ESCRITORES COLOMBIANOS

BAJO LA SOMBRA TUTELAR DE LA NOSTALGIA – Poemas de Juan Carlos Acevedo

Foto / Archivo particular

 

De: Los amigos arden en las manos
Editorial Universidad de Caldas

 

SALMO PARA DESPUÉS DE LA GUERRA

 

Tal vez la poesía, (…)
puede ser la prueba irrefutable,
o cabeza de un prontuario definitivo
de que Dios existió alguna vez.
Héctor Rojas Herazo

Señor,

ahora somos frágiles…

los años de la derrota (aunque hayan quedado en el olvido)

habitan entre nosotros. Por eso hoy el poema es bálsamo.

Señor de los remendados,

ya no podemos elevar oraciones:

conjuros para ahuyentar enemigos y pestes,

tal vez un Poema que sirva de diálogo

para diluir tantos miedos acunados en viejas plegarias.

Señor,

como tus llagas,

las nuestras son huellas de fe en medio de la ola de siniestros.

También hemos caído y nos hemos levantado

para espantar los pájaros de la angustia

que anidan en nuestras lágrimas.

Señor de los fragmentados,

redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres,

herederos del miedo,

para que la fragilidad se desvanezca y

retornen a nuestra voz y nuestros sueños

y nuestras casas las Bienaventuranzas.

Así sea.

 

 

 

 

 

RADIOGRAFÍA DE LA AUSENCIA

 

Cuanto más grandes los hombres
más solos se quedan
De una canción popular

 

Viejo en tu ausencia el bueno de Dios se ha vuelto amigo. En los bares donde no entras a beber, la silla que debes ocupar se llena con tu vacío; al que ofrezco una cerveza que no bebe nunca. Entonces pido un cigarrillo que dejo encendido hasta que por completo se lo fuma tu fantasma.

Ahora que recorro restaurantes, avenidas y duermo mal en hoteles de todas las ciudades, ahora que cualquier mujer de esquina me ofrece algo más que su sexo tibio y sus senos de candil, ahora que el corazón está hecho añicos necesito de tu mano y tus palabras.

Papá, en las noches de embriaguez me hace falta tu voz ordenándome dormir. Dime quién sabe de tu pasión por el fútbol y por las novelas de vaqueros. A quién hace vibrar tu historia del carbonerito. Quién conoce tu secreto sobre el vuelo del albatros.

Hoy que la vida vuelve a sonreír quiero saber qué neblinas respiras, cuáles gotas de sudor mojan tu sombra, dónde ocultas el último cigarrillo. Quiero saber si todavía hueles la lluvia.

Es duro crecer sin ti, sin tu silbido en las mañanas cuando la cuchilla atraviesa tu rostro y el ruido de tus zapatos me despierta.

Aquí las calles de mayo siguen solas, nadie cura mis heridas de juegos perdidos, nadie remienda mis ojos al final de una amor.

Camino solo, papá, y la noche me seduce de nuevo. Mañana te habré olvidado otra vez.

 

 

 

 

 

CANCIÓN DEL BULEVAR

Hay hombres

que se dejan seducir por las luces de neón de una avenida.

Hombres que ríen con carcajadas rotas

en medio del bulevar

porque el viento en fechoría

levanta la falda de una muchacha

fresca como mayo.

Hombres-niños

deslumbrados por los senos de candil

de una adolescente distraída.

Hombres que se piensan hombres

y reaccionan como críos ante el dolor.

 

Ellos, arrastran, por calles y teatros,

por iglesias y oficinas una sombra de derrota y amargura.

Sus gastadas voces de payaso no logran redimirlos.

Cada día rasuran su barba pobre, anudan su corbata,

limpian sus anteojos, cuidan sus bolsillos

y sueñan con la felicidad

emergida de los ojos de una colegiala.

 

Hay hombres-pájaros

-Inocentes y torpes-

que gastan su vuelo miserable

en odiar hasta la muerte al esquivo amor

que los ensombrece y los corroe.

Hombres, en fin,

que se inventan (cada tarde en la taberna)

a otros hombres más felices

para que les ayuden a engañar sus simples vidas.

