó, olvidé sacarla a la ventana o, regarle agua.
Se fue el primer mes y nadie daba razón del profesor de literatura. Cobarde. Pregunté a los alumnos y profesores pero nadie lo había vuelto a ver, incluso en la decanatura de la facultad ya habían redactado cartas de despido por incumplimiento laboral. Extrañaba mi libro. No había otro objeto con el que me hubiese encariñado tanto. Me encontré aturdida al ver cómo una persona puede ser descarada a tal extremo. Para no devolver un libro pasadas ocho semanas, podría decirse que estaba tratando con un enfermo mental. La fiebre me subía en las noches al pensar que aquel malhechor se había aprovechado de mi confianza y, después de burlarse de mí, se había llevado mi libro, mi único libro. El chirriar de las cigarras se convertía en voces humanas que me decían estúpida, ingenua, torpe.
La madrugada de un lunes los atronadores pulsos de mi corazón me obligaron a levantarme de la cama. Busqué en la guía telefónica el apellido del cobarde para recordar la exacta ubicación de su casa, cuando encontré aquel nombre, una risa brotó de mis entrañas junto a un acceso de tos. Memoricé la dirección y salí de mi apartamento. Corrí vestida en pijama. La oscuridad, los perros, las monjas, los militares, nada me asustó al correr por las calles. Al llegar a la casa del cobarde, trepé un árbol y miré la negrura de los cuartos. ¿Dónde estará mi libro?, pensé.
Entré por una teja rota en el patio posterior de la casa. Él vivía con la mamá, todas las fotos en la sala eran de la anciana posando junto a él. Busqué mi libro en la cocina, el garaje, el comedor; nada, ni siquiera había biblioteca, ¿cómo un profesor de literatura no tiene una maldita biblioteca?, me dije, e imaginé mi pobre libro perdido entre la soledad de esa casa maloliente. Debo ser sincera, tuve miedo de subir a la segunda planta, pero estaba decidida a no volver a mi apartamento sin mi libro. Apenas terminé de subir las escaleras, la anciana se me mostró y dio un grito como si este no quisiera salir de la garganta. Vi cobardía en su rostro, la tomé por los hombros y la arrojé escaleras abajo. El sudor de mi cuerpo empapó todo el pijama. El cobarde escuchó el estruendo de los huesos rotos de la anciana y salió del baño con los pantalones escurridos en los tobillos. Su cara empalideció al verme, me dijo puta; entonces, lo tiré también por las escaleras. Debo ser sincera, gritó más agudo que la mujer. Busqué mi libro por todos los cuartos, bajo las camas, en cada cajón de cada mueble, pero no estaba. El único lugar sin revisar era el baño del que había salido el cobarde. El olor era nauseabundo. Allí estaba mi Bolaño sobre el piso. Cuando lo vi sentí pena, asco y tremenda tristeza. Debo ser sincera, vomité en la ducha. En un vaso junto al retrete tenía bolígrafos y rotuladores. Agarré mi libro y salí del horroroso cuarto de baño. Bajé y un halo de luz que daba asomo por las ventanas parecía perseguirme. El cobarde y la anciana estaban juntos uno sobre otro al final de la escalera.
Al volver a mi apartamento, mojé un trapo con vinagre y alcohol, lo pasé por cada página del libro. Enfurecí al ver los tachones y apuntes grabados. Después de planchar las hojas, encendí un cigarrillo, desnudé una mandarina, preparé café y me senté en el sofá de cuero.
Caminábamos por la calle frente a la iglesia Santo Domingo en busca de un par de sandalias porque ese fin de semana viajaríamos a San Andrés, yo había comprado los tickets meses atrás para que salieran más económicos.
Odio a la gente, me refiero a que cuando camino odio a la gente, se atraviesan, te golpean, pedorrean, escupen, tosen sin taparse la boca, odio a la gente en las calles; por mí, saldría a las once de la noche para hacer compras, pero en esta ciudad todo lo cierran a las siete en punto. Le pedí a, en ese entonces, mi esposa, que fuéramos a un café al Pasaje de Vargas, necesitaba un respiro.
Recuerdo que tomé su mano de dedos larguísimos y le prometí que estaría tranquilo cuando estuviéramos tirados desnudos en la playa… La tendera me interrumpió, ¿qué van a pedir?, dijo. Pedimos dos tintos y dos cigarrillos, un Mustang rojo para mí y un Pielroja para ella, no sé cómo puede fumar esa basura sin filtro. La tendera encendió el televisor, solo escuché el zumbido de la electricidad del aparato que estaba a mi espalda, colgado encima de mi cabeza. Saqué del bolsillo de mi chaqueta la lista de compras para el viaje, cuando me dispuse a leérsela a mi exesposa, vi la terrible expresión de zozobra que tenía su cara, la baba negra del tinto se le escurría por las comisuras de los labios, sus ojos estaban anclados al televisor.
Miré a los costados buscando otras reacciones, pero a ningún otro cliente parecía importar lo que fuera que se mostrara en el televisor sobre mi cabeza. Soltó mi mano para poder agarrar y dar lumbre a su cigarrillo. Tuve que erguirme y virar para poder ver. Pequeño, pequeñito, se mostraba un letrero blanco en la pantalla, y así con letras mayúsculas: HA MUERTO EL ESCRITOR ROBERTO BOLAÑO. Ella lloró, desconsolada, fumó un cigarrillo tras otro hasta que se sintió sin aire y empezó a soplar puro humo.
No viajamos a San Andrés. Nos quedamos en la ciudad a ocultar entre la niebla, la tristeza que le había producido la noticia. Pude revender los tickets a un compañero de la universidad que me ofreció la mitad de lo que yo había pagado por ellos. Ella no quiso hacer nada más que quedarse tirada en la cama. Como vi que fumaba más de lo que solía, le compré mandarinas para que sustituyera el vicio, eso dijo mi mamá, que la mandarina le calma a uno las ganas de fumar. Pero no funcionó. A mi exesposa le dio por fumar mientras se comía las mandarinas, es lo más rico que te has inventado, me dijo, y recordé que decía lo mismo cuando teníamos sexo, no pude dejar de sentirme como un objeto más de sus clichés. A la semana siguiente que ya no estaba tan deprimida (mi exesposa, porque las semanas en esta ciudad siempre están melancólicas), fuimos a la librería; quise comprarle un libro de Bolaño, y como es normal cuando se muere un escritor reconocido, las editoriales hacen todo un dineral vendiendo cuanto papel haya dejado escrito el occiso. Quiso Los detectives salvajes, por recomendación del vendedor de la Galara. Deme dos copias, dijo ella. ¿Para qué dos?, dije. ¿No se lleva tres?, dijo el vendedor. Por si alguien me lo pide prestado, dijo ella.
Al siguiente mes, compró otros dos ejemplares del mismo libro. Dijo que eran para regalar, pero nunca los regaló, ni los prestó. Los iba coleccionando, distintas editoriales, distinto idioma, no le importaba otra cosa sino comprar esos libros, ese libro. Yo compraba tickets para el teatro, y ella decía: Hoy no puedo, debo leer; hacía reservaciones para el restaurante de moda en la ciudad, y ella decía: Esta noche no, sabes que soy de Bolaño. La mañana del primer aniversario de muerto Bolaño, amenazó con comprar otra copia. Debo comprar uno hoy, dijo. Ya tienes sesenta y una copias regadas por toda la casa, dije. Cuando salió del apartamento le grité por la ventana: Búscate un psicólogo, vieja loca. Ella a cambio volvió en la noche con una copia nueva entre sus brazos. Se lo rapé y lo arrojé sobre el comedor. La sacudí por los hombros, estás loca, vieja puta, estás loca, no me vas a cagar esta noche tampoco, ya compré los tickets para el cine y vamos a ir, tú y yo, dije. Pero ella se arrastró hasta la mesa del comedor, agarró su libro y empezó a destapar una mandarina. Enfurecido fui a la biblioteca y empecé a romper toda copia de Los detectives salvajes, saqué todos los otros libros de la biblioteca y empecé a arrojarlos por la ventana hacia la calle. Me imaginaba a mí mismo como uno de los bomberos de Fahrenheit 451. Esa noche decidí divorciarme y concentrarme en mi profesión de profesor de literatura. Y me largué a casa de mamá.
(Tunja, 1985). Poeta y narrador. Es artista gráfico y guitarrista de «IMPALED», banda de black metal. Hizo parte del Taller de Creación literaria de la UPTC, y del Taller de Narrativa «R.H. Moreno Durán», RELATA, Boyacá.
Ha publicado los libros de cuento Arena caliente (Premio Libro de Cuentos, CEAB 2019), y Ezis (Fallidos Editores, 2019). Autor de la novela Las buganvillas del cadáver (Premio Alejandría de Novela, 2016). Cuentos suyos fueron incluidos en Árbol del Paraíso – Narradores Colombianos Contemporáneos (Editorial Común Presencia, Bogotá, 2012), en la antología de cuentos Boyacá tierra de escritores, (Editorial Corporación Alejandría, Tunja, 2017), y en la Antología I Certamen Mundial Excelencia Literaria III (M.P. Literary Edition, 2015). Poemas suyos han sido incluidos en la antología poética Colección Cosecha Boyacense (Editorial Corporación Alejandría, Tunja, 2017). Obra suya ha sido publicada en la hoja literaria Poesía UPTC, y en la revista virtual La tierra baldía. Actualmente escribe una columna de opinión en el periódico «El Diario».
⊂Ο⊃
Las imágenes que acompañan a los cuentos son dibujos de Julio Medrano. Hacen parte de la primera edición de Ezis (Fallidos Editores, 2019).
De: Los amigos arden en las manos Editorial Universidad de Caldas
SALMO PARA DESPUÉS DE LA GUERRA
Tal vez la poesía, (…) puede ser la prueba irrefutable, o cabeza de un prontuario definitivo de que Dios existió alguna vez. Héctor Rojas Herazo
Señor,
ahora somos frágiles…
los años de la derrota (aunque hayan quedado en el olvido)
habitan entre nosotros. Por eso hoy el poema es bálsamo.
Señor de los remendados,
ya no podemos elevar oraciones:
conjuros para ahuyentar enemigos y pestes,
tal vez un Poema que sirva de diálogo
para diluir tantos miedos acunados en viejas plegarias.
Señor,
como tus llagas,
las nuestras son huellas de fe en medio de la ola de siniestros.
También hemos caído y nos hemos levantado
para espantar los pájaros de la angustia
que anidan en nuestras lágrimas.
Señor de los fragmentados,
redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres,
herederos del miedo,
para que la fragilidad se desvanezca y
retornen a nuestra voz y nuestros sueños
y nuestras casas las Bienaventuranzas.
Así sea.
RADIOGRAFÍA DE LA AUSENCIA
Cuanto más grandes los hombres más solos se quedan De una canción popular
Viejo en tu ausencia el bueno de Dios se ha vuelto amigo. En los bares donde no entras a beber, la silla que debes ocupar se llena con tu vacío; al que ofrezco una cerveza que no bebe nunca. Entonces pido un cigarrillo que dejo encendido hasta que por completo se lo fuma tu fantasma.
Ahora que recorro restaurantes, avenidas y duermo mal en hoteles de todas las ciudades, ahora que cualquier mujer de esquina me ofrece algo más que su sexo tibio y sus senos de candil, ahora que el corazón está hecho añicos necesito de tu mano y tus palabras.
Papá, en las noches de embriaguez me hace falta tu voz ordenándome dormir. Dime quién sabe de tu pasión por el fútbol y por las novelas de vaqueros. A quién hace vibrar tu historia del carbonerito. Quién conoce tu secreto sobre el vuelo del albatros.
Hoy que la vida vuelve a sonreír quiero saber qué neblinas respiras, cuáles gotas de sudor mojan tu sombra, dónde ocultas el último cigarrillo. Quiero saber si todavía hueles la lluvia.
Es duro crecer sin ti, sin tu silbido en las mañanas cuando la cuchilla atraviesa tu rostro y el ruido de tus zapatos me despierta.
Aquí las calles de mayo siguen solas, nadie cura mis heridas de juegos perdidos, nadie remienda mis ojos al final de una amor.
Camino solo, papá, y la noche me seduce de nuevo. Mañana te habré olvidado otra vez.
CANCIÓN DEL BULEVAR
Hay hombres
que se dejan seducir por las luces de neón de una avenida.
Hombres que ríen con carcajadas rotas
en medio del bulevar
porque el viento en fechoría
levanta la falda de una muchacha
fresca como mayo.
Hombres-niños
deslumbrados por los senos de candil
de una adolescente distraída.
Hombres que se piensan hombres
y reaccionan como críos ante el dolor.
Ellos, arrastran, por calles y teatros,
por iglesias y oficinas una sombra de derrota y amargura.
Sus gastadas voces de payaso no logran redimirlos.
Cada día rasuran su barba pobre, anudan su corbata,
limpian sus anteojos, cuidan sus bolsillos
y sueñan con la felicidad
emergida de los ojos de una colegiala.
Hay hombres-pájaros
-Inocentes y torpes-
que gastan su vuelo miserable
en odiar hasta la muerte al esquivo amor
que los ensombrece y los corroe.
Hombres, en fin,
que se inventan (cada tarde en la taberna)
a otros hombres más felices
para que les ayuden a engañar sus simples vidas.
Imagen de Michael Schwarzenberger / Pixabay
De: Noticias del Tercer Mundo Editorial Caza de libros
LEYENDA BAJO EL OLOR DE UN PEBETERO
I
Bajo el olor agónico de un pebetero lo observo trabajar. Una canción popular vibra en la atmósfera de su taller. Las horas se pierden entre revistas de historietas y hormas y duendecillos invisibles. Mis años no suman la edad del colibrí y el letargo de febrero se hace más dulce en su compañía. El olor del cigarrillo y su voz de radio viejo me llevaban por mundos imaginarios.
Sencillo como el trigo y necesario como el pan, este hombre practica el viejo oficio de remendar nuestro calzado; el viejo e inútil oficio de prolongar nuestras huellas sobre el agua. Empeñado en borrar nuestro pasado curvó su espalda y su sombra para siempre.
