Foto / ©Arturo Rivera Vargas
PRÓLOGO
No tengo la intención del desafío,
ni la premura por un juego de palabras.
No poseo el concreto de la línea en el poema,
ni la lucidez de cifras en la aurora.
No merezco un nombre que autorice
la búsqueda universal en primavera,
ni la mentirosa voz en la puerta de mi fuego.
No entiendo el coro de ángeles testigos
en una caída de noches anunciadas,
ni los demenciales silencios
dando el sí en mi costado.
No puedo construir la imagen
a partir del vacío con cerrojo,
ni aplaudir al inventor de la acrobacia
que finge ser bandera.
Para escribir y amar sólo mis manos.
EL CINTURÓN DE ORIÓN
Cuando se sueña
qué poco hay para perder.
En la ciudad de los juegos
las noches son estrechas,
los bares siempre están abiertos
y las calles
van formando su propio laberinto.
Las luces son intermitentes
y no permiten reconocer los números
en los que caerá el dado.
En cada lance el que apuesta
siempre olvida alguna cara
y el repartidor de vida
mostrará sus manos.
Al amanecer, los asesinos se recogen en sus casas
y nada queda en la memoria
ni siquiera el fluido
que se llevan las heladas.
SECRETO DE MEDIODÍA
Profeta:
Silencios en la sombra
regalan adioses a los duendes.
Presagios con turbante
vienen lento
y arrastran contra sí las dimensiones.
¿Te llevas el asombro?
¿Te lo llevas?
¿Y la validez de la noche sombría?
El tiempo suele robarse las heridas
pero yo te advertí
que soy aprendiz en el olvido.
Nunca te he dicho que el resplandor de los azares
horada sin embargo mis mañanas
y las fiestas que a veces ofrezco en tu nombre.
Recuerdo, por ejemplo, que existen días
en que llevo báculo, saxo y tambores
cuando dirijo la orquesta con los hombros.
Construyo sueños en los arrabales
y bamboleo los crescendo, menguantes y altibajos
que mandaste a perecer conmigo.
Debo agregar,
que en medio de la luz hago la venia con Charlot.
Me visto de negro.
Doy tres pasos
y te sonrío con orgullo de pionera en estas lides.
Qué te parece, viven los secretos.
©Rafael Dussan / Algo en común – Acrílico y carboncillo sobre tela – 50 x 70 cm. Colección particular
ALETEO EN EL LUPANAR
En la tierra –vientre-
un montón de amores
El velorio de su piel nace en un adiós
Secreto de alfiler para un solitario encuentro
Retorno a la caída de la luz
donde estrellados yacen los espías del olvido
Mariposa,
acepta ser la esclava de tu propia noche
Levanta a los lisiados de tu vértigo.
ODISEA DEL GUERRERO
Adentro del corazón suena la campana.
Alguien que no duerme,
habita el cuerpo del intruso.
Después de crear los intentos,
el otro sale a caminar,
invade el terreno de la piel.
No hay una frase para describir la salida,
el paso largo hasta el extremo.
Un ligero corte,
preciso desborde del sueño.
Lo real adquiere el color del muro que traspasa.
Al silencio, agregó la palabra.
Esclavo del ensayo,
sentado en un cuarto sin luz
regresa al fondo.
Al espacio que es, no se le abandona.
Ayer, le pertenecía al diferente.
Así vive compañero de él mismo.
Alquilado por dos.
El que fue,
ya no vuelve,
es fantasma.
El inmortal es el reflejo de su rostro
en otros ojos.
RUMOR DE CIEGOS
Luego del lamento,
luego de la estrechez en muchos cuartos.
Aun después del ahogo en una cama,
aun después de los silencios.
Más allá de la agonía y las deudas del amor,
más allá de la frontera entre los labios.
Tarde y noche.
El feliz jinete se despide.
Ahora, en el futuro,
desprendido de la tierra,
retoma la inocencia.
Ese niño recorre los parques,
en busca del trébol de cuatro hojas.
©Rafael Dussan / Tipos arcaicos del poder – Acrílico y carboncillo sobre tela – 60 x 120 cm. Colección particular
SUEÑO DEL CÓMPLICE
Un caballo negro espera.
Aldaba del espejo,
abre ya
la puerta del otro océano.
Trampa que caza el animal equivocado.
Mis piernas ya no son, ¡galopan!
Por fin,
me atrapo
y me dejo ir.
MALABAR EN EL ABISMO
Di mi nombre una vez
llévame, breve,
entre la seda
o la espiral hirviente.
Recorre conmigo el laberinto
para no llegar
o para fugarnos en la ceguera.
Aunque el año que nos sigue
esté tan lejos.
Deja resbalar la tristeza
mientras duermo
dócil.
Despojo anciano,
sepulcro de la culpa.
Deslízate en la cavidad de los lamentos.
Allí me encuentro.