 

 

 

Imagen de Michael Schwarzenberger / Pixabay

 

 

De: Noticias del Tercer Mundo
Editorial Caza de libros

 

 

LEYENDA BAJO EL OLOR DE UN PEBETERO

I

Bajo el olor agónico de un pebetero lo observo trabajar. Una canción popular vibra en la atmósfera de su taller. Las horas se pierden entre revistas de historietas y hormas y duendecillos invisibles. Mis años no suman la edad del colibrí y el letargo de febrero se hace más dulce en su compañía. El olor del cigarrillo y su voz de radio viejo me llevaban por mundos imaginarios.

Sencillo como el trigo y necesario como el pan, este hombre practica el viejo oficio de remendar nuestro calzado; el viejo e inútil oficio de prolongar nuestras huellas sobre el agua. Empeñado en borrar nuestro pasado curvó su espalda y su sombra para siempre.

 

II

Cada martes, mientras la tarde pendía de una aguja y el olor del pebetero moría sobre el cieloraso, me enseñaba el mundo mágico de los héroes de papel, abría la tapa de un baúl, que mi memoria recuerda como un cofre lleno de tesoros, y me obsequiaba una revista de aventuras. La infancia guarda secretos que la vejez reclama.

Mis zapatos escolares, los tacones de madre y un par de botas de padre eran la excusa para adentrarme en el mundo silencioso del papel y la empresa de remendar nuestros pies este hombre la ofrecía a unos dioses que yo desconocía.

 

III

Llegó el tiempo del deshielo y nuestros caminos se cortaron. Su cuerpo jorobado se evaporó tras el limpio olor del pebetero de cobre y mis huellas sobre el agua también. La infancia guarda secretos que la vejez reclama, y este hombre reposa entre hojas de papel descoloridas donde remienda desde siempre mis sucios zapatos de la escuela.

 

 

 

 

 

RÍO DE LOS MUERTOS

En el cañón es medio día. Arde febrero y con él los sueños de atarrayas. Ya se sabe la subienda no vendrá este año. El día comenzó cuando la luz implacable del verano estremeció los tamarindos, los hombres buscaron pronto herramientas y nave. Río abajo se perdieron sus voces y sus oraciones.

Cantan, beben sirope y ríen. Sus torsos desnudos rayan entre cobrizos y ocres, y sus manos -acostumbradas a lanzar y recoger- esta vez se aventuran a herir una guitarra.

La mañana se parte. Las aguas negras y los buitres dando giros infinitos presagian un mal día para los pescadores del Cauca Medio. Ya se sabe la subienda no vendrá este año.

Esas aves y sus giros concéntricos, las aguas turbias y los cuerpos de tres hombres que hinchados y sin ojos flotan por la orilla izquierda.

Otra vez la muerte viaja por el río.

Otra vez se perdió la pesca.

 

 

 

De: Los huéspedes secretos
Editorial Universidad Central del Valle

 

 

FANTASMA DEL VIENTO

Bajo la sombra tutelar de la nostalgia

veo una mano, un cuerpo arqueado, otra sombra.

Me reconozco en medio de la sala

y pienso entonces en días más felices.

Me descubro siendo el mismo hombre

que nunca ha volado y jamás cruzará el mar.

Sé que soy un aprendiz de la luz y el movimiento,

apenas un hombre de provincia

que no puede hablar de altos edificios,

de luces de ciudad,

y elegantes prostíbulos con olor a menta.

Se muy bien que las autopistas

y los vendedores de marihuana me son ajenos

y el ruido ensordecedor de la guerra me es propio

porque mis huesos hacen parte de este país de ausentes.

No conozco las montañas

ni puedo distinguir los nombres de los árboles.

Soy de pueblo,

apenas salgo al traspatio de la casa

a ver en las cuerdas de la ropa

una gota sujetarse a la vida.

Mi viaje más largo ha sido a la Plaza de los Negros

donde gentes pobres venden cuerpos y maíz.

Conozco, a ojo cerrado, los callejones de la Plaza de Mercado

sé a que huelen pisos y paredes

y puedo entrar de espaldas en la vieja biblioteca.

Soy un hombre encerrado en sus palabras.

Prisionero justo de mis miedos.

Emperador del polvo, del silencio, del ayuno.

Tomo aguardiente en cantinas

donde mi padre sentiría vergüenza

y juego el juego ruin de los reproches.

He dejado el alma en un camastro

y he besado a la belleza en los tobillos.

Soy un hombre simple

que amenaza al odio con palabras,

que sale cada día a quitar las vendas a los muertos,

a curar heridas en los brazos de mis hijos,

a limpiar cuchillos que manchan las calles

de este triste barrio de provincia.