II
Cada martes, mientras la tarde pendía de una aguja y el olor del pebetero moría sobre el cieloraso, me enseñaba el mundo mágico de los héroes de papel, abría la tapa de un baúl, que mi memoria recuerda como un cofre lleno de tesoros, y me obsequiaba una revista de aventuras. La infancia guarda secretos que la vejez reclama.
Mis zapatos escolares, los tacones de madre y un par de botas de padre eran la excusa para adentrarme en el mundo silencioso del papel y la empresa de remendar nuestros pies este hombre la ofrecía a unos dioses que yo desconocía.
III
Llegó el tiempo del deshielo y nuestros caminos se cortaron. Su cuerpo jorobado se evaporó tras el limpio olor del pebetero de cobre y mis huellas sobre el agua también. La infancia guarda secretos que la vejez reclama, y este hombre reposa entre hojas de papel descoloridas donde remienda desde siempre mis sucios zapatos de la escuela.
RÍO DE LOS MUERTOS
En el cañón es medio día. Arde febrero y con él los sueños de atarrayas. Ya se sabe la subienda no vendrá este año. El día comenzó cuando la luz implacable del verano estremeció los tamarindos, los hombres buscaron pronto herramientas y nave. Río abajo se perdieron sus voces y sus oraciones.
Cantan, beben sirope y ríen. Sus torsos desnudos rayan entre cobrizos y ocres, y sus manos -acostumbradas a lanzar y recoger- esta vez se aventuran a herir una guitarra.
La mañana se parte. Las aguas negras y los buitres dando giros infinitos presagian un mal día para los pescadores del Cauca Medio. Ya se sabe la subienda no vendrá este año.
Esas aves y sus giros concéntricos, las aguas turbias y los cuerpos de tres hombres que hinchados y sin ojos flotan por la orilla izquierda.
Otra vez la muerte viaja por el río.
Otra vez se perdió la pesca.
De: Los huéspedes secretos Editorial Universidad Central del Valle
FANTASMA DEL VIENTO
Bajo la sombra tutelar de la nostalgia
veo una mano, un cuerpo arqueado, otra sombra.
Me reconozco en medio de la sala
y pienso entonces en días más felices.
Me descubro siendo el mismo hombre
que nunca ha volado y jamás cruzará el mar.
Sé que soy un aprendiz de la luz y el movimiento,
apenas un hombre de provincia
que no puede hablar de altos edificios,
de luces de ciudad,
y elegantes prostíbulos con olor a menta.
Se muy bien que las autopistas
y los vendedores de marihuana me son ajenos
y el ruido ensordecedor de la guerra me es propio
porque mis huesos hacen parte de este país de ausentes.
No conozco las montañas
ni puedo distinguir los nombres de los árboles.
Soy de pueblo,
apenas salgo al traspatio de la casa
a ver en las cuerdas de la ropa
una gota sujetarse a la vida.
Mi viaje más largo ha sido a la Plaza de los Negros
donde gentes pobres venden cuerpos y maíz.
Conozco, a ojo cerrado, los callejones de la Plaza de Mercado
sé a que huelen pisos y paredes
y puedo entrar de espaldas en la vieja biblioteca.
Soy un hombre encerrado en sus palabras.
Prisionero justo de mis miedos.
Emperador del polvo, del silencio, del ayuno.
Tomo aguardiente en cantinas
donde mi padre sentiría vergüenza
y juego el juego ruin de los reproches.
He dejado el alma en un camastro
y he besado a la belleza en los tobillos.
Soy un hombre simple
que amenaza al odio con palabras,
que sale cada día a quitar las vendas a los muertos,
a curar heridas en los brazos de mis hijos,
a limpiar cuchillos que manchan las calles
de este triste barrio de provincia.
Estoy aquí
bajo el dintel de mi puerta -sin cerrojo-
sin más amuletos que estos versos,
ofendiendo los recuerdos,
escuchando un coro de ángeles que desconozco.
Estoy aquí -Fantasma del viento-
observando en los alambres del patio
una gota temblar mientras se sujeta a la vida.
TEATRO DE LA MEMORIA
En el sueño
veo al niño que perdí un medio día de 1985
el ruido de la guerra lo ahuyentó.
Desde entonces
lo busco
envuelto en las gasas de la fantasía.
Hoy ha dejado de llorar.
Lo observo y aprendo que cada mañana.
Juega a ser feliz,
escucha la voz del latonero
cambiando golosinas por cartón
o el llanto del perro
que llega desde el solar
donde el juego y la risa espantaban brujas.
Añora la mano de Padre –para llevarlo a la escuela,
a partidos de fútbol donde nunca anotó un gol.
Esa mano
le enseña juegos, ríos, estadios, historietas
y señala sin titubear el rincón de los castigos.
En el álbum del sueño
la mano de Padre
se borra de las fotos donde sonrío.
Su mano señala calles que desaparecen,
altas ventanas que desdibujan las casas del sur,
y amigos perdidos bajo la luz de las luciérnagas.
El niño que fui
juega a ser feliz
en el álbum de los sueños.
Al despertar la soledad de la casa me llena de horror.
EL ÚLTIMO SHOGÚN
Haber sido otro
el hacedor de espadas
que templó el acero en la catana
para que cada hombre escribiera su historia
El viejo calígrafo
quien enseñó:
en la palabra espada
ya está hecha la espada
O
el arquero del Emperador
ese guerrero que de un tajo
dividió las almas de los hombres libres
que nacen a orillas del Shinano
El Kamikaze, un viento antiguo,
que nos salvó de una invasión
al hundir los barcos del bárbaro Gengis Khan.
Quizá
el viajero que llevó consigo los secretos de una extinta dinastía
y esparció sus cenizas en el Mar Oriental
El humilde artesano de Tokio
que en su pecho apretó la cabeza de su hijo
antes de enviarlo a morir
en la Guerra del Silencio
Mi destino era otro…
fui llamado Kimitake o Príncipe Guerrero
y no conocí el olor de la muerte
ni su rostro en el campo de batalla
Mi discreta labor
construir una revolución de mentiras
defender a mi país a través de la palabra
y escribir por ejemplo
La vida es un baile
en el cráter de un volcán
que en algún momento
hará erupción
Ser el héroe en el seppuku
dejar correr mi sangre
envilecer la historia
fue mi tarea
A Yukio Mishima como una reverencia a su valor
AUTORETRATO A LA MANERA DE JORGE TEILLIER
Yo también bebí oceánicamente
y busqué calor en el cuerpo de una puta.
Desperté mil veces en escalinatas y en parques
cuando el aire de la ciudad es más malsano.
Hubo noches de sexo duro,
de puños ciegos en las esquinas.
Hubo otras de fuego y agua
y de tiempo roto en los cuchillos.
Siempre estuvieron los amigos:
los de ocasión y los de hierro,
los de intereses cómodos
y los que traicionan a las ocho de la noche.
El acero de los días ya no pesa,
las noches las malgasto con mi perro.
Pocos amigos arden en las manos
cuando hoy los días son silencio.
Son más altos los árboles,
los besos de las mujeres que amé,
los ojos de los hijos
y también es alta la luz del amanecer
que rompe los huesos.
Bajo los libros veo oculta la vejez,
sobre el asfalto se hace tenue la sombra de los amigos.
Sin tropiezos veo como la noche devora estas montañas
y se atraganta de frío y de negrura.
Crece la ciudad mientras mi mano
dibuja sonrisas perdidas en barcos
que partieron antes de asegurar a
Imagen / Pixabay
De: Correo de la noche Editorial Secretaría de Cultura de Caldas
UN TREN SILVA PARA ENCENDER LA AUSENCIA
…aquí, en la Tierra, hace mucho comenzó a llover y me he extraviado -como tantos- en la soledad
Santiago Mutis
Rudimentario crece este amor
en el pequeño espacio que habita tu voz.
Llegas en la estación del pan,
y me recuerdas que el tiempo -ajeno y amargo-
es apenas un beso o una caricia
en medio de los sueños donde siempre llueve.
Rudimentario y frágil,
hecho de miedos y esperanza,
de soledades y puertos
a donde llega la noche
recordándonos
que es el último vagón de un tren
que silba para encender la ausencia.
Rudimentario como el canto de los niños,
como el color de las astromelias
como tu sexo tibio donde está mi reino.
Crece entre calles sin nombre,
entre gentes grises de oficina
y listas de mercado y goles en la tele.
Así,
elemental y cursi,
subordinado y lleno de costuras,
veo pasar este amor,
lo veo en el parpadeo del amanecer,
en las gotas de leche derramadas en la frente de tus hijos,
en el desespero y en el llanto
y en el silencio de la madre que eres.
Rudimentario como la piedra,
como el árbol primigenio de Adán,
como el agua fresca de tu vientre.
Este amor
hereje y cómplice,
compañero y verdugo
crece
mientras un tren silba
para encender la ausencia.
marras en mi puerto.
Imagen de Michael Gaida / Pixabay
CORREO DE LA NOCHE
En las noches vacías en que regreso, todavía, me arrepiento de haberte arrojado tan lejos de mi cuerpo
Serrano
Bogotá,
el otoño se abre paso a través de la muchedumbre,
es hora del alumbramiento
y un tren herido se aproxima desde una esquina,
un tren –que es mi sombra o mi vacío- silba;
mientras una fina estela de humo me recuerda tu cuerpo,
altar donde, años atrás, oficiabas el Ritual de la Luna Llena.
Hoy es lámpara, fuego tibio para los días sin piel.
Esta ciudad siempre fue esquiva y hostil.
Te perdí en ella
como quien pierde la infancia después del primer beso.
En esta hora opaca
El Correo de la Noche trae noticias tuyas,
noticias que llegan en las voces de mendigos y de borrachos
Manizales Colombia. Poeta, ensayista y periodista cultural. Colaborador permanente del dominical Papel Salmón del diario La Patria en Manizales y colaborador ocasional de revistas como Semana, Luna de Locos, Luna Nueva, Clave y de los periódicos Quehacer Cultural, Diario del Otún y Crónica del Quindío.
Sus poemas hacen parte de:
El Amplio Jardín. Antología de poesía colombiana y uruguaya. (Embajada de Colombia en Uruguay. Ministerio de Educación del Uruguay. 2005) 12 Poetas Colombianos. Punto de Partida. (Universidad Autónoma de México. 2007) Antología de Poesía Contemporánea. México y Colombia. (Cangrejo Editores. 2011) Orizont Literar Contemporan. Rumania. (Rumania. 2014) Alhucema 32. Revista de Poesía y Teatro. (España. 2015)
También se encuentran en las antologías de poesía colombiana:
Poetas en el Equinoccio. (Fundación Sartapalabras. Pereira 2018). La idea que verdece (Editorial Cuadernos negros. Armenia 2014.) El rayo que no cesa. Antología poética. (Ediciones Cuervo de Papel. Bogotá 2013) Vive la Poesía. Poetas en la Uceva. (Universidad Central del Valle. Colección Cantarana. 2011) Panorama Virtual de la Nueva Poesía Colombiana (Corporación Ulrika y Ministerio de Cultura de Colombia. 2009) La música callada, la soledad sonora. (Fundación Orlando Sierra Hernández. Panamericana 2008) Descanse en Paz la Guerra (Casa de Poesía Silva. Bogotá 2003) Inventario a Contra Luz (Arango Editores. Bogotá 2001) Nuevas Voces para Fin de Siglo (Epsilon Editores. Bogotá 1999).
Ha publicado los libros de poesía:
Palabras en el purgatorio (Colección Lyrica Species 1999) Palabras de la Tribu (Editorial Manigraf, 2001) Los Amigos Arden en las Manos (Editorial Universidad de Caldas, 2010) Noticias del Tercer Mundo (Editorial Caza de Libros 2010) Todos sabemos que el poeta es un fantasma (Colección Tulio Bayer 2012) Los huéspedes secretos (UCEVA 2014) Correo de la Noche (Secretaría de Cultura de Caldas. 2019)
Además de libros como:
Bitácora de ciudad. Crónicas. (Editorial Manigraf 2014) Las letras que nos nombran. Historia. (Banco de la República. 2017) Un corazón de papel. Crónicas (Secretaria de Cultura de Caldas. 2018) Ha obtenido los Premios Nacionales de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” Casa de Poesía Silva y el VI Premio de Poesía Carlos Héctor Trejos.
En 2015 fue finalista el Premio Nacional de Poesía que convoca el Ministerio de Cultura de Colombia con su libro Los Huéspedes secretos.
Bajo tanta lluvia de Dios te recuerdo camino de la aldea, llevando de la mano un niño asombrado, tu rostro sereno, tu sonrisa; mientras el río se inflama, ruge; crece arrastrando a su paso la tarde que se desploma entera, el viento, la montaña, la aldea toda. Memoria erguida en una garza.
PUENTE
Para alcanzar la otra orilla del sueño, es preciso tender un puente de metales y brebajes, sobre el vacío tembloroso de la noche, dispuesto a resistir el peso de las huellas, que pueda mantener el equilibrio de la memoria, capaz de esquivar la bruma de los abismos. Es necesario atizar el fuego, afilar los cuchillos, atrapar el grito con las manos desnudas. Para alcanzar la otra orilla del sueño, pesadilla del sol, es prudente tender un puente de hechizos y milagros, ignorar la llave, el hilo extraviado en el ojo de la aguja, aceptar en silencio el asombro y el arcano. Es ahora que despierta la vigilia.
NOCHE DEL CAMINO
Vestida de follaje huyendo de lejanas intemperies ha llegado hasta mi alcoba para que la desnude la abrace la cubra de fuego
Noche del camino
Apretada a mi cuerpo cálido ahora duerme visita el paraíso
El tiempo resbala, escapa por entre los curtidos dedos del anticuario Él precisa la edad de los objetos tasa el polvo que cubre su existencia Risa y llanto de lejanos dueños habitan este mueble tenue luz de hogar se agita en esa lámpara imagen de la niña que fue en el espejo El piano recorre, discurre por notas de Chopin o de Beethoven y la tienda se puebla de ausentes Hay un lugar dispuesto para todos en el comedor de cedro donde cenaron los héroes antes y después de las batallas Hálito de vida en cada cosa respiración, vaho, latido desfile de siluetas invisibles siglos que observan en la sombra Un concierto de voces y murmullos asalta cada noche la tienda del anticuario Él precisa la edad de los objetos mide la herrumbre que calla su silencio Allí los estribos con aire de galope los floreros de Eros o Thanatos la máquina en que el poeta escribiera nocturnos memorables los jarrones de plata, los pebeteros los candelabros la silla de Van Gogh que contiene el mundo El tiempo resbala, escapa Candil que alumbra los rincones de la infancia ¿dónde el baúl en que Abuela atesoró sus más íntimos recuerdos?