Detenida. Pálida.
En invierno.
Toma el corcel
y busca mi disfraz.
Es preciso que te espere.
Suave, en harapos.
Al margen del poniente.
Agrega un redoble o esta noche:
La cumbre de mi sueño está nevada.
Ligera, feliz.
RUMOR DEL VALLE
Cuando comencé a viajar,
no pude resistir la tentación de parar
en la estación equivocada.
Pequeño pueblo de bombilla en la escalera,
habitar cualquiera de tus casas era bailar
en una ronda de gaitas y tambores.
No importaba la lengua arenosa,
ni el calor colándose en la pared de la cocina.
Bastaban eso sí los olores de la tierra,
la lentitud descalza en el centro de la plaza.
Nadie tenía nombre
y sin embargo todos se llamaban.
Las mujeres pintaban sus labios
en punto de las seis
y los hombres aplastaban fichas
en medio de los gritos y la fiesta.
Pero un día llegaron los falsos monjes
a pintar con aerosoles
agujeros negros en tu cielo.
Pequeño pueblo,
ahora que vuelvo con el camino despejado,
ahora que la brújula señala el norte sin equívoco
hay algo que no entiendo,
todos callan
y una fila de cantadoras
con velas en las manos
alumbran la marcha
que aleja a los niños
de la prometida tierra.
MEMORIA DE APRENDIZ
No basta con acariciar palabras,
lo definitivo es dibujar la noche.
Seguir la línea de su curva,
hacia el eco común
o la profunda luz.
Tomar la imagen de su pulso.
Medir la turbulencia.
Oír su tono,
el latido de su adentro.
Habitar las estrellas que la viven.
Desnudar falsos colores
y mostrar el plateado vuelo
de pájaros fantasmas.
No basta con acariciar palabras,
lo definitivo es asistir a los cortejos
con toda irreverencia.
Grabar los rostros,
vestir sus cuerpos.
Memoria de aprendiz,
la inteligencia es un juego de distancia.
Un dolor agudo.
Una irónica y sutil virtud.
LA SILLA DEL PARQUE
Ocupas este espacio,
que descansa tu espalda.
Antes de ti, otros vinieron
y aunque no lo creas,
tengo memoria.
Cuando te vayas
habré guardado de ti,
la pequeña historia que relató el instante.
Sé que no te llevas nada de mí
y yo,
afortunada,
he contenido la esencia de tu espíritu.
Este parque es mío,
como yo le pertenezco,
y el tornillo que cayó
no me ha quitado la fuerza.
Tengo la suerte de habitar los cuerpos,
más no la virtud del movimiento.
Pero mi vejez es de roble
y, al final,
puedo encender la hoguera.
UN ÁNGEL EN LISBOA
A Fernando Garavito
Me imagino que se levanta cada día
con ganas de zumbar,
que se despliega sobre el papel
con la rabia propia
y las miradas ajenas puestas sobre él.
Me imagino que despierta
y persigue los olores más extraños,
aquellos rancios, aquellos agrios.
Me imagino que da vueltas sobre la palabra
y se posa sobre ella, multiplicándola.
Me imagino que busca la luz,
limpia sus alas,
se guarda de sí mismo
y espera el golpe por venir.
Me imagino que sigue atento,
más allá de toda sombra,
que busca los desechos,
que los lame y los escupe.
Me imagino que tiene frío
que su cuerpo ya es poema
y que la ciudad,
adoquín por adoquín,
se parece a él.
* * *
NOTA BIOGRÁFICA
El Socorro, Santander. Periodista y editora. Participó en la creación de la Fundación y de la Revista Común Presencia. Hace parte del comité asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior. Ha participado en los más importantes Festivales de poesía en Colombia y en Encuentros de escritores a nivel internacional. Ha publicado los siguientes libros de poemas: Queda la Palabra Yo, Antología de poetas colombianas actuales. Ediciones La Palma, Colección eMe, España, 2018. Antología Poética Ventre de Lumiére, Vientres de luz, 14 poetas colombianas + Jattín, Uniediciones, Colección Ladrones del Tiempo, 2017. Corps avant l´ oubli, Cuerpos antes del olvido (Yirama Castaño, Stéphane Chaumet y Aleyda Quevedo), Ediciones de la Línea Imaginaria, Ecuador, 2016. Poemas de amor (Yirama Castaño, Josefa Parra), Ediciones Corazón de Mango, 2016. Malabar en el abismo, Antología, Común Presencia Editores, Colección los Conjurados, 2012. Memoria de aprendiz, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, 2011. El sueño de la otra, Colección Prometeo Serie Hipnos,1997. Jardín de sombras, 1994. Naufragio de luna, 1990.
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Las imágenes que acompañan a los poemas son del artista plástico colombiano Rafael Dussan. Para conocer más de su trabajo, les invitamos a visitar su WEB.
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