Estoy aquí

bajo el dintel de mi puerta -sin cerrojo-

sin más amuletos que estos versos,

ofendiendo los recuerdos,

escuchando un coro de ángeles que desconozco.

Estoy aquí -Fantasma del viento-

observando en los alambres del patio

                        una gota temblar mientras se sujeta a la vida.

 

 

 

 

 

TEATRO DE LA MEMORIA

En el sueño

veo al niño que perdí un medio día de 1985

el ruido de la guerra lo ahuyentó.

Desde entonces

lo busco

envuelto en las gasas de la fantasía.

Hoy ha dejado de llorar.

Lo observo y aprendo que cada mañana.

Juega a ser feliz,

escucha la voz del latonero

cambiando golosinas por cartón

o el llanto del perro

que llega desde el solar

donde el juego y la risa espantaban brujas.

Añora la mano de Padre –para llevarlo a la escuela,

a partidos de fútbol donde nunca anotó un gol.

Esa mano

le enseña juegos, ríos, estadios, historietas

y señala sin titubear el rincón de los castigos.

 

En el álbum del sueño

la mano de Padre

se borra de las fotos donde sonrío.

Su mano señala calles que desaparecen,

altas ventanas que desdibujan las casas del sur,

y amigos perdidos bajo la luz de las luciérnagas.

 

El niño que fui

juega a ser feliz

en el álbum de los sueños.

 

Al despertar la soledad de la casa me llena de horror.

 

 

 

 

 

EL ÚLTIMO SHOGÚN 

 Haber sido otro

el hacedor de espadas

que templó el acero en la catana

para que cada hombre escribiera su historia

El viejo calígrafo

quien enseñó:

en la palabra espada

ya está hecha la espada

O

el arquero del Emperador

ese guerrero que de un tajo

dividió las almas de los hombres libres

que nacen a orillas del Shinano

El Kamikaze, un viento antiguo,

que nos salvó de una invasión

al hundir los barcos del bárbaro Gengis Khan.

Quizá

el viajero que llevó consigo los secretos de una extinta dinastía

y esparció sus cenizas en el Mar Oriental

El humilde artesano de Tokio

que en su pecho apretó la cabeza de su hijo

antes de enviarlo a morir

en la Guerra del Silencio

 

Mi destino era otro…

fui llamado Kimitake o Príncipe Guerrero

y no conocí el olor de la muerte

ni su rostro en el campo de batalla

Mi discreta labor

construir una revolución de mentiras

defender a mi país a través de la palabra

y escribir por ejemplo

                                    La vida es un baile

en el cráter de un volcán

que en algún momento

hará erupción

Ser el héroe en el seppuku

dejar correr mi sangre

envilecer la historia

fue mi tarea

A Yukio Mishima
como una reverencia a  su valor

 

 

 

 

 

AUTORETRATO A LA MANERA DE JORGE TEILLIER

 Yo también bebí oceánicamente

y busqué calor en el cuerpo de una puta.

Desperté mil veces en escalinatas y en parques

cuando el aire de la ciudad es más malsano.

Hubo noches de sexo duro,

de puños ciegos en las esquinas.

Hubo otras de fuego y agua

y de tiempo roto en los cuchillos.

Siempre estuvieron los amigos:

los de ocasión y los de hierro,

los de intereses cómodos

y los que traicionan a las ocho de la noche.

El acero de los días ya no pesa,

las noches las malgasto con mi perro.

Pocos amigos arden en las manos

cuando hoy los días son silencio.

Son más altos los árboles,

los besos de las mujeres que amé,

los ojos de los hijos

y también es alta la luz del amanecer

que rompe los huesos.

Bajo los libros veo oculta la vejez,

sobre el asfalto se hace tenue la sombra de los amigos.

Sin tropiezos veo como la noche devora estas montañas

y se atraganta de frío y de negrura.

Crece la ciudad mientras mi mano

dibuja sonrisas perdidas en barcos

que partieron antes de asegurar a

 

 

 

Imagen / Pixabay

 

 

De: Correo de la noche
Editorial Secretaría de Cultura de Caldas

 

UN TREN SILVA PARA ENCENDER LA AUSENCIA

…aquí, en la Tierra, hace mucho
comenzó a llover
y me he extraviado -como tantos-
en la soledad

Santiago Mutis

 

Rudimentario crece este amor

en el pequeño espacio que habita tu voz.