ARCANO
Dueños del cuchillo y de la herida, llevamos un crimen en la traición, en la voz apagada. En el juego de la vida, cada cual guarda su as, su comodín. Arcano del silencio, ave nocturna, guardián de lo indecible.
De los escombros elige el que te guste Hay azules, cielo despejado para aquellos que sueñan paraísos donde la luz no alcanza Hay verdes, como el vientre del bosque colmados de hojas y de alas Los hay rojos como la espina la gota de polvo o de fuego en cada verso, en todo vino De los escombros elige el que te guste Hay variedad de grises olor a bruma El negro escondido en algún lugar de la tiniebla El blanco páramo El que inventa el calor de la canícula Puedes llevar los colores del sol y de la flor acaso el lila, el magenta, el rosa Puedes llevar los colores de la luna y la semilla los oscuros colores de la tierra Puedes llevar el amarillo dorado como el alba o la tarde como fruto maduro como ese viento que danza en los trigales De los escombros elige el que te guste Sólo tú sabes el color de tu miseria
FISURAS
Todo escombro tiene su precio. Vale lo que mide o pesa y es metal herrumbroso en horas de consumo, guerras, holocaustos. Sacrificio en tierra ajena, exilio del sueño que atesora, cofre de milagros, historia mancillada como virgen de clausura. Todo escombro tiene su precio. Ruina o esplendor en los matices del blanco, acaso ilumine este camino que bordea las fisuras de la noche.
DE NUEVO
Por la escalera del deseo, del séptimo al primer piso. No hay daño, sólo contusión de fuego. Ningún reproche. Nada reclaman las esquinas, la luz, las lámparas, los muros que advierten las palabras. Nada dicen la escalera, el deseo ni el recién lavado primer piso. Ayer la conciencia destrozada, dolor de filo, altar de miedo, ensimismadas siluetas en la noche. De nuevo la caída. Por la escalera de la culpa siete pisos, buscando la inocencia.
Armero-Guayabal, Tolima, Colombia, 1954. Poeta y ensayista. Abogado de la Universidad Libre. Premio Dámaso Alonso, Academia Hispanoamericana de Buenas Letras, Madrid 2017. Es representante en Colombia de la Unión Mundial de Poetas. Fue dirigente por varios años de una organización profesional del sector financiero. Autor de los libros de poesía: Pájaro azul, 1994; La noche del árbol, 1998; Ciega luz, 2004; Sombra embestida, 2007; En la curva del río, Antología, 2009; Tríptico de la luz, Antología personal, 2010; El tiempo que nos resta, 2014; Restauración del fuego 2016; Flor de precipicio, 2019. Incluido, entre otras, en las antologías Poetas Siglo XXI de Prometeo Madrid, 2007; Antología universal de Poesía Siglo Veintiuno de Fernando Sabido de España, 2008; Poesía colombiana Editorial el Perro y la rana de Venezuela, 2008; Revista Letralia de Venezuela, 2009; Poesía colombiana 1931-2011 de Fabio Jurado Valencia, 2011; Poetas colombianos siglo XXI Antología bilingüe (español-francés) de Myriam Montoya, París 2018; Los sueños se aman, Casa del Poeta peruano, Lima 2018; Entra – Mar, Sakura Ediciones, 2018, Su obra ha sido parcialmente traducida al francés, inglés y portugués. Respira y escribe en Bogotá.
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Las imágenes que acompañan a los poemas son del artista plástico colombiano Edilberto Sierra (Bogotá 1956). Maestro en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Ha expuesto en España, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, México, Cuba, Puerto Rico, y Brasil. Profesor de Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
La transparencia del aire (Poesía) Oscar Vargas Duarte Burdelianas Poetry Editores Lanzamiento: abril 25/2019
En 1804, Alexander Von Humboldt llegó a México y la exuberancia del paisaje poblado de profusos valles, montañas agrestes y volcanes en los que todavía se conservaba el fuego primigenio, le hicieron pronunciar: ¡Viajero, has llegado a la región más transparente del aire!
Oscar Vargas Duarte, en La transparencia del aire retoma los caminos del asombro de aquel caminante, esta vez sugeridos por una mujer. O, mejor, por la mujer total, territorio inexplorado que algunos poetas presienten.
El libro es, sin ambages, una declaración de amor. Al igual que Petrarca en sus Sonetos a Laura (mujer que el poeta italiano apenas vio en la iglesia, del brazo de su esposo, un viernes santo) Oscar Vargas Duarte en La transparencia del aire celebra a su dama, sin que le importe si ella se entera o no de esta celebración.
Estos poemas en ocasiones toman la forma de relatos, y viceversa, muy al estilo del Libro de las cosas, primera publicación del autor, dejando claro que no le interesan las fronteras entre géneros literarios.
La transparencia del aire es un libro escrito por un hombre que ama, y lo dice, y lo canta, como un volcán.
Litoral
Quédate en el litoral. No desembarques evita el clamor de la tierra. No viajes al mar extenso. Mantente ahí, inmóvil, en ese lugar sin niebla donde la claridad es oscura y congela. No te atrevas, sé fantasma.
Quédate en el litoral. Eres tú a quien deben encontrar sin que te muevas. A los demás la piel los migra, el tiempo los hereda.
Derrotas
Cultivé aridez en tu silencio, fui presencia ciega ante tus ríos.
Como un sol arrastré mi voz al lugar en donde los tubérculos dan sus frutos y olvidé la luz que con el aire vuela.
Construí ciudades enteras en tributo al dios tsunamí, a la diosa huracanada que habita en tus ojos.
Cierres y aperturas
Tú, juntas orillas atas botones das forma a lo que cierra ocultas la página blanca tapas la página escrita tu piel desnuda va al interior de tu ropa.
Yo, en secreto, pienso en soltar, abrir, ver, leer, desnudar escribir sobre tu piel en donde la lluvia te come con su boca secreta.
Sin que lo sospeches, tú cierras de ti lo que yo abro.
Contenido explícito
El único extremo que acepto es el de tu cama al amanecer. Mis palabras batallan por adentrarse en tu geografía. En tu boca un diccionario de voces puede leerse labio a labio, lentamente. Mis ojos se pierden en la luz de tu escote, y mis pensamientos se van en imaginarte. En vez de ojos tengo botones y te veo por el ojal sin hilo que me ata. Tus senos, breves como un parpadeo, me hablan de ti. Me cuentan todo.
Tu desnudez no abre puerta alguna. Caes sin ser tú, te levantas siendo tú misma. Mi mano, mi voz, mis ojos, son imaginados por tu nombre. Te llamas sorpresa, dentro de ti todo se sostiene, incluso yo que vivo afuera.
Respuestas oportunas
En el comienzo era el verbo. Yo no estaba ahí para escucharlo, pero aun así lo creo de ese modo. Me propongo hacer lo mismo con mis palabras, dando por hecho que palabra y verbo son lo mismo. No es la lengua un objeto amarrado, pero la suelto. No está cubierta, pero la desenvuelvo. Con ella encuentro la punta de la lluvia, la primera gota y digo algo. Supongamos que digo, Buenas noches, y al unísono una costumbre me responde desde la lengua materna de quien me oye. Es este el poder del verbo. Eres una mujer hermosa, y sin que sea por repetición, tu sonrisa responde en tu rostro.
Prisioneros
Deambulas por las estanterías de la biblioteca hasta que te detienes en un libro de Octavio Paz. Lees: «Si el hombre es polvo esos que andan por el llano son hombres». Cuando hablas de poesía, te gusta jugar. Dices: «Si la mujer es poema, esos libros están llenos de mujeres. El papel atrapa a quienes lo habitan». Ahora caminas, en silencio, como si estuvieras recorriendo los pasadizos de una cárcel.
Ensoñación
En algún lugar de mi memoria tomas café y miras a través de una ventana. Usas una blusa de color blanco con pequeñas nubes bordadas en hilo azul claro. Llevas en tu cuello una delgada cadena de oro con un dije que repite la forma de una manzana. Unos aretes diminutos como el dije, dan forma a un árbol que da paso a todo lo que llega a tus oídos. Ignoras la música del lugar, escuchas el tintineo de tus dedos en la madera, sabes del sin color artificial de tus uñas. Con tus ojos convocas la forma de un hombre invisible del que no sabes nada y lo presientes todo, no puedes esperarlo, no quieres ser la estación abandonada en el crepúsculo. Un sorbo nuevo del mismo café le da calor a tu boca y cambia tu expresión. Giras tu cabeza hacia un reloj que hay junto a la puerta y verificas que ya es tiempo de partir. Te levantas, sales, te alejas de mi recuerdo.
Me enseñaste a tejer para bordar tu mirada en mis ojos. Me enseñaste a coser para darle forma a la tela con la que he de extenderte en mi memoria. Me diste el color de la noche para agitarlo en las horas de sol y ver tus ojos. Pusiste en mis manos el temblor de la vida, la caricia próxima y la caricia perdida para que comprendiera que todo comienza en la danza. Así, me has estado enseñando la vida.
Silencioledad
Ves el libro, preguntas su contenido: en él estás tú, solo tú. Lo abres, nada en él, eso es todo, hojas blancas, sin palabras, sin trazos. Explico: caigo en tu “silencioledad” para encontrarte, hojas blancas, llenas de ti porque no estás.
Vacío
Te ves igual a esos lugares en donde se pone el sol y la madrugada se espanta al verse en los ojos de quienes madrugan. Te ves así cuando me preguntas acerca de mañana y no sé qué responderte. Preguntas de nuevo y el vacío nos circunda.
Viaje
Durante toda la mañana he pensado en ella. He trazado la forma de su rostro, de su sonrisa, de sus ojos. He visto la manera en que con una tela hace una moña en su cabello. He escuchado su voz y he enumerado las palabras que más usa. He recorrido la constelación en la que el azar ha dispuesto sus lunares. He sentido, como mías, sus cicatrices, el inexacto orden de una y otra de sus fatigas. He estado aquí en el mismo lugar desde donde abarco la mañana con mis ojos, yendo tras ella.
Miedos
Me aproximo a su existencia desde una canción, una de preguntas sin respuesta. Me acerco a ella tras las hojas de una novela de suspenso recién empezada. Me reencuentro con su piel cuando tiendo la cama y un delgado imposible tiembla al pensar en el camino que tendremos que recorrer para juntarnos.
Juegos de azar
Sabes que los dados están cargados a tu favor. Sabes que jugamos al amor con las cartas marcadas. Te quitas la ropa y sobre la cama lo apuestas todo.
Vélez, Santander, 1971. Poeta y narrador. Ingeniero de sistemas egresado de la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado el “Libro de las cosas” (Seshat, Bogotá, 2017 – Uniediciones, Bogotá, 2018), selección de textos de difícil clasificación en donde se amalgaman la poesía, el aforismo y el microrrelato.
Incluido en Depredación, antología inusual de cuento colombiano contemporáneo (Uniediciones, Bogotá, 2018), y en Desde estos tejados, antología de poetas hispanoamericanos.
Colabora en la sección de cultura del periódico mexicano Lector 24. Textos suyos se han publicado en los portales de Letralia y Burdelianas Poetry. Egresado del Taller de Cuento “Ciudad de Bogotá”, Renata / Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2010. Es cofundador de la iniciativa cultural Ciclos de poesía en los bares de Bogotá. «La transparencia del aire» es su primer libro de poemas publicado. Para conocer más de su trabajo, les invitamos a visitar su WEB.
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Las imágenes que acompañan a los poemas son de la fotógrafa y artista plástica colombiana Marcela Sánchez – MARA. Para conocer más de su trabajo, les invitamos a visitar su WEB.
Ala mujer le dolía tanto la cabeza que se le estalló. El ruido fue parecido a la explosión de un globo inflado con helio. El cuerpo inerte cayó. En el aire, las palabras y las imágenes flotaban. Eran muchas, todas las que guardaba desde pequeña.
Las personas que estaban en la plaza principal quedaron sorprendidas. Algunas se asustaron y salieron a correr; otras agrandaban los ojos para ver más allá de las visiones, y pocas, con seguridad y éxtasis, caminaron con pasos firmes hacia la magia flotante del corazón femenino que se abría como para el amor.
Un niño señaló la imagen de una muchacha elevando una cometa. “¿Qué es esto que vuela?”, dijo el niño con asombro. “No la toques”, le dijo su madre abrazándolo y acompañando ese descubrimiento que los uniría para siempre. El abuelo disfrutó viendo cómo la palabra amor se iba elevando lentamente por los árboles y luego por los cielos. Sonrió. Varios jóvenes siguieron las palabras: sosiego, pasión, locura, libertad, alegría… y desaparecieron en esa bella travesía.
Los paisajes se acomodaron como exposiciones de pintura. Los susurros enamoraron a los hombres solitarios y las canciones despertaron esperanzas en las mujeres tristes. Los olores se confundieron entre sí y se impregnaron en la piel de los habitantes que entraron en ese ensueño.
“A lo mejor esta mujer fue escritora”, se dijo un hombre que en la palma de su mano sostenía la imagen de un libro abierto. Se entregó a la lectura sin importarle los hechos alrededor.
Página a página leyó una historia en la que el viento, cantando, llevaba y traía razones de las orillas de todos los mares del universo.
Los miedos también festejaron su libertad y salieron a incrustarse en otras cabezas. El más grande se instaló en un anciano que empezó a decir que el mundo se iba a acabar y que no se quería morir. Gritó tanto que la voz se le escapó. Asustado, salió en su búsqueda. Por entre el gentío, la voz volaba libre como un pájaro que había estado enjaulado toda su vida. A lo lejos se veía un hombre mayor correr detrás de un ave multicolor por todo el pueblo, un lugar que no aparecía en los mapas. Ambos desaparecieron.
La risa y el llanto de la mujer resonaban por todas partes. Los rostros de los hombres que amó se fueron desdibujando lentamente. Primero como copos de nieve y luego como una tenue lluvia de cenizas. El olvido llegó a la misma hora de la muerte, como seguramente alguna vez le fue revelado.
El cuerpo fue robado por un mendigo, quien lo arrastró y lo puso debajo de un árbol donde se escondió con la evidencia. Le contó su vida mientras le ponía pedazos de pan en las manos.
Fue feliz por estar acompañado, se abrazó a ella y se quedó dormido tan profundamente que no volvió a despertar.
Mujeres llorando y riendo, hombres en silencio y tarareando, niños correteando imágenes como burbujas de jabón que al tocarlas desaparecen, unos danzando y otros leyendo, todos fuera de sus casas y sus cabezas: así pasaron horas y horas hasta que la nostalgia, lo más grande que tenía aquella mujer en su vida, se apoderó de todos, enmudeciéndolos para siempre.
Licenciada en Lengua Castellana y Comunicación. Especialista en Gerencia de Proyectos Educativos. Docente de español y literatura. Asesora en proyectos educativos, culturales y editoriales. Ha sido promotora de lectura y escritura, tallerista de escrituras creativas y gestora cultural en diferentes entidades públicas y privadas.
Escribe cuentos, poemas, reseñas, crónicas y novelas. También se dedica a la generación de contenidos pedagógicos y a la formulación de planes y programas educativos.
Retorno a la caída de la luz donde estrellados yacen los espías del olvido
Mariposa, acepta ser la esclava de tu propia noche
Levanta a los lisiados de tu vértigo.
ODISEA DEL GUERRERO
Adentro del corazón suena la campana. Alguien que no duerme, habita el cuerpo del intruso. Después de crear los intentos, el otro sale a caminar, invade el terreno de la piel. No hay una frase para describir la salida, el paso largo hasta el extremo. Un ligero corte, preciso desborde del sueño. Lo real adquiere el color del muro que traspasa. Al silencio, agregó la palabra. Esclavo del ensayo, sentado en un cuarto sin luz regresa al fondo. Al espacio que es, no se le abandona. Ayer, le pertenecía al diferente. Así vive compañero de él mismo. Alquilado por dos. El que fue, ya no vuelve, es fantasma. El inmortal es el reflejo de su rostro en otros ojos.
RUMOR DE CIEGOS
Luego del lamento, luego de la estrechez en muchos cuartos.
Aun después del ahogo en una cama, aun después de los silencios.
Más allá de la agonía y las deudas del amor, más allá de la frontera entre los labios.
Tarde y noche. El feliz jinete se despide.
Ahora, en el futuro, desprendido de la tierra, retoma la inocencia.
Ese niño recorre los parques, en busca del trébol de cuatro hojas.
Cuando comencé a viajar, no pude resistir la tentación de parar en la estación equivocada. Pequeño pueblo de bombilla en la escalera, habitar cualquiera de tus casas era bailar en una ronda de gaitas y tambores. No importaba la lengua arenosa, ni el calor colándose en la pared de la cocina. Bastaban eso sí los olores de la tierra, la lentitud descalza en el centro de la plaza. Nadie tenía nombre y sin embargo todos se llamaban. Las mujeres pintaban sus labios en punto de las seis y los hombres aplastaban fichas en medio de los gritos y la fiesta. Pero un día llegaron los falsos monjes a pintar con aerosoles agujeros negros en tu cielo. Pequeño pueblo, ahora que vuelvo con el camino despejado, ahora que la brújula señala el norte sin equívoco hay algo que no entiendo, todos callan y una fila de cantadoras con velas en las manos alumbran la marcha que aleja a los niños de la prometida tierra.
MEMORIA DE APRENDIZ
No basta con acariciar palabras, lo definitivo es dibujar la noche. Seguir la línea de su curva, hacia el eco común o la profunda luz. Tomar la imagen de su pulso. Medir la turbulencia. Oír su tono, el latido de su adentro. Habitar las estrellas que la viven. Desnudar falsos colores y mostrar el plateado vuelo de pájaros fantasmas. No basta con acariciar palabras, lo definitivo es asistir a los cortejos con toda irreverencia. Grabar los rostros, vestir sus cuerpos. Memoria de aprendiz, la inteligencia es un juego de distancia. Un dolor agudo. Una irónica y sutil virtud.
Ocupas este espacio, que descansa tu espalda. Antes de ti, otros vinieron y aunque no lo creas, tengo memoria. Cuando te vayas habré guardado de ti, la pequeña historia que relató el instante. Sé que no te llevas nada de mí y yo, afortunada, he contenido la esencia de tu espíritu. Este parque es mío, como yo le pertenezco, y el tornillo que cayó no me ha quitado la fuerza. Tengo la suerte de habitar los cuerpos, más no la virtud del movimiento. Pero mi vejez es de roble y, al final, puedo encender la hoguera.
UN ÁNGEL EN LISBOA
A Fernando Garavito
Me imagino que se levanta cada día con ganas de zumbar, que se despliega sobre el papel con la rabia propia y las miradas ajenas puestas sobre él. Me imagino que despierta y persigue los olores más extraños, aquellos rancios, aquellos agrios. Me imagino que da vueltas sobre la palabra y se posa sobre ella, multiplicándola. Me imagino que busca la luz, limpia sus alas, se guarda de sí mismo y espera el golpe por venir. Me imagino que sigue atento, más allá de toda sombra, que busca los desechos, que los lame y los escupe. Me imagino que tiene frío que su cuerpo ya es poema y que la ciudad, adoquín por adoquín, se parece a él.
El Socorro, Santander. Periodista y editora. Participó en la creación de la Fundación y de la Revista Común Presencia. Hace parte del comité asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior. Ha participado en los más importantes Festivales de poesía en Colombia y en Encuentros de escritores a nivel internacional. Ha publicado los siguientes libros de poemas: Queda la Palabra Yo, Antología de poetas colombianas actuales. Ediciones La Palma, Colección eMe, España, 2018. Antología Poética Ventre de Lumiére, Vientres de luz, 14 poetas colombianas + Jattín, Uniediciones, Colección Ladrones del Tiempo, 2017. Corps avant l´ oubli, Cuerpos antes del olvido (Yirama Castaño, Stéphane Chaumet y Aleyda Quevedo), Ediciones de la Línea Imaginaria, Ecuador, 2016. Poemas de amor (Yirama Castaño, Josefa Parra), Ediciones Corazón de Mango, 2016. Malabar en el abismo, Antología, Común Presencia Editores, Colección los Conjurados, 2012. Memoria de aprendiz, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, 2011. El sueño de la otra, Colección Prometeo Serie Hipnos,1997. Jardín de sombras, 1994. Naufragio de luna, 1990.
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Las imágenes que acompañan a los poemas son del artista plástico colombiano Rafael Dussan. Para conocer más de su trabajo, les invitamos a visitar su WEB.
Bogotá, 1978. Cursa Estudios Literarios en la Universidad Autónoma de Colombia. Ha sido promotor de literatura infantil y juvenil en espacios no convencionales desde el año 2006. Ha desarrollado talleres de lectura para niños y jóvenes. Algunos de sus poemas han sido publicados en la Fundación y Editorial Domingo Atrasado. Obtuvo el segundo premio en la categoría de ciencias humanas por su ensayo Ojos erectos, presentado en el Vigésimo Sexto Concurso Estudiantil “Fernando González” en el 2011, y el segundo premio en la categoría de ciencias humanas por su ensayo La apocalíptica Yoknapatawpha County, en tres relatos del escritor William Faulkner, presentado en el Trigésimo Concurso Estudiantil “Fernando González” en el 2014. Su poema Locomotora- Film fue seleccionado en el segundo semestre del 2013 en la revista cartagenera Cabeza de Gato. Fue uno de los ganadores del primer Slam de Poesía en el Ring realizado por el colectivo Las Desobedientes en febrero del 2015. Participó en las VIII Jornadas Universitarias de poesía ciudad de Bogotá “Nuevas voces para la poesía Iberoamericana” en septiembre del 2016. Su libro de poesía Las heridas del ruido fue publicado por la Editorial y Librería La Valija de Fuego en diciembre del 2015. Sus poemas han sido publicados en las revistas Literariedad de Colombia, y Primera Página de México. Escribe ensayos literarios para la revista Liebre de fuego de México y LSD de Uruguay.
Bogotá, 1950. Edita y dirige desde 1987 la revista de poesía Luna Nueva que completa 44 ediciones y 31 años de vida. Ha publicado 13 libros de poesía de los cuales destacamos: “Las muchachas del circo”, “Diez regiones”, “Un jardín para Milena”, “El libro de las cosas”, (Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, 1995), “La luna en el espejo”, “Diario de los seres anónimos”, “Cequiagrande”, y la primera edición en España del “Diario de los seres anónimos” que, ampliada y corregida, acaba de ser publicada por la editorial “La Mirada Malva”. La editorial Domingo Atrasado publicó en noviembre de 2017 “Lista de espera”. Se desempeña como director cultural de la Universidad Central del Valle, en Tuluá, donde también dirige la Colección Editorial “CantaRana”.
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Las imágenes que acompañan a los poemas son de la fotógrafa y artista plástica colombiana Marcela Sánchez – MARA. Para conocer más de su trabajo, les invitamos a visitar su WEB.
Hellman Pardo (Bogotá, 1978). Poeta y narrador. Ha ganado varios premios de poesía entre los cuales se encuentran: Eduardo Carranza en 2010; Casa Silva en 2011, Premio del Festival Internacioal de Poesía de Medellín en 2014 y el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2018. En la 31 Feria internacional del libro de Bogotá lanzó su primera novela «Lecciones de violín para sonámbulas» (Ibáñez Editores, 2018).
De su libro Reino de peregrinaciones Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2018
AMÍLKAR ESPITIA, HERRERO
Labrar el hierro es mirar con dureza las estaciones.
He levantado con lingotes sólidos
la viga que soporta el campanario de Catalpa.
Forjo en el yunque de la misericordia
las herraduras de caballos tristes
en cuyo lomo cabalgan el fuego,
la nostalgia, los pétalos del amor.
El fuego
es un metal pesado que construye señales en la sombra.
La nostalgia
es la niña muerta del recuerdo.
Los pétalos del amor
son las semillas perdidas en el pico de un colibrí.
Labrar el hierro es cargar un martillo en el hombro
y mirar con dureza la luz apolillándose a sí misma.
LA LLORONA
En las Guerras del llanto
solo persiste la sal en la lágrima.
Toda aldea conserva sus espantos,
su manera de preguntarse
si lo irreal es también posible.
En Catalpa, por ejemplo,
se oye el torpe rastro de La Llorona,
un ronroneo en los matorrales prohibidos de lo lejano.
Por su espalda
desciende el cabello como cascada de árboles,
tálamos de siemprevivas que agitan los ángulos del río.
Un escapulario ampara sus huesos húmedos.
Sumida en la vergüenza,
se envuelve con la túnica del arrepentimiento.
La Llorona tiende a chapolear el agua,
a enlodarla con su grito culpable.
Cuando la medianoche se enmusga en el tiempo,
el llanto salta la planicie,
sus altas quejas profanando el tímpano de los durmientes.
Sjtu/ Pixabay
PABLO CEPEDA, CREADOR DE INSOMNIOS
No es la inmovilidad del sueño,
es la movilidad de las alucinaciones.
Guardo en vasijas de arena
la ilusión del ciego:
imaginarse la resonancia de la luz
cuando extiende su amanecer entre bosques talados.
Dejo que sienta la redondez de su fruto,
su opacidad más blanca.
Solo allí puede contemplar el silabeo del pájaro caminero,
el desprendimiento de todos los soles
en el sol noctámbulo.
Para el ángel llevo en mis alforjas
las alas perdidas del último cernícalo
que consumió la madriguera del insomnio.
Forjador de espejismos,
cargo en la sombra las pesadillas del general Santander
tras su largo exilio por los jardines de Vauxhall.
De la niebla
formo el escalofrío que logra aferrarse al ciego,
al ángel, al general que aún se encandila
con los vestigios rotos de la Ibáñez.
Para los demás mortales
viejos cántaros donde se recoge, en reposo,
la vigilia.
MATILDA HIGUERA, COCINERA
Antes de talar el pecho de cualquier cebolla,
extiendo una oración al santo patrono
de las especias.
Pocos saben que la cebolla también llora
cuando la cortan en rodajas.
Su crujido al fuego es una ráfaga
que fecunda la nariz de los que sueñan.
En la cacerola, junto a ella,
conviven el ajo, la zanahoria,
el cilantro.
La gran cuchara del alma
revuelve el aroma que ha de fundirse con el lado abofeteado de su mejilla.
La sopa humea los escondrijos de Catalpa,
ensaliva el paladar de la aldea.
Lars Nissen/ Pixabay
ISRAEL MENUNGA, PANADERO
El trigo
debe recogerse antes que lo acaricie la levadura del alba.
Cada semilla con su pulmón abonable,
con el latido picapedrero de su médula.
La molienda es dulce y arroja el aroma del cereal
en cántaros que amparan su reposo.
Para que su aliento alcance el punto preciso de la madurez,
ha de mezclarse
el almidón con el agua de lluvia
que solo se encuentra en los párpados
de una mañana desvencijada.
Nace el pan en la tierna espiga de la comunión,
en mis manos
que siempre buscan amasar la melancolía.
THELONIUS MONK
En la tarde en que los paraguas relamieron la humedad estancada
de Catalpa,
un forastero visitó la posada de Lorenzo Cercas.
Decía llamarse Thelonius Monk.
Pasaba por allí buscando estribillos de guerra,
viejas partituras de gorjeos impelidos
por algún pájaro hechicero.
Sostenía
un clavicémbalo en cuya asonancia
se empozaba el aire con luminosa fugacidad.
Alguna vez
en la plaza Isaura
tres ejes estallaron de improviso.
Sin conmoverse,
Thelonius extrajo de su sombrero las llaves del desamparo
y ajustó los ejes
que ya pendían de un tallo de olivo.
La música es hija de la fatalidad,
dijo,
y continuó pulsando las clavijas.
ISAÍAS RONDEROS, EL SASTRE
Trazar la línea de la solapa uniéndola al cuello
y por la extensión de los botones,
desprender el hilo en dos cabezas para crear un ojal
entre la aguja y el pasado.
Hacer crujir las tijeras en la sábana infiel
que envolverá los cuerpos abatidos de mañana.