Llegas en la estación del pan,

y me recuerdas que el tiempo -ajeno y amargo-

es apenas un beso o una caricia

en medio de los sueños donde siempre llueve.

 

Rudimentario y frágil,

hecho de miedos y esperanza,

de soledades y puertos

a donde llega la noche

recordándonos

que es el último vagón de un tren

que silba para encender la ausencia.

 

Rudimentario como el canto de los niños,

como el color de las astromelias

como tu sexo tibio donde está mi reino.

Crece entre calles sin nombre,

entre gentes grises de oficina

y listas de mercado y goles en la tele.

Así,

elemental y cursi,

subordinado y lleno de costuras,

veo pasar este amor,

lo veo en el parpadeo del amanecer,

en las gotas de leche derramadas en la frente de tus hijos,

en el desespero y en el llanto

y en el silencio de la madre que eres.

 

Rudimentario como la piedra,

como el árbol primigenio de Adán,

como el agua fresca de tu vientre.

Este amor

hereje y cómplice,

compañero y verdugo

crece

mientras un tren silba

para encender la ausencia.

marras en mi puerto.

 

 

Imagen de Michael Gaida / Pixabay 

 

 

CORREO DE LA NOCHE

En las noches vacías en que regreso,
todavía, me arrepiento de haberte arrojado
tan lejos de mi cuerpo

Serrano

 

Bogotá,

el otoño se abre paso a través de la muchedumbre,

es hora del alumbramiento

y un tren herido se aproxima desde una esquina,

un tren –que es mi sombra o mi vacío- silba;

mientras una fina estela de humo me recuerda tu cuerpo,

altar donde, años atrás, oficiabas el Ritual de la Luna Llena.

Hoy es lámpara, fuego tibio para los días sin piel.

 

Esta ciudad siempre fue esquiva y hostil.

Te perdí en ella

como quien pierde la infancia después del primer beso.

 

En esta hora opaca

El Correo de la Noche trae noticias tuyas,

noticias que llegan en las voces de mendigos y de borrachos

los mismos a quienes daba un pan o una moneda.

 

Bogotá,

es la hora del deslumbramiento

y tu recuerdo viene a llenarme de preguntas,

a entorpecer mis palabras,

a hacer inútiles la música, el llanto. 

 

El Correo de la Noche trae noticias tuyas

y una llama arde en el pecho.

 

 

 

 

 

CONJURO

Contra las aves

que destrozan los cielos de abril,

escribo tu nombre.

 

Para ahuyentar esa bandada de sueños rotos

que oscurecen los días mejores,

pronuncio tu nombre.

 

Como antídoto para espantar

los pájaros de la angustia

que se despiertan en mis adentros,

canto tu nombre.

 

Al elevar una plegaria para bendecir

tu cuerpo, amado bajo la fiebre de mayo,

subrayo tu nombre.

 

Para escribir, con la tibia luz de julio,

la palabra amor,

deletreo tu nombre.

 

Frente al furioso río de los días

que desdibuja el futuro

enuncio tu nombre.

 

Cada letra, cada sílaba es un conjuro

contra la peste del olvido,

por eso hoy libero tu nombre.

 

 

 

 

 

DIARIO DEL OLVIDO

 No sé a dónde fuiste con el último estallido

 de la guerra.

¿Dónde estás?

He olvidado tu país.

Viene tu recuerdo a estropear

la débil paz en que creemos

y no puedo saber cuál es tu aroma.

Tal vez tenías una esencia andina, vegetal.

¿Dónde estás? ¿Cuál es tu nombre?

Quiero olvidar ese olor a pólvora

que mancha los días en que la felicidad

se asomaba bajo tu falda,

pero el olor de la guerra

es lo único que queda.

Con mis manos te invento

bajo un campo sembrado de café.

¿Quién me asegura que sobreviviste

 al horror?

Estoy solo y me faltas

para ir al cine, a las canchas de fútbol,

a las reuniones familiares

donde odio jugar juegos de mesa,

para ir tranquilo a la cama

y derrotar el insomnio,

para llenar mi corazón con tu sangre.

Digo haces falta.

y al pronunciar esas palabras

mis labios te reconocen y te haces lejana,

y mi sangre, que eres tú, se agita.

¿Dónde estás? ¿Cuál es tu nombre?