Voy por la Singer
remendando la membrana ciega de la transparencia,
el lienzo zurcido en los telares de la escritura.
Mabel Amber / Pixabay
EL COJO BARRIOS, GUARDAGUJAS
El comisario de caminos dice que soy el empleado
que ajusta los desvíos del ferrocarril.
La afirmación es vaga.
Es cierto que enlazo las bifurcaciones del día,
las cargas que arrastran la ceniza de los torturados,
sin embargo,
prefiero que las buenas gentes me recuerden
como un anacoreta del olvido.
Lo destruido se ahúma en cada aguja removida.
Encarrilo los compartimentos que temen inclinarse
por el peso de carbones recién extraídos en la desgracia.
Es tarde. El tren dejó de anunciarse hace cinco meses.
Aún espero sus vagones sonámbulos
en la línea que traza la distancia.
EL MARISCAL VICTORIO
En las tácticas de combate
es permitido montar el potro de la expiación.
Recuerdo huir montado en su lomo izquierdo por la colina
perseguido por falsos héroes.
Asomaban los fusiles de polvorera
para amedrentar a mi ejército.
Ya no tengo ejército.
Todos han muerto.
Pero un mariscal siempre será un mariscal,
aunque en su pecho cargue una lágrima o un falso héroe
o las espuelas en el potro al lado izquierdo de su lomo.
Por eso todos los días a media noche
la vieja carabina escopetea topacios para salvar de la muerte
(Bogotá, 1978). Graduado de ingeniería electrónica, carrera que ejerció por más de siete años. Entre sus premios literarios se encuentran: Eduardo Carranza en 2010; Casa Silva en 2011 y el Premio del Festival Internacioal de Poesía de Medellín en 2014. En 2011 el Ministerio de Cultura le concede la Beca a la Circulación Internacional de Creadores en New York. Ha publicado La tentación inconclusa(Común Presencia Editores, 2008); Anatomía de la soledad (Gamar Editores, 2013); El falso llanto del granizo (El Ángel Editor, 2014); Los días derrotados (Cuadernos negros, 2016), y Reino de Peregrinaciones (Gobernación de Norte de Santander, 2018). Miembro fundador de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida. Pertenece a los consejos editoriales de las revistas Ulrika de Colombia y La Otra, de México. En 2018 recibe el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus por su libro Reino de peregrinaciones.
(Bogotá, Colombia, 1991). Ha publicado el libro Bogotrash (Cuentos, Argentina, 2014), las plaquettes El nadaísmo me lo mama en reversa (Ensayo, Colombia, 2017) y la trilogía Papeles para leer… (Poesía, Colombia, 2014, 2016 y 2018). Compiló y editó el libro Cumpleaños del Tiempo de la poeta María de las Estrellas. Ha ganado algunos premios literarios, entre ellos: Primer premio, en la modalidad de narrativa, en el Concurso Literario Nacional e Internacional de Relato y Poesía “Palabras sin fronteras”. Argentina, 2013; Primer premio, Concurso de Poesía Festival de las Artes, Bogotá. Colombia, 2011; Tercer premio, I Concurso Internacional de Poesía Grupo Literario Poeta Osvaldo Ulloa, Chile, 2012. Aparece en diversas antologías de poesía y narrativa en América Latina y España, algunas de ellas son: Poetas latinoamericanos (Argentina, 2015); Sístole/diástole (México, 2014); Anónimos 2.2. (España, 2014); Frontera (Chile, 2015). Textos suyos aparecen en las revistas: Puesto de combate, Marabunta, La Caída y en los blogs literarios: Cráneo de Pangea, Digo Palabra y Poetas del siglo XXI, entre otros. Poemas suyos han sido traducidos al italiano. Es cofundador y codirector de la editorial independiente Ediciones con Tinta Ebria.
Benhur Sánchez Suárez. Retrato al pastel del artista ibaguereño Diego Fernando Céspedes
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ (Pitalito, Colombia, 1946). Novelista, cuentista, poeta y artista plástico. Cuentos suyos han sido traducidos al francés, al alemán, al italiano y al inglés. En la actualidad vive en Ibagué. Es columnista del diario El Nuevo Día.
SOLEDAD
Un mes viejo como enero llega hasta mi mesa De flores dice poco tal vez sólo el aroma de una fruta en la alacena
Camino en su claridad como un demente A veces atisbo que otro enero de frutas y de floresviene hasta mi mesa yya viejoemprendo mi regreso.
TAROT
Enciende las velas rojas de tu tarot para mi suerte.
Revisa mi canino como quien mira un espejo de la noche.
Dime que somos uno en cada carta ausente.
Benhur Sánchez Suárez, Huellas 14, 2015
EGOÍSMO
Quemo tus alas para que no alcances el horizonte de la ausencia.
ESPERA
Mido mi tiempo entre tu viaje y tu regreso.
Aquí me quedo a la espera de tus pasos de tu abrazo de tu beso.
Benhur Sánchez Suárez, Huellas 13, 2015
EPITAFIO
Cuando muera quemen hueso a hueso mi pasado y esparzan mis residuos en la colcha andante del río para que los peces de colores me vivan en su cuerpo.
VIDENCIA
¿Volverán mis clavellinas a marchitarse con el sol? ¿Regresará la luz a descubrir mis secretos en el horrible encanto de la espera? ¿Más allá de la esperanza habrá sosiego?
Amanecerá y, tal vez, pueda ver lo que el ciego presintió en su noche interminable.
Benhur Sánchez Suárez, Mapa 4, 2016
HOLA
Tú
que crees en alguien o en algo pídele que el sosiego anide en tu corazón para que te permita reconocer la paja en tu ojo.
Pídele que la serenidad instale la sencillez en tus manos para que no olvides al desplazado de la esquina ni a la rata que roe tu futuro.
Pídele que el amor invada tus acciones para que puedas perdonar las huellas sucias de la vida.
Pídele comprensión para que el olvido oculte el dolor que sólo se borra con la muerte. Mido mi tiempo entre tu viaje y tu regreso.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA
Benhur Sánchez Suárez nació en Pitalito (Huila) en 1946. Ha publicado las novelas La solterona (1969), El cadáver (1975), La noche de tu piel (1979), A ritmo de hombre (1979), Venga le digo (1981), Memoria de un instante (1988), Así es la vida, amor mío (1996), Victoria en España (2001), El Frente inmóvil (2007) y Buen viaje, General (2010); los libros de cuentos Los recuerdos sagrados (1973), Cuentos con la Mona Cha (1997), Historia de los malos tiempos (2012) y Cantata en yo mayor (2016); los libros de ensayo Narrativa e historia (1987), Arte, música y literatura (1988), Identidad cultural del Huila en su narrativa y otros ensayos (1994) Esta noche de noviembre (1997) y Mi ejercicio de la reflexión (2012); y los libros de textos poéticos Sobres de manila (1998), Laboyos y otros textos con memoria (2005) y Las señales de la ausencia (2015). Cuentos suyos han sido traducidos al francés, al alemán, al italiano y al inglés. En la actualidad vive en Ibagué. Es columnista del diario El Nuevo Día.
PEDRO ARTURO ESTRADA (Colombia, 1956) Ha publicado nueve libros de poemas. Premio nacional Ciro Mendía en 2004, Sueños de Luciano Pulgar en 2007, Beca de creación Alcaldía de Medellín, 2012 y Casa Silva, 2013.
ANTIORACIÓN
Que la vida me agarre confesado
boca arriba del miedo
aleteando en el azul
Una sola canción
una palabra sola
—dioses desconocidos
cantaré para vosotros
No pido ningún cielo
No ignoro vuestro infierno
Solo este instante es mío
No lo carguéis de eternidad
Dejadme ir cuando quiera
No me atéis
No pidáis mi fidelidad
—Mi fe última
Esa apenas me alcanza
para el día.
SILENCIOSO HORROR
De los días que uno tras otro
no fueron la vida
—que estuvo siempre en otra parte
Del camino que no elegimos
La dicha que pudo haber sido y desdeñamos
La verdad no vista a tiempo
La mano que no se tendió
y hubiera salvado algo
De la vieja costumbre de creernos a salvo
porque vuelve la luz a los ojos abiertos
mientras duerme lo informe bajo techo
Rostro del horror escondido en la belleza
—La misma luz de lo amado.
Carlos Granada, Angustia – 1970
PERMANENCIA
Permanecerá sólo la devastación
La pesadez del cielo
en la pupila fría
De la tierra ascenderá entonces
el reclamo de lo muerto
La lengua del fuego imprecando
la masacre de los delfines
el desuello vivo de los pequeños
habitantes del bosque
la tortura del aire y del agua
cuyas voces ya habrán gritado
su sentencia inapelable
Permanecerá sólo la cuenca ávida del desierto
El vuelo rasante de la hoz
sobre los trigales del universo
Y en el fondo de toda la memoria
de unos dedos a cuyo roce
hubieran girado de otro modo
los goznes de la realidad
Las yemas de esa penélope del sueño
tejiendo y destejiendo una imposible
—belleza.
LA SOLA GRACIA
No obstante, el instinto
de asirnos a los bordes
De mantener la calma
frente al vértigo
La ingenua obstinación
por otro mundo
soñado en el vacío
Esta red de creencias
deshecha por el viento
llamada realidad
La gracia de fingirnos
habitantes del aire
Son el único triunfo
—todavía.
MISERIA
Espuria promesa del reino
del país del mañana
cuando sólo teníamos ese trozo de pan
para el día siguiente
Cuando nos guarecíamos de la tormenta
bajo una piedra habitáculo de escorpiones
Cuando apenas podíamos copular en la sombra
avergonzados de nuestro deseo
de acunar esa pequeña llama
ese rescoldo de incendio en los ojos
Miseria de comprendernos mejor
cuanto menos palabras
cuanto menos sueños cumplíamos
cuanto más despojados
Miseria de no sabernos
de no querer saber
De no querer vivir
nada que estuviera
más allá de las manos.
Carlos Granada, El color de la vida, el color de la muerte – 1975
MEMORIAL
Hubo un tiempo para el alto sueño del viaje
más allá de la casa, el sempiterno patio,
el comedor penumbroso, el corredor helado
Una hora para la epifanía
del grano de arena y las alas del pájaro
La simetría dorada, la cifra, el continuum
de la música donde fluíamos con los ojos cerrados
Tiempo en el que pagamos con oro toda fe
y aguardamos pacientes el regreso de la gracia
Esperábamos tanto de nosotros
Todo lo dimos, todo lo apostamos
esquivando el aletazo de la incertidumbre
De pronto algo se rasgó
La grieta apareció y por allí
el resplandor del infierno tan temido
La mañana dio un vuelco feroz contra los ojos
El sol se vino abajo
Se hizo polvo el cielo
Y no tuvimos donde poner el pie
que no fuera ya sombra
de lo muerto.
ANÁFORA DEL VIAJE
Haber visto singlar las horas vacías
Haber oído el canto de sirenas
y contemplado inermes el ojo del Cíclope
para nada, para espantar con débil gesto
las moscas que regresan al rostro
Haber esperado desnudos
ante la aurora que avanzó
como una novia entrando en la casa
Haber escuchado todo Bach
todo Mozart con el cuerpo vencido
bajo la araña metálica del clave
con el hueso ingrávido
sobre las armonías del Celeste
Haber leído las páginas
del mismo interminable libro
que fueron todos los libros
en tanto que la vida
—otra vida
huía veloz por la tangente.
BELLEZA
Concentrado fulgor
Prenda última de los demonios
Belleza sólo para ella misma necesaria
En ella misma soberana
Belleza que sólo en nosotros se hizo escombro
Belleza que sólo en nosotros se hizo crimen
Belleza que sólo en nosotros fue terror.
Carlos Granada, Sin título – Sin fecha
FUGA
Olvido
que en tu pulso nos ciñes
pudriéndonos sin pausa
Todo cuanto tocas es pliegue quemado
oblicuidad de la mejilla,
declive y desvío
Tiempo que, no obstante,
una urgida belleza nos revela
sin horizonte, en fuga siempre
renaciendo a la sombra
de todas las derrotas.
LECTURA DE PASCAL
Para Camila Charry
Esto que tratamos de entender
a fuerza de imaginación
más que de razonamiento, como una fe,
como un sueño sub specie aeternitatis.
Esto que flota y va con nosotros,
de afuera adentro y viceversa,
lo que en las noches se agiganta hasta el vértigo
y nos abre una fisura de extrañamiento
mientras hacemos que ordenamos,
que dominamos el pequeño espacio
de palabras e historias del día,
mientras rumores lejanos se apagan,
y el zumbido secreto de otro universo
a escala micro se esconde
tras la línea de lo inaudible
que llamamos silencio.
Fragmentos de realidad se juntan
bajo el foco de luz
de una conciencia
Instantes de eternidad nos atraviesan.
Qué somos, adónde vamos,
qué hacemos aquí indaga,
grita la estrella afuera o adentro
de los ojos del perro que nos mira,
por qué y para qué susurra el viento en la ventana.
Por qué buscamos aún más explicaciones
cuando apenas somos
esa antigua pregunta
—y debería bastarnos.
BABEL
…una grieta en el seno de lo dicho
Mercedes Roffé
Y tantos libros, tantos nombres
desbordando la estrecha memoria de un mundo
hecho sólo de ráfagas de presente
Y volver a leerlo todo para nada
Y volver a escribirlo todo para la muerte
Espuma y viento, mares de tinta que revientan
contra los acantilados de la noche
Y al fondo en la soledad de su cubículo
el último hombre, el último poeta
salvajemente mudo,
rabiosamente herido
de silencio
—y vacío.
Carlos Granada, El color de la vida, el color de la muerte – 1976
SUPERFICIES
El silencio no existe. Existe lo inaudible
en la superficie donde apenas percibimos
nuestra sombra
Tremor oculto de la vida
que ignoramos
—En la superficie sólo escuchamos
nuestro pensamiento
—En la superficie sólo hablamos nosotros.
De superficie a superficie
la verdad enmudece
De superficie a superficie
sólo la nada dice.
*
Abandonamos todas las razones
para tener razón
Se fragmentan los espejos
que devolvían un rostro
El que creíamos nuestro
—Y el rostro único de la verdad
Ahora todos los rostros son posibles
Todas las verdades
Todas las identidades casan
con nuestra nada
*
Como los nombres, como las palabras
que designan lo desconocido
Porque también desaparece la fijeza,
La mirada que aún nos dibujaba
La mano que demarcaba los contornos
La fe de estar presentes
De cruzar el umbral
La certeza de durar y fundar un territorio
El silencio no existe
Sólo existe lo inaudible
en la superficie.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA
Pedro Arturo Estrada. Colombia, 1956. Ha publicado Poemas en blanco y negro (Editorial Universidad de Antioquia, 1994); Fatum (Colección Autores Antioqueños, 2000); Oscura edad y otros poemas (Universidad Nacional de Colombia, 2006); Suma del tiempo (Universidad Externado de Colombia, 2009); Des/historias (Cuadernos Negros Editorial, 2012); Poemas de Otra/parte (Cuadernos Negros Editorial, 2012); Locus Solus (Sílaba Editores, 2013); Blanco y Negro, nueva selección de textos (Letera Ediciones, NY, 2014) y Monodia (Letera Ediciones, NY, 2015). Es premio nacional Ciro Mendía en 2004, Sueños de Luciano Pulgar en 2007, Beca de creación Alcaldía de Medellín, 2012 y Casa Silva, 2013, entre otros. También ha participado en distintos festivales y encuentros de poesía en Colombia y E.U. Ha sido coordinador de talleres literarios con el ministerio de cultura y algunas instituciones educativas del país.
LUZ MARY GIRALDO (Ibagué, Colombia). Poeta, ensayista, antóloga y profesora universitaria con libros de ensayo, antologías de cuento y valoraciones críticas sobre autores colombianos. Distinciones: Gran Premio Internacional de Poesía en Rumania, 2013 y Mención Honorífica en Poesía, Academia Oriente-Occidente (Curtea de Arges, Rumania, 2016)
EL VIENTO FATIGADO POR LOS PÁJAROS POEMAS DE LUZ MARY GIRALDO
Del libro: De artes y oficios. Taller de Edición Rocca, 2015
MÁS PODEROSO QUE LA MUERTE
Como árbol de nubes y manto de pájaros al aire
llega el amor que desordena todo
con su música breve.
Más dulce que el vino y más poderoso que la muerte
llama con voz de seda tejida en flecha ponzoñosa.
Es vuelo de colibrí suspendido en el aire
y llega como se va:
desafiando el silencio.
ARTE DE TEJER
Como arañas colgadas en los muros
se teje y desteje la tela pegajosa de quien cae en la red.
Saltan nombres que un solo click trae de regreso
al amor que se sabe pasajero.
Todo cruza en los hilos de esa joven Penélope
que junta el tejido de una nueva democracia.
Entre caritas repetidas pasa la vida a la basura
con cada una de las manos que señalan en todas
direcciones
me gusta no me gusta lo comparto
y los dibujos ríen y lloran y aman y están tristes
maúllan o ladran
en las voces que trinan en esas avenidas
de soledad y desamparo.
Hay un juego de espejos en la red:
el amor que no empieza y la amistad que se acaba
las fotos que invaden la pantalla
la imagen cambiante como la ropa vieja
la tensión de los puntos que anuncian la escritura
esperada.
En ese espejo de letras solitarias
teje una araña el laberinto donde Asterión se esconde
y Teseo busca los hilos que lo acercan a Ariadna
o que lo alejan.
Leonora Carrington, El templo de la palabra, 1954
CANCIÓN SIN PALABRAS
(A la manera de Franz Schubert)
¿Quién te conoce, amor,
si no nos conocés?
¿Si tu péndulo tiene
el vaivén de dos caras?
Juan Gelman
Los amantes tejen historias
mientras hilan y deshilan sus galaxias.
Un violín acompasa con zumbidos de sueño
en cada cuerpo
y Amor cabe en la canción sin palabras:
suena con A de alma y de alhaja
si eleva una melodía con notas de color y de ansia.
Se dice desamor
si un exceso de frases reclama falta de luz y de aire
y se escribe con D
de dolor y desamparo
o con A de asma y de ausencia.
Amor es música de alas
preludio y fuga en un arpegio
elegía anunciada.
Desamor abandona
atropella las sílabas y la esperanza
si un violoncelo rompe sus cuerdas
en el destiempo de los ruidos y las sombras.
Los músicos despliegan con armonía su vuelo
si elevan el vaivén del amor
sobre las cuerdas del aire.
DE NUEVO LA PÁGINA
Acariciar las palabras
saberlas imperfectas
borrarlas o tacharlas
rasgar el papel
arrugarlo
echarlo al cesto
rescatarlo
unir los trozos
uno a uno
planchar la página
diccionario de dolor.
Preguntar porqué te has ido
porqué sigues llenando de
tachones mis cuadernos
y de remiendos mi corazón
que página estrujada o cristal roto
no lucirá jamás el brillo de piel lisa
y de ilusión.
Armar las palabras
desarmarlas en la página
ajustar trozos
y hacerlos respirar en el poema.
Leonora Carrington, Las distracciones de Dagobert, 1945
CARICATURA DEL ADIÓS
Colgada a una baranda
la emoción silabea
y es palabra tartamuda
atrapada en la tela de araña del insomnio
o suspendida en el limbo
como fotografía que se desvanece
en la inagotable y borrosa
caricatura del adiós.
CONFESIÓN DE HERA
De todas las palabras odio la que nunca pronuncias.
Esa que gritas hacia adentro
para que no toque mi pecho ni llegue a mis oídos.
La que pasa en silencio
y muerde sin compasión mis días y mis noches.
De todas las palabras
prefiero este paréntesis
del viento que roza la ventana
un invierno en Florencia
con Martha y con David y Sara dando vueltas
y la lluvia lavando las calles y los puentes
y el corazón abierto a la vida que pasa.
Escucho a Hera cuando exclama:
no huyas, Zeus, no te escondas,
el nuevo oráculo señala tu traición
y anuncia que has de morir
bajo el puñal de mis palabras.
Leonora Carrington, Autorretrato, 1936
Del libro: Sonidos en la luz. Hombre Nuevo Editores, 2009.
POEMA CON ARAÑA
Como si llegara por primera vez
igual a una araña que sigilosa teje
frente a un cuerpo asustado.
Como si midiera la distancia
cosiendo mi corazón con sus ocho brazos
la palabra
atrapada en el hilo del verso
tiembla inútil
en la elástica y pegajosa hebra del poema
y es araña que caza los días
mientras enreda el último suspiro
o el amanecer.
El poema cae sobre la tela
o al borde de mí
teje la vida y la sentencia
extiende su sombra en la luz
y en el hilo donde gotea el tiempo.
COMO UN CENTINELA
La vida por siempre dando vueltas
y como un centinela en los rincones
la muerte llama en silencio con todo y sus
gerundios:
gato lamiéndose despacio
perro ladrando en la mitad del sueño
pájaro cantando al comenzar el día
mientras tejen su tela las arañas.
Golpea el viento
apaga la luz en la ventana
se escucha la zozobra
y el silencio recoge expectativas.
Parpadean los hilos del asombro
y en la soledad de un pájaro
oigo distintas formas de alegría:
pequeñas cosas que pasan en la casa.
SONIDOS EN LA LUZ
En el silencio
un trino o un granizo
la mirada de un hombre en medio de la plaza
el paso de una mujer hacia la ruina
un niño con ojos asustados.
Se enredan las palabras
atropellan
señalan la sombra:
sonidos de ese hombre
de esa mujer
o de ese niño
hilo de luz
en la tiniebla.
En el silencio
un trino
un alarido
un hombre solo
una mujer con ojos asustados
un niño
única luz en el desierto.
CANCIÓN DONDE ESTÁ LA SOLEDAD
Buscas un pentagrama en el vacío de la luz
y encuentras un muro de habitaciones desoladas.
Te niegas a respirar el aire donde se eleva el dolor.
Tus palabras no entienden qué fue ni qué pasó.
Te niegas a los pies desnudos
y a caminar sobre piedras rotas.
Tu voz amordazada no exclama
ni siquiera dice ¡ay!
La sirenas guardan silencio
–dijo Kafka–
y el mundo se llena con ausentes.
Leonora Carrington, El baño del pájaro, 1978
Del libro: El tiempo se volvió poema. Ediciones Cafastía, 1974
NUNCA LLEGÓ EL VERDADERO Y SABIDO NOMBRE
El ave que algunos llaman Tiempo se alargó en el desierto de los hombres y cada mañana se enredó en sus ojos.
Trataron de construir una palabra pero faltaron piedras: NADIE PUDO ENTENDERSE DESDE ENTONCES.
Del libro: Con la vida. Universidad Javeriana, 1997
LA HORA DE LOS PÁJAROS
Inasible y costurera la palabra cubre con tela engañosa la herida de la noche: juega a la libertad o sueña la ventura.
Como eterna Penélope teje la túnica de todos deshilvana el secreto de la espera hasta inventar un nuevo rostro o un espejo sin nombre.
Inasible y costurera oye pasar el viento fatigado por los pájaros.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA
Luz Mary Giraldo (Ibagué, Colombia). Poeta, ensayista, antóloga y profesora universitaria con libros de ensayo, antologías de cuento y valoraciones críticas sobre autores colombianos. Entre sus libros de poesía: De artes y de oficios (2015); Llévame como un verso (2011); Sonidos en la luz (2010); Postal de viaje (2004); Hoja por hoja (2002); Con la vida (1997), Camino de los sueños (1981), El tiempo se volvió poema (1974)y las antologías: Il volto nascosto dell’ amore -Poesie 2010-2016- (Italia 2017, español-italiano), Canto de pájaros (Rumania 2015, español, inglés, rumano, versión completa Biblioteca Digital de Bogotá http://www.bibliotecadigitalbogota.gov.co/) y Diario vivir (2012). Poemas traducidos al inglés, francés, italiano, portugués, macedonio, croata y rumano. Distinciones: Gran Premio Internacional de Poesía en Rumania, 2013 y Mención Honorífica en Poesía, Academia Oriente-Occidente (Curtea de Arges, Rumania, 2016); nominada al Premio Fernández Labrador en Poesía, Salamanca, 2016; Premio Internacional LASA-Monserrat Ordóñez, 2012; Premio Nacional de Poesía Casa Silva Poesía en el concurso “La Poesía como una Casa”, 2011, Mención Honorífica en Investigación Instituto Distrital de Cultura, 2004; Mención Honorífica en el Premio Internacional de Ensayo Convenio Andrés Bello, 2000 y Beca Nacional de Literatura Ministerio de Cultura, 1999.
ÁLVARO NEIL FRANCO ZAMBRANO (Barbosa Santander, Colombia, 1969). Licenciado en Idiomas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
BOCACHICO MONO
Brilla todavía
en la sonrisa de mi padre
el paso del bocachico mono
el que no sabe a barro
y canta con sus labios pequeños
la soledad de los pantanos
Su palabra resbalosa
desgajada del fondo de los plátanos
inunda la mesa de la casa
con el lomo marrón del Magdalena
Cómo suda mi padre
mientras atraviesa
con sus brazos marchitos
la corriente espinosa de historias
que lo mantienen vivo
Cómo toca madera y reparte coletazos
para espantar la carne azul
donde empieza el olvido.
ROLLING STONES
Con las piedras arrojadas contra mí he construido los muros de mi casa. Anise Koltz
¿Qué parte de la casa son las piedras que sostienen las puertas?, ¿El aire que no deja caer el andamio de las conversaciones?, ¿El instante en que la puerta sueña con volverse ventana?, ¿Polvo que se apea de los caminos para sumarse a nuestro polvo?, ¿Lomo azul que los niños acarician, para apaciguar el agujero que devora los días?, ¿Memoria que extraña los caballos que se fueron a viajar en la sábila?, ¿Lunas del otro lado a las que los perros no dejan de batirle la cola?, ¿Celacantos danzando un traje de luces que sale bien con el silencio?, ¿Sueños redondos que sueñan eternamente en los linderos donde vive la muerte? ¡Con todo lo que son y nunca aparecen en las fotografías!
Marc Chagall, “Bestiaire et Musique, 1969
NACIMIENTOS
Vengo de un pie
marcado por los mandarinos
de unas piedras de río que conocen
la profundidad de mi infancia
Con la buena noticia
de un cielo de guayaba
madurado por el vuelo de las mirlas reales
Me correspondieron por vecinas
unas chicharras que anuncian el fin del mundo
desde cuando mis antepasados
desenterraban los silencios
donde se pudrieron sus ojos
Mi patria es un bijao
que envuelve despedidas
en los caminos de las nubes
Mi noche es una calle con palmeras
por donde se aleja
la mujer de un bolero
Mis días
un tinto tostado de palabras
que calientan el paso de los muertos
Vengo
de unos cuartos de inquilinato
donde alumbré mi vida
con las velas de Kavafis
y los cigarrillos de Fernando Pessoa
Vengo de un canto colorado
donde amanecen
las ceibas de mi sangre
de unas manos huesudas y amarillas
que amasaban el sabor de la luz
de unos tíos
que me arrancaron la leche de los dientes
con las puñaladas de una bailarina de
tango
de borracheras interminables
que me dejaron la soledad de unos abrazos
Vengo de unos enemigos
que junto con El buey
de Eugenio Montejo
me enseñaron a leer poesía.
Marc Chagall – “Yo y la aldea”, 1911
INVOCACIÓN PARA QUE ANUBIS NO SE VAYA
El perro es una prolongación vital de la familia.
Luis Tejada
Barbosa Santander, 1969. Licenciado en Idiomas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Catedrático de la Escuela de Idiomas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja. Poemas suyos han sido publicados en el Periódico de Poesía de la Universidad Autónoma de México (2007), en la Revista de Poesía Trilce (Chile, 2012), en la Revista Casa Silva (2012), en la antología de la poesía colombiana Desde el umbral, en La Pipa de Magritte y en las Revistas Clave, Rosa Blindada de Cali y en La Raíz Invertida (Revista Latinoamericana de Poesía), Poetas Colombia y Burdelianas Poetry. Libros publicados: La saga de los clavellinos (Universidad del Valle, 2008) y Temblor de isla (Rosa Blindada Ediciones, Cali, 2016).
FERNANDO LINERO MONTES. (Santa Marta, Colombia, 1957). Músico y poeta. Ha publicado seis libros de poesía. Es uno de los escritores colombianos con mayor trayectoria.
Del libro Guijarros(Fundación Simón y Lola Guberek. Bogotá, 1990)
Y AÚN LAS TARDES
Por el lecho de los días
resbalo sordo y sereno como un río al atardecer.
Triste soy de mirar el color de estas colinas
del ruido de espigas del viento.
Sé de la escasa luz que me indumenta.
Y aún las tardes alcanzan
para celebrar la hondura de las cosas
la ración de dolor que la vida se procura.
EN LA BALANZA DE LOS DÍAS
Sobre la órbita de viejas casonas.
Sobre la paciencia de los pescadores de moluscos.
Sobre los aviones que en las sienes del viento
vierten metálica claridad
un oro desmesurado se desliza.
En la balanza de los días el mar acoge brumas
—cansancio de pájaros, cansancio del hombre,
lluvias que desgaja el verano—
y una música grave se enciende en su voz.
Acaso de allí derive nuestro reino:
soledad que cava el aire,
musgo en la caparazón de la tortuga.
A MENUDO
A menudo alimentamos ortigas.
Cuando las jornadas son estaciones
que se deshacen en tediosas moscas
y en el rellano de las escaleras
noviembre nos fustiga atrozmente.
Cuando no nos salva la tonada
que llega de la caseta cercana,
ni el vuelo de gorriones que cruza
los tejados de la vecindad.
Entonces liamos un tabaco
y como un vapor que abre el mar
lentamente separamos las esclusas de la noche
en ese instante en que el viento
levanta el vestido a las transeúntes
y nos adentra en las cálidas resinas del poema.
Guillermo Linero Montes, El paseador de perros, 2005
ENTRE LAS PIEDRAS DE LA TIERRA
Nada sé de los cielos
que sostengo con mis torpes palabras.
Plantada en la tierra está mi savia
cantando sin espera de nada.
Anhelos que subieron conmigo desde el mar
resplandecientes como campos de avena
los ha vencido el tiempo y la desidia.
A veces una imagen distante
se aviene con dificultad
a las laderas de mi canto:
mi madre de pie tras el limonero
tendiendo ropas en los muros del verano
amontonando tristezas.
A veces un sueño
el que me encuentra con mis muertos
acurrucados al sol
vagamente atentos a un zumbido de insectos.
A veces una risa ya perdida
que en mis oquedades se demora
por donde va volando la saudade.
Nada sé de los cielos
que sostienen a mis torpes palabras.
Entre las piedras de la tierra está mi hoguera.
Del libro Experto en tachaduras, (Editorial El Zahir, 2010)
SÓLO LA ABULIA DURA
“Volaron años cortos como días”.
Eugenio Montale
He vuelto al arrabal de la niñez. He regresado al cielo azul de la juventud y por un instante asoman horas vividas deliciosamente sin pensar. De nuevo mis pies hacen rodar pedruscos cerro abajo hacia la espuma.
La muerte no era más que una palabra y otra brisa soplaba sobre la vida. Sólo la abulia dura, su lamento manso y pegajoso.
He tornado al feudo de la infancia —a la antigua casa le han cortado los árboles del patio, la terraza no existe—. Surgen de pronto remotas, marchitas imágenes del padre. Sólo la abulia permanece intacta bajo la estrepitosa luz, en el calor de las estancias, entre ruidos y olores estridentes.
Guillermo Linero Montes, La calle del pescado, 2005
EL MAR
I
El mar es todas las cosas:
las mujeres riendo
entre las flores amarillas de los trupillos;
o lanzando voces a los niños.
II
Las olas arremeten en tumulto contra el malecón.
Un niño camina a lo largo de la arena mojada,
observa el perfil agreste de la costa.
Su mente compite con el viento,
ondula contra la línea del horizonte.
III
El mediodía se abre sobre la ciudad
ardiente como el latigazo de la medusa.
IV
Un barco abandonado en la bahía.
En su interior ese olor de cosa oscura
que hace pensar en la muerte.
Ese ávido olor arrojándose insolente
sobre los ojos, la boca, la nariz…
V
Al atardecer las hicoteas
se deslizan en la tibieza de la rada
y oleadas de cangrejos
con sus crujientes armaduras
suben a los árboles.
VI
El mar somos nosotros con sus islas verdes y grises,
con sus inalcanzables puertos.
Acaso por eso, a veces, ese crujido seco de vela en la tormenta,
ese estremecimiento de pez rápido y sinuoso que se aleja.
El mar somos nosotros con sus áridos vientos y sus furiosos naufragios.
También en el fondo de nosotros se pudren negras ramas como en las ensenadas.
Guillermo Linero Montes, Contraviento, 2005
CERTIDUMBRE
Erramos con el corazón astillado, atrapados en la hora inerte.
Las cosas llegan y nos tocan un instante, luego parten.
Los seres llegan un instante, luego parten.
Todo es una pérdida.
MADRIGAL
Contra el olvido escribo estos versos para cuando no haya cielo y la alegría se caiga de los ojos. Ahora que música y deseo en el sueño se pierden. Sé que al paso ruedan los guijarros de la ausencia. Tengo presente que la tristeza a todos reserva su lugar. Por eso amo estos trazos desde los que me miras ahora y contra el olvido los levanto para cuando tu nombre sea desamparo en el aliento y ellos se hayan marchado con los vientos y todo no sea más que un pie de página en la historia.
Del libro Cuaderno de insectos y otros poemas (Editorial Pluma de Mompox, 2011)
VIAJEROS SIN MEMORIA
Porque la vida llega a quemarropa
es necesario recordar que viajamos.
Fugaces habitantes del hastío
arribamos a las cosas a ciegas,
sin saber nada del peso que se empieza a descubrir.
Se llega a la vida de improviso
y, mientras se observa su río de azogue mustio,
el ancla del cigarro se hace más amarga en los pulmones
y el tiempo va regando sombras cansadas.
Se aborda la vida inesperadamente
y queda la impresión de que todo estaba fríamente dispuesto para ello: la proximidad del abrazo, la geografía de aquella fragancia.
En sus puertas un heraldo espera
para mostrarnos la ruta de la partida.
Descuidamos nuestra condición de viajeros,
olvidamos que todo es una novedad,
que en cualquier vacilación está la vida
y que a veces tiene la forma de una lágrima.
EL MOSCARDÓN
Gira y gira buscando un centro.
Su música arrogante
encierra destellos de sol.
Brilla en círculos,
en el día, a la orilla del aire,
ahora es radiante verde
y azul.
Gira y gira
como el poeta
buscando el corazón de las horas.
Guillermo Linero Montes, Constructores, 2005
Del libro Palabras para el hombre (Editorial Magisterio. 1999)
ENTONCES
Entonces una calma de ventanas abiertas
gravitaba alrededor de las terrazas.
El verano jugaba entre los árboles
detrás de las tapias, de un sollozo.
Mía era la plateada música de una ciudad
embebida en las aguas.
Mía era mi madre sentada junto al fuego
viendo las piedras del amanecer.
Aún los días no habían picado —ávidos pájaros—
la fruta de su corazón.
Por las noches en la casa se oía el mar.
CANTANDO
Tarde en ruinas desde la que canto,
esperando la hora que me busca, mi hora.
Con menos ambición que nostalgia se alza la voz
y su música es al alma seca
igual que un bálsamo casero.
Sin haber encontrado el sentido a la felicidad
bajo la tarde canto,
—perdida ya la fe en ciertas palabras—
para los pobres de espíritu,
para los que no tienen más remedio,
para los que buscan a Dios con glotonería.
Dando tumbos entre la soledad y el alba
desde mis cuarteadas almenas levanto la voz.
Pero a veces quedo en silencio,
—perdida ya la fe en ciertos asuntos—
y escucho al viento cabalgar sobre los tamarindos.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA. Fernando Linero Montes. Santa Marta, Colombia 1957. Músico y poeta. Libros de poesía publicados: Sonata del Sonámbulo (Pijao Editores, Biblioteca de Autores Colombianos. No. 1 Bogotá, 1980); La risa del Saxo (Cuadernos de Poesía Ulrika. Vol. Bogotá, 1985); Lecciones de fagot (Universidad Nacional de Colombia, 2005); Aparte de Amor (Escritores en un Nuevo Siglo. Centro Colombo-Americano, 1993.); Guijarros (Fundación Simón y Lola Guberek. Bogotá, 1990); Palabras para el hombre (Editorial Magisterio. 1999); Experto en tachaduras, (Editorial El Zahir, 2010); Cuaderno de insectos y otros poemas (Editorial Pluma de Mompox, 2011); La risa del saxo (Antología) (Universidad Externado de Colombia, 2016); Acaso por el canto (Antología), (Instituto Caro y Cuervo, Bogotá 2016); La verdad yo quería escribir otra cosa, (Universidad de Nuevo León, Monterrey, México 2016).
JANDEY MARCEL SOLVIYERTE. (Bello, Antioquia, Colombia, 1974). Poeta, narrador, dramaturgo, traductor y ensayista. Su obra literaria ha merecido varios premios y reconocimientos.
MÁS QUE UN CONSEJO, AMIGO
Aléjate lo más que puedas del mundillo banal; no es esa ruta infame la que ha de llevar tu paso.
La marea no detiene su curso al estrellar las playas,
ni se impide cuando es propicio el pasto para la sed
del fuego el voraz incendio que arrasará la cosecha.
Un deber profundo tienes que omite todo desvío,
y aun, sin tu arbitrio, inexorable te arrastra a cumplirlo.
Lo más que puedas, aléjate, del mundillo banal.
NO DESCUIDES TU COPA
Bebe de este vino y se embriagará la vida toda en ti.
En la somnolencia propia de su ser, su espesor degusta.
Liba este néctar mientras el mundo gira reducido
a tus pies, en una danza vana de la cual serás el dueño.
A plenitud disfruta de este instante verdadero y fugaz,
no otro más tuyo hallarás en llano paraje de traidores.
No descuides tu copa, otros labios la quieren escanciar.
Apresúrate a cumplir tu papel, la comedia ya termina.
Saturnino Ramírez, «Pool Hall», 1983
DE AQUELLA MÚSICA
Se apresuró la vida a llevárselo todo
y a dejar en cada espacio vacíos,
abismos que la nostalgia impele,
secreta impaciencia en el porvenir.
Era el viento en su curso la voz recia,
el aviso inmemorial de aquella música
desplegada en las ondas, de sueños
de tantos otros que ahora cruzan el olvido.
Se apresuró la vida y el instante pasajero
de luces y de sombras todo íntegro
se desvaneció en nuestros cuerpos.
Ardió la llama y en humo la existencia fue.
ESTA DIMINUTA ALEGRÍA
Vuélvese a ver de nuevo ante la aurora brillante
un nuevo mundo despierto que crece desde las piedras.
El corazón del hombre es sensible liado al de la tierra;
tanto es así, cuanto a cada instante en llanto se derrama.
Cúbrese una vez más de rocío la pradera; la niebla
en los caminos va cediendo paso al día que asciende
presuroso por la cuesta del tiempo, donde arroyos saltan,
fertilizan los campos que morirán también en su hora.
Pliéguese aquí dentro de mi ser esta diminuta alegría,
de saber junto a mi muerte todas las cosas más bellas.
El día no se detiene, y lo que somos hoy día, mañana,
de la hoguera que hace siglos arde, será sólo ceniza.
LAS CANCIONES MÁS BELLAS
Juzga por ti mismo si vale o no la pena
transitar a toda prueba esta senda tenebrosa.
Infiere si en verdad importa seguir la absurda
línea por los astros propuesta. Y verifica si aún
es cierto el milagro desastroso de la existencia.
Ve y únete a todas las cosas junto a ti dispuestas,
y marcha en pos de la penumbra de las noches
y de los días borrosos por el paso de la niebla.
Evoca desde tus labios las canciones más bellas
de tierras muy lejanas. Entiende con entereza
que ésta es la vida y éste tu destino; y, apresúrate
a su encuentro: hojas son barridas por el viento.
Saturnino Ramírez, «Jugador con suéter azul», 1987
UN CANTO ENTRE LAS ZARZAS DETENIDO
Después de un largo rato acometida por las lluvias,
la aldea rumorea de nuevo en el milagro vespertino.
Los perros ladran a la ausencia de ladrones y fantasmas;
canturreo de pájaros, se inunda el ambiente de sus trinos.
Las chimeneas sueltan su aliento hacia el aire espeso.
Nubarrones señalan el horizonte, presagio de tormenta
que no amaina. Relámpagos continuos sobre la cordillera
trazan con sus finos hilos una esfera luminosa, a cuya
explosión le sigue una voz mítica de trueno repetido.
La aldea rumorea, pacen vacas, los hombres se ocultan
dentro de sus nichos. En medio de la soledad más grande,
queda un canto entre las zarzas detenido. Una mujer sube
la cuesta: lleva olor a pan fresco, a aceite, lecho y vino.
Y SE DESVANECIÓ EN EL AIRE
Alguien dijo a mi espalda algo que no pude descifrar,
giré entonces para verle y se desvaneció en el aire.
Una palabra sola en la memoria quedó enredada, hilé entonces
su significado y el mundo de bruces se vino sobre mí.
Día a día repito entre tardes y noches la inmensurable
palabra que dijera esa boca trágica detrás de mi sombra,
y se abalanza el universo al pronunciarla, y tiemblo
de pavor ante la magnitud de su sentido en mis labios.
Pasarán los nuevos días y constelaciones completas
se adentrarán calladamente en la muy profunda noche,
sin que peregrino alguno oiga de labio humano la frágil
palabra dada en secreto, una breve mañana a mi oído.
Saturnino Ramírez, «Sin título»/detalle, 1996
ACUARELA FRENTE AL MAR
Concha del mar de la ausencia del mar y de la ola,
concha que suena y sueña con el mar de su infancia,
eco mortuorio de una tempestad ha siglos sucedida.
Caracola, corona de algún dios moribundo, atascado
en la playa infinita. Pobre delfín tirado sobre la arena.
YA NO UN CISNE
Concédele a tu canto toda la potencialidad de tu destino.
Otórgale el sentido inexorable de tu existencia y canta.
El tiempo es una sombra y cubrirá la luz de tu vida.
Ya no un cisne: un simple hombre que canta en su hora.
HAY UNA NOCHE MÁS AMPLIA
Torna a decir de nuevo la palabra negada
que es breve el minuto y el placer inmenso.
Bebe una vez más los vinos de la noche
porque detrás de cada estrella hay una noche más amplia.
Juega inexorable el serio juego de la vida
y no vayas a rodar como las piedras por el abismo.
Muere si es posible mil veces de sólo dicha
porque vendrá la muerte segura tras tus pasos.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA. Jandey Marcel Solviyerte nació en el municipio de Bello, Antioquia, Colombia, en 1974. Es poeta, narrador, dramaturgo, traductor y ensayista. Ha publicado los siguientes libros: Sangre en costales de cisa, poesía, Ediciones Síglope, 2001. La lira destemplada, poesía, Ediciones Cosa Nostra, 2006. Versos de los Mil Días, poesía histórica, Ediciones Cosa Nostra, 2007. Priapica Carmina Sensualis Amoris, poesía, Ediciones Cosa Nostra, 2014. Crónicas de riel: Una arqueo-historia de la carrilera en la línea Medellín-Puerto Berrío del Ferrocarril de Antioquia, crónica, Ediciones Cosa Nostra, 2014. De aquella música, poesía, Ediciones Cosa Nostra, 2016.
Ha recibido los siguientes premios: II Premio de Poesía Joven La Ciudad Vivida, Medellín, Instituto Popular de Capacitación (IPC) 1997. Premio Los Sueños de Luciano Pulgar, Bello, Subsecretaría de Cultura, 2002, 2004, 2006, 2009. Premio Andrés Bello de literatura, 2002 en poesía. Premio Andrés Bello de literatura, 2009 en dramaturgia. Premio Nacional de Poesía Casa Silva, Bogotá, 2009. Ganador de Estímulos al Talento Creativo del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, género Crónica, 2014. Mención especial como traductor en el Concurso Literario Internacional David Mejía Velilla, Universidad de la Sabana, Bogotá, 2014. ha participado en los siguientes eventos: XI Festival Internacional de poesía de Medellín, 2001. I Encuentro Nacional de Literatura. Calarcá, Quindío, 2002. VI y XII Encuentro Nacional de Literatura, Zipaquirá, Cundinamarca, 2009 y 2015. I Encuentro Departamental de Poesía, Fredonia, Antioquia, 2013. I Encuentro Nacional de Poesía Epifanio Mejía, Yarumal, Antioquia, 2016. II Encuentro Internacional de Literatura Ciudad de Mérida, Venezuela, 2016. I Festival Internacional de Literatura del río Xingú, Estado Pará, Brasil, 2017.
HENRY ALEXANDER GÓMEZ (Bogotá, 1982). Magister en Creación Literaria. Es el director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Ha recibido el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz (España), el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, y el Premio Nacional de la Casa de Poesía Silva.
Del libro Casa de hueso (Inédito)
Gallinas
En las mañanas,
largos instantes me revelaron
el juego de su pluma,
el cacareo del mundo desde
una noble idiotez.
Su peculiar danza
me habló de un linaje perdido,
la firme intención de ser viento borrado.
Entendí, entonces, la difícil tarea
de romper
con las ataduras del aire,
la música cercana de escarbar en la tierra.
Es verdad que en las gallinas
el día ha encontrado su eje,
el cordón umbilical
en el que sostiene la luz.
Al igual que ellas, escribo la dicha
de ser pájaro caído.
A Felipe García Quintero
Parábola del padre
Padre siempre se sumerge en las más
extrañas empresas.
En un diálogo mudo con la vida,
en una incesante errancia
por el orden prohibido de las cosas,
hizo de la derrota
su sello personal,
una enorme roca de aire para empujar cuesta
arriba.
Un día compró una rueca de hilar nubes.
Decía que en la plaza bien podría abrir
un negocio celeste para achispar acontistas.
Pasaba horas golpeando el pedal,
hilando el día,
ovillando la lana.
Desde allí urdió toda la orilla del cielo
sin conseguir una sola moneda.
Otro día
se hizo a un viejo auto
para sortear la soledad de los caminos.
Con él cruzaría las fábricas del humo,
las páginas secretas de las grandes montañas,
hasta llegar a La Habana
o Nueva York.
Pero la noche lo dejó tirado a un lado de la
carretera,
reparando el veterano motor oxidado.
Raras tareas emprende mi padre,
cultivó los sueños de los ondeadores de banderas,
comerció con olvidos,
amasó el pan
para el inspector de patatas fritas,
escribió cartas de despedida para amas de casa,
hasta afiló los lápices de tercos burócratas
en una corte de un país
que no aparece en ningún mapa.
Hoy comprendo que mi padre
es un poeta a su manera,
atesora la derrota
como quien guarda
palabras perdidas en la billetera.
Sin saberlo, padre,
con cada inútil negocio,
me ordena mi noble función en el mundo:
el oficio de escribir,
a cada instante,
el arte de la pérdida.
Jheronimus Bosch, El jardín de las delicias (detalle) – 1500/1505
Los huesos de la bisabuela Felisa
Aparecieron de repente,
estaban metidos en un cajón de madera negra
y cargaban el aire roto de la noche.
Andaban por el camino de los años
apretados a cualquier rincón de la casa.
Prima Betty los descubrió por error,
buscando en el cuarto de trastes algún juguete perdido.
Susto de perros esos huesos ladrando la muerte.
Sortilegio. Oscura brujería. Asesinato en el balcón del silencio.
Fue abuela quién recordó que eran los huesos olvidados
de la bisabuela Felisa. Habían llegado décadas atrás
y buscaban ser un puñado de viento,
una flor soñolienta.
Al fondo de la caja, la extraña carta del abuelo
confirmaba la noticia y reclamaba un lugar junto a su tumba.
Insólitos los ríos
que cruza la piedra después que la lluvia se extingue.
Años de errar debajo de las camas,
rechinando entre sombras, auscultando la tierra,
los huesos,
la vida,
como un planeta cansado,
gritan su parte del mundo, justo ahora que exhumamos
los restos del abuelo.
Allí descansan,
los dos,
en una bóveda sin fondo,
en un osario celeste, examinando la luz.
El corazón se busca más allá de la carne.
Jheronimus Bosch, El jardín de las delicias (detalle) – 1500/1505
De libro Tratado del alba (2016)
Roberto Juarroz
He abierto la palabra amor
y, adentro, encuentro otras palabras
que no dejan de mirarme fijamente.
Escojo una de ellas,
le hago también un orificio,
para ver más adentro en el lenguaje,
y allí encuentro una palabra
que se parece al corazón del mundo.
En medio de las dos mitades del lenguaje,
sobre la línea que separa el comienzo y el final,
comprendo que un vocablo,
más profundo
que el abismo de Dios, nos sostiene.
Todo lenguaje se contiene a sí mismo,
como toda palabra que decimos o callamos,
lleva adentro la soledad del hombre.
Horizonte
Un relámpago
llama al asombro.
Se cierra el sonido
y algo
se abre adentro de nosotros.
Entre la luz y la resonancia
un suspiro, un nacimiento, un
dolor,
la vida.
Carlos Obregón
Desde adentro de la vida
miro llover.
Miro como quien encuentra la esperanza
sin haberla buscado,
como quien hunde sus manos en la ceniza
de una hoguera nunca encendida.
Llueve sobre la orilla de tus pasos.
Porque tu hondura es la lejanía
de ver el cielo sin poder tocarlo,
el temblor de una oración
sin alfabeto, la vigilia de dormir
sobre una música olvidada.
El leve polvo de tierra
que levanta la llovizna
deletrea tu silencio.
Arqueología
Enterrar una palabra,
esconder su tumba entre las piedras.
Desenterrarla después de muchos años,
quitarle la tierra endurecida,
los restos de polvo,
el óxido,
hasta que brille como una antigua reliquia.
Colocarla en medio de la página en blanco
y estudiar su antigüedad, interpretar su pasado,
descifrar el color original,
establecer su importante papel en la historia.
Incluso admirar su dignidad de estrella olvidada.
Jheronimus Bosch, El jardín de las delicias (detalle) – 1500/1505
Angelus Silesius desata un folio perdido
I.
Hallar la contemplación
verdadera
como quien abre su corazón
a la muerte.
Y seguiré en Dios,
como la noche en mis palabras.
II.
No basta con taparse los oídos
para cerrarse al ruido del mundo.
Hay que olvidar
lo escuchado.
Arder en el
silencio.
III.
En la oración
hay una hondura más grande
que la angustia de Dios.
Tanto abismo inunda
mi espíritu de palabra.
IV.
Intentar escucharte
es pretender contener la eternidad
en las manos.
Basta que una rosa florezca para asirla.
V.
Voy por el mundo
buscando lo incognoscible.
El fuego que no arde,
una vocal que no produzca
sonido,
la prehistoria del alba.
VI.
Edificar a Dios
como quien bebe de un candil erosionado.
Hallar a Dios
como quien naufraga
en la peregrinación de la
luz.
Jheronimus Bosch, El jardín de las delicias (detalle) – 1500/1505
De libro Diabolus in música (2014)
Johnny Cash
Enterré el puente de mi guitarra en el aire, sacudí las polillas de mi sombra y cultivé el vapor de la música sobre el heno de los días, a un lado de la carretera, donde los mundos se fecundan.
Jon Lord
Recogí de la neblina en la mañana cada uno de los hilos que expanden las yemas de mis dedos. Hilar es mi destreza, la certidumbre de dormir en una cavidad de sonidos que arden como diluvio perpetuo.
Un flameo inmutable me sigue a todas partes: una tela de música que hoy es mi mortaja, una sonata que ordena a un tiempo la dinastía secreta de un centenar de relámpagos.
Mi corazón es la rueca, la bruma el ovillo, mi música: una calina de fuego que lo ha envuelto todo.
Jim Morrison
Desde lo alto de una duna dejo caer un cuenco que rasga un aire extraño que acecha mi presencia. Ancianos ángeles amasan mi saliva con arena. ¿Quién acompañará mis huellas para descifrar el verdadero rostro de la luz?
Romper el cristal. No hay noche más fría. El nombre del desierto me persigue. Las puertas se derrumban.
Con el hueso roto del coyote buscaré mis años perdidos junto a un demonio que trepa por el antiguo imperio del cielo.
John Bonham
En el grito del árbol encontrarás la semilla. Mi escritura viaja al galope del viento entre los cascos del caballo. Esta tierra se adelgaza ante el trueno del agua en el pecho de un pájaro.
He dejado al granizo sin aliento.
Humberto Monroy
El humo de la noche ha rodeado mi casa. Sin tocar las notas bajas de la sed, la música florece en la línea del aire.
Mi boca posee cuatro labios, mis ojos cuatro pupilas para descifrar la oscura pulsación de la luz. Mi vida ha sido el temblor de un alfabeto encallado en el destello del relámpago.
Humo en las ventanas, en la densidad del polvo. Este largo destino de envejecer en el origen.
Jheronimus Bosch, El jardín de las delicias (detalle) – 1500/1505
Del libro Memorial del árbol (2013)
Hay soles que caen
Un ángel juguetea en el ramaje del árbol.
Es tan grande el abismo,
y tan silencioso el techo del mundo,
que nos abraza la pesadumbre,
y bebemos aguardiente,
y lloramos,
porque no entendemos
cómo Dios juega con sus dedos de piedra
entre las hojas del álamo.
El ángel negro de la isla de Kampa
Nadie lo vio entrar en su casa. Era una fría noche de
Praga, era un poema tirado a la alacena.
Al principio, con el orgullo herido y las polillas
sacudiéndole los trajes, se acostumbró a vivir con la noche colgando de su espalda.
Decidió el encierro porque los hombres sencillos mueren
solos.
Con la pupila altamente dilatada, Vladimír Holan,
entendió que las sombras viajan empedradas de palabras. La piedra oscura había
regresado cargada de frutos.
En aquella casa había tanto ruido, tanta miga de
pan en las esquinas.
Se dice que la luz de la ventana duraba encendida toda
la noche, en el resplandor de la vela se diseminaba el diálogo del mundo.
La claridad no se hacía esperar. Nadie y todo había en
él. La campana detenida por el lápiz, Hamlet conversando con las ruinas del espejo, la muerte escondida en las catedrales.
Pero los años no pasan en vano. En la pesada puerta
crecía un caballo atado con alambres.
En el instante en que la voz del ángel deshizo los
colores de las cosas, cuando la tierra de los cementerios colmó de cicatrices
las estancias, pronunció estas palabras:
“Kateřina ha muerto. Hoy no ha venido nadie a
preguntar. La casa ha ocultado, al fin, todos sus ruidos.”
(Bogotá, 1982). Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Ha recibido el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia, el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz de España por el libro Tratado del alba (2016).
Publicó además los libros Memorial del árbol (2013), premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita, Diabolus in música (2014) Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía y las antologías Teoría de la gravedad (2014), publicado en Quito, Ecuador y El humo de la noche rodea mi casa (2017) Colección “Un libro por centavos”, Universidad Externando de Colombia. Hace parte del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com) y es docente del Pregrado de Creación Literaria de la Universidad Central.
NOTA BIOGRÁFICA. Eugenia Sánchez Nieto (Bogotá, Colombia, 1953). Título de Filosofía, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia, 1987. Especialista en Administración y Planeación del Desarrollo Regional Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, 1993. Dirigió el Programa Página Impar de la Unión Nacional de Escritores, que se transmitió por la Radiodifusora Nacional de Colombia, (1990-1997). Libros publicados: Que Venga El tiempo Que Nos Prenda, Ulrika Editores, Bogotá, Colombia, 1985; Con La Venia De Los Heliotropos, Ulrika Editores, Bogotá, Colombia, 1990; Las Puertas De Lo Invisible, (Cuaderno), Centro Colombo Americano, Bogotá, Colombia,1993; Visibles Ademanes, (Cuaderno), Colección Viernes de Poesía, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia, 2004; Dominios Cruzados, Colección 50 poetas colombianos, Caza de Libros, Ibagué, Colombia, 2010; Visibles Ademanes – Antología – Colección Un Libro Por Centavos, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia, 2013; Lo Inasible (Libro Digital) Publicado por NTC, Gabriel Ruiz, Cali, 2016. Diversos premios de poesía; publicaciones en revista y antologías nacionales e internacionales.