¿Quién me asegura que sobreviviste

 al horror?

He olvidado tu nombre,

tu aroma,

tu voz…

 

 

 

 

 

BANCO DE NIEBLA

Hay tanta neblina en las calles del pasado,

la débil lluvia que moja estas páginas

no logra desdibujar tu rostro

y una tímida sonrisa me conforta.

En la aldea donde habito

resuena tu voz

llena de versos perdidos para siempre.

No hay gritos de pájaros

ni vuelo de insectos que logren ahuyentarme.

Me quedo, sí…

me quedo recorriendo bulevares remotos

así la substancia obscura

que cubre la noche detenga mis pasos.

Dónde fuiste… dónde…

Ilusiones de músicas desconocidas

me desorientan,

estallidos de olas

contra los puertos de mis labios me lastiman,

vuelos de cenizas sobre el alto cielo

de mi pueblo me enceguecen.

Ven, aleja mis días amargos,

siembra en mi tierra tus palabras.

Vuelve a besarme

para que tu lengua de fuego

derrita para siempre

el hielo que se apodera de mi cuerpo.

Llueve sobre la ciudad,

un agua antigua

limpia tus huellas que una y otra vez recorrí

como quien busca

en las pisadas del ayer

días mejores.

Ven porque tu sombra

no responde a mi llamado,

y la neblina limita mis pasos.

 

 

*  *  *

Derechos reservados
©Juan Carlos Acevedo Ramos
 

 

NOTA BIOGRÁFICA

Manizales Colombia. Poeta, ensayista y periodista cultural. Colaborador permanente del dominical Papel Salmón del diario La Patria en Manizales y colaborador ocasional de revistas como Semana, Luna de Locos, Luna Nueva, Clave y de los periódicos Quehacer Cultural, Diario del Otún y Crónica del Quindío.  

Sus poemas hacen parte de:

El Amplio Jardín. Antología de poesía colombiana y uruguaya. (Embajada de Colombia en Uruguay. Ministerio de Educación del Uruguay. 2005)
12 Poetas Colombianos. Punto de Partida. (Universidad Autónoma de México. 2007)
Antología de Poesía Contemporánea. México y Colombia. (Cangrejo Editores. 2011)
Orizont Literar Contemporan. Rumania. (Rumania. 2014)
Alhucema 32. Revista de Poesía y Teatro. (España. 2015)

También se encuentran en las antologías de poesía colombiana:

Poetas en el Equinoccio. (Fundación Sartapalabras. Pereira 2018).
La idea que verdece (Editorial Cuadernos negros. Armenia 2014.)
El rayo que no cesa. Antología poética. (Ediciones Cuervo de Papel. Bogotá 2013)
Vive la Poesía. Poetas en la Uceva. (Universidad Central del Valle. Colección Cantarana. 2011)
Panorama Virtual de la Nueva Poesía Colombiana (Corporación Ulrika y Ministerio de Cultura de Colombia. 2009)
La música callada, la soledad sonora. (Fundación Orlando Sierra Hernández. Panamericana 2008)
Descanse en Paz la Guerra (Casa de Poesía Silva. Bogotá 2003)
Inventario a Contra Luz (Arango Editores. Bogotá 2001)
Nuevas Voces para Fin de Siglo (Epsilon Editores. Bogotá 1999).

Ha publicado los libros de poesía:

Palabras en el purgatorio (Colección Lyrica Species 1999)
Palabras de la Tribu (Editorial Manigraf, 2001)
Los Amigos Arden en las Manos (Editorial Universidad de Caldas, 2010)
Noticias del Tercer Mundo (Editorial Caza de Libros 2010)
Todos sabemos que el poeta es un fantasma (Colección Tulio Bayer 2012)
Los huéspedes secretos (UCEVA 2014)
Correo de la Noche (Secretaría de Cultura de Caldas. 2019)

Además de libros como:

Bitácora de ciudad. Crónicas. (Editorial Manigraf 2014)
Las letras que nos nombran. Historia. (Banco de la República. 2017)
Un corazón de papel. Crónicas (Secretaria de Cultura de Caldas. 2018)
Ha obtenido los Premios Nacionales de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” Casa de Poesía Silva y el VI Premio de Poesía Carlos Héctor Trejos.

En 2015 fue finalista el Premio Nacional de Poesía que convoca el Ministerio de Cultura de Colombia con su libro Los Huéspedes secretos.